Opinión

Los sábados de Lomana: "La infiltrada" salva los panfletos de los Goya

En un discurso sencillo, dedicó su premio a las víctimas del terrorismo y a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado

María Luisa Gutiérrez
María Luisa Gutiérrezlarazon

Cada año, quienes seguimos por televisión la gala de los Goya nos encontramos con la misma cantinela: la ceremonia es demasiado larga y, en ciertos momentos, se torna insoportable. Es comprensible que los premiados quieran expresar su gratitud y felicidad, pero algunos llevan el histrionismo al extremo aprovechando ese instante de gloria para dedicar el galardón hasta al vecino del quinto. No hay forma de frenarlos. A esto se suma el inevitable discurso panfletario, perfectamente ensayado, que muchos llevan preparado «por si acaso» ganan un Goya. No parecen darse cuenta de que al público le importan bien poco sus ideas políticas o sus filias y fobias. Lo único que nos interesa es que sean magníficos profesionales.

Tengo que reconocer, sin embargo, que en cuanto a estilismo y moda hemos mejorado, sobre todo, en el caso de los hombres. Atrás quedaron aquellos tiempos en los que aparecían con atuendos desaliñados. Ahora, por fin, visten impecables esmóquines a medida. Da gusto verlos. Ellas, por su parte, siempre han prestado más atención a la elegancia, y en cada edición podemos admirar auténticos modelazos. Sin embargo, muy pocos son de diseñadores españoles. A medida que prosperan, parece que solo tienen ojos para Dior, Armani, Carolina Herrera o Stéphane Rolland. Mucho compromiso social, pero, a la hora de la verdad, donde esté un Dior que se quite todo lo demás.

Algunos discursos me hacen desear que alguien pronuncie un sonoro «¿por qué no te callas?». Ejemplo claro fue el de Richard Gere, proclamando con tono condescendiente que sería maravilloso ver nuestros barrios llenos de inmigrantes y menores no acompañados. Al mismo tiempo, nos exhorta a ser más conscientes con el ahorro energético y la reducción de emisiones de CO₂. Todo muy loable, sí, pero resulta difícil tomarlo en serio cuando él mismo reside en una lujosa urbanización de Madrid, protegida como un búnker infranqueable, y se desplaza en su jet privado, fotografiándose junto a su esposa para después compartirlo en Instagram. Que vivan como quieran, pero, al menos, que nos ahorren sus sermones. La hipocresía de quienes se creen investidos de una autoridad moral que no poseen resulta demasiado evidente.

Richard Gere derrocha elegancia en la alfombra roja de los Goya 2025
Richard Gere derrocha elegancia en la alfombra roja de los Goya 2025Europa Press

En contraste con tanto artificio, fue un soplo de aire fresco escuchar a María Luisa Gutiérrez, productora de «La infiltrada». En un discurso sencillo, dedicó su premio a las víctimas del terrorismo y a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, al cine comercial pensado para disfrutar en familia, a la libertad de pensamiento y, finalmente, a la memoria histórica, entendida también como la historia reciente. Sus palabras fueron una bocanada de verdad.

Cambiemos de asunto. Madrid acogió la inauguración de la exposición de la escultora portuguesa Joana Vasconcelos en el majestuoso Palacio de Liria, un evento auspiciado por la casa Dior. La ceremonia estuvo presidida por Felipe VI, acompañado por el Duque de Alba y su familia, además de por un nutrido grupo de personalidades del mundo de la cultura, el arte y los negocios. Acostumbrada a exponer en palacios históricos –incluso en el mismísimo Versalles–, Vasconcelos confesó que nunca antes había mostrado su obra en un espacio tan imponente como Liria, donde la historia sigue latiendo entre sus muros habitados. Porque un palacio vacío, por bello que sea, jamás tendrá el alma de aquel que sigue siendo un hogar.