
Memoria histórica
Una cartografía fotográfica de la derrota republicana en Cataluña
Un libro recorre los escenarios del camino al exilio y recupera un importante reportaje de 1939

Para muchos el de 1939 es el año de la victoria. Para otros es el de la derrota y los derrotados siempre son los peor parados, aquellos de los que nadie habla para que su recuerdo quede olvidado para siempre. Ya lo dijo Antonio Machado mejor que nadie cuando proclamó que «si algún día tenéis que tomar parte en la lucha, no dudéis nunca en hacerlo en el partido del débil».
El más débil es precisamente el que surge en las páginas y en las imágenes de un libro titulado «Paisatges de la retirada», publicado por Brau, una obra escrita por Felip Solé y Enric Pujol, además de fotografías de Francesc Guillamet y que rescata el reportaje fotográfico que realizó Philippe Gaussot cuando muchos atravesaban la frontera francesa mientras les pisaba los talones las tropas de Franco. El volumen nos propone adentrarnos en los caminos que fueron atravesados por muchos de los que estaban en la Cataluña herida de muerte a principios de ese 1939, un recorrido que no se hizo en las mejores condiciones, una retirada marcada por el hambre y el frío, por el miedo a la muerte si seguían en lo que había sido su hogar.
Las cifras nos pueden ayudar mejor a entender lo que fue aquella catástrofe humana. Según las autoridades francesas de la época se cree que pasaron a suelo del país vecino entre 220.000 y 250.000 militares, a los que hay que sumar entre 170.000 y 200.000 mujeres, niños y ancianos, además de unos 40.000 civiles válidos y entre 12.000 y 13.000 heridos. Sin embargo, hay algunas discrepancias numéricas. En mayo de 1939 se decía que en Francia y otros países de acogida había 410.000 refugiados, aunque unos meses más tarde, concretamente en agosto, se reducía todo a 285.000 personas. Lo que está claro es que en todo caso podemos hablar sin ninguna duda de un gran éxodo que se alargó por varias décadas.
¿Cuándo empezó el camino hacia el exilio en Cataluña? Fue tras el final de la sangrienta batalla del Ebro cuando empezó la larga marcha. La victoria franquista hizo que muchos empezaran a ver como segura la pérdida de la República. El golpe final lo proporcionó la caída de Barcelona el 26 de enero de 1939, aunque la frontera fue cerrada la noche del 26 al 27 de ese mes, no volviéndose a abrir para militares y autoridades hasta el 5 de febrero por parte de los franceses que, al menos en el caso de sus dirigentes, no estuvieron a la altura de aquella llamada humana, de aquella marea que buscaba la mejor salida posible al drama que vivían.
De todo ello nos queda un puñado de fotografías, tanto las de ese momento como las que ha realizado Francesc Guillamet para la ocasión, un trabajo de memoria visual que nos ayuda a pisar por donde pisaron muchos, a caminar por donde otros lo hicieron en as condiciones tristes, las propias de los derrotados, de los que no saben cuál será su destino final más allá del anhelo de una esperanza que se truncó con la llegada invasora del nazismo poco después a Europa.
Guillamet, en un contundente blanco y negro, nos lleva a los dos lados de la frontera por las sendas atravesadas por muchas personas en los meses de enero y febrero de 1939. No se trata de una reconstrucción histórica, sino de una oportunidad de plasmar la realidad actual de esos paisajes, todo ello marcado con la presencia de una sombra: la de Philippe Gaussot, un nombre no tan conocido como el de otros autores gráficos de ese tiempo, algo injusto si tenemos en cuenta la fuerza de su trabajo desde un punto de vista tanto humano como visual. Gaussot nos ha legado un documento histórico de primer orden. Era miembro del Comité Nacional Católico francés, lo que le facilitó seguir a la gran riada de personas que marcharon hacia la frontera durante el avance de las tropas de los sublevados. El fotógrafo fue testigo directo conviviendo con aquellos hombres y mujeres que huían del enemigo. Tal vez eso hace que su trabajo sea especialmente humano y trate de atrapar en su objetivo todas las perspectivas: la de la mujer que en un descanso intenta alimentar a su hijo; la de los soldados que vigilan a los refugiados que han quedado instalados en el campo de concentración de Argelers; la de los colaboradores del Comité Nacional Católico que proporcionan alimentos y bebidas a los refugiados que caminan cansados por una carretera; o la de una completa batería militar republicana que llega al paso fronterero de Cervera, seguida muy de cerca por centenares de vehículos militares. No sería exagerado afirmar que Philippe Gaussot está a la altura del mejor Robert Capa durante aquella Guerra Civil.
Volviendo a nuestro tiempo, al siglo XXI, gracias a Francesc Guillamet podemos entrar en el llamado «Guernica catalán», es decir, la ciudad de Figueres, donde durante la retirada de hombres y mujeres, hubo no pocos bombardeos e incendios hasta la entrada de los franquistas en la población. En Figueres también se encuentra en castillo de Sant Ferran, que fue la última sede del gobierno republicano, además de almacén de obras de arte procedentes de todo el país, especialmente del Museo del Prado.
Otro de los itinerarios que se nos invita a seguir es el del entonces presidente de la Generalitat, Lluís Companys y que tiene como punto de partida Agullana. Fue en el Ayuntamiento de esta población donde en 2008 apareció escondida en uno de sus muros documentación original relacionada con los últimos días republicanos, además de fusiles, cartucheras y una bandera. Entre los papeles estaban actas históricas del PSOE desde su fundación. Curiosamente, el día antes de que el conjunto fuera recogido para su estudio con destino al Pavelló de la República, en Barcelona, los documentos desaparecieron.
Otra curiosidad. En una masía cercana a Agullana, no muy lejos de Bosquerós, encontró refugio Antònia Macià, la que fuera esposa del entonces conseller Josep Tarradellas. En el momento de ser recogida por un chófer para pasar la frontera, mientras colocaban una de las maletas, una de las más pesadas cayó al suelo, abriéndose y apareciendo un lingote de plata con el escudo de la Generalitat de Cataluña.
Si seguimos hablando de plata tenemos que ir hacia una mina: la llamada la Canta de la Vajol. Allí estuvo depositado el conocido como tesoro de Negrín, en referencia al médico y jefe del Gobierno Juan Negrín, con valores y obras de arte que todavía en la actualidad no han sido documentados. En esta antigua mina se cree que aún quedan materiales de ese tesoro. No es nada exagerado porque cerca, en Manrella, se localizaron lingotes de plata con el sello de la Generalitat. Una historia que no se acaba.
✕
Accede a tu cuenta para comentar