Guerra en Ucrania
Las «viudas negras» rusas se movilizan para salir de Ucrania
Unos 300.000 rusos fueron llamados al frente, muchos no han vuelto y sus mujeres exigen a Putin que ponga fin al conflicto
En lo más crudo del crudo invierno, los rusos continúan su vida con la esperanza de que la primavera llegue pronto y las calles del país vuelvan a invitar a su gente a pasar más tiempo en ellas. El ritmo de la vida parece no haber cambiado en Rusia, aunque en el interior de cada hogar sea distinto. Desde que empezara hace casi dos años la bautizada como «Operación Militar Especial» la gente ha cambiado su modo de afrontar el día a día. Dramas interiores de familias que han visto cómo algunos de sus miembros han salido del país por estar en contra de la guerra, o han escapado a la temida «movilización» anunciada por el presidente Vladímir Putin aquel fatídico 21 de septiembre de 2022.
Otros no tuvieron esa suerte y fueron llamados a las armas, 300.000 en total según las estadísticas oficiales. Ciudadanos que tuvieron que dejar atrás a sus familias para dirigirse a una cruda realidad que hasta entonces solo habían visto a través de sus televisores. Gente anónima con un trabajo y una casa que ejercían de padres, maridos e hijos. Todos ellos se fueron sin tener claro cómo y cuándo volverían. Nadie dio más información al respecto. Desde entonces, algunos han regresado en forma de cuerpos sin vida, otros con heridas que han mutilado su futuro. El resto sigue allí sin el más mínimo deseo de correr la misma suerte de sus compañeros.
Su silencio y el de la sociedad rusa contrasta con la actitud de sus mujeres, «movilizadas» en contra del poder que ha decidido arrebatarles a sus hombres. Con un drama común y localizadas a lo largo y ancho del país más extenso del mundo decidieron coordinarse a través de las redes sociales y crear un canal en Telegram.
Así nació «El camino a casa», una asociación de mujeres que luchan por traer de vuelta a sus maridos e hijos. Creen que los movilizados, casi año y medio después de ser enviados al frente, han cumplido con creces su deber como ciudadanos. Hablar de la guerra en la Rusia de hoy es asumir el riesgo de recibir una multa o ser condenado a ir a la cárcel.
Esta misma semana, la Justicia rusa ha condenado por extremismo a cuatro años de cárcel al ultranacionalista ruso Ígor Guirkin, el líder de la sublevación prorrusa de 2014 en el Donbás, por criticar al presidente ruso, y lo que cree su fallida estrategia militar en Ucrania.
A pesar de luchar por una causa común no todas las integrantes de este grupo piensan lo mismo de la guerra. Hay quien está totalmente en contra y no duda en mostrar su apoyo a Ucrania. Otras están de acuerdo con la «Operación Militar Especial» y creen que su país ha tomado el camino correcto. Lo que parece unirlas a todas es la creencia de que los hombres movilizados ya han cumplido con sus obligaciones y deben volver a casa, una verdad que incomoda en los pasillos del Kremlin.
Nada más constituirse, la asociación empezó a contactar con otros colectivos y políticos. Todo cambió cuando conocieron al exdiputado y opositor Boris Nadezhdin, cercano a Boris Nemtsov, opositor asesinado en 2015. Nadezhdin se movilizó por la causa y dio voz a las mujeres de la asociación, convirtiéndolas en algo incómodo para el poder. A partir de ese momento, empezaron los problemas en forma de vetos y acusaciones por parte de los propagandistas del Kremlin.
Según los que defienden la guerra, la asociación «El camino a casa» está manipulada desde Occidente y no es más que una marioneta que actúa a las órdenes del enemigo para desprestigiar al país. Para los que rechazan la guerra, sus hijos y maridos son también, de algún modo, culpables por obedecer la orden de movilización y por participar en la contienda.
Quedan dos meses para las elecciones presidenciales en Rusia y cualquier tipo de crítica a la guerra puede afectar al ideólogo de la misma y principal candidato, Vladímir Putin. Nadie sabe qué pasará después. Muchos temen que con la tranquilidad que le dará la reelección pueda llegar una segunda gran movilización. El presidente ya ha declarado que su Gobierno no lo contempla, aunque han sido unas afirmaciones parecidas las que hizo el mandatario poco antes de decretar la primera movilización.
Mientras, las esposas y madres de los soldados salen a la calle todos los sábados cubriendo con pañuelos blancos sus cabezas y se dirigen a la Tumba del Soldado Desconocido a dejar flores. Poco más pueden hacer. Saben que muchos de sus compatriotas están de su parte, aunque no puedan expresarlo en público. Saben que esta guerra acabará tarde o temprano y que algunos de sus familiares volverán sanos y salvos a sus casas. Otros no. Por eso seguirán en su lucha diaria mientras puedan.
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