Entrevista

Bárbara Rey quiere dormir como una reina, pero sin serlo: "Me gusta cambiar de peinado"

La actriz atiende a LA RAZÓN en la presentación de su nueva campaña publicitaria, repleta de guiños a su prohibido affaire con el Rey Juan Carlos I

Bárbara Rey presenta la campaña de Dormitorum
Bárbara Rey presenta la campaña de DormitorumGtres

Dicen que “sarna con gusto no pica”, y Bárbara Rey parece haberse erigido en la encarnación misma de este refrán del siempre sabio acervo popular. La actriz admite sin tapujos que lo pasó “fatal” cuando salieron a la luz las grabaciones que confirmaban su relación con don Juan Carlos I, pero ya se sabe: no hay mal que el tiempo no cure ni pesar que el dinero no alivie.

Rey se acaba de convertir en la protagonista de la campaña publicitaria de Dormitorum, un conjunto de spots repletos de guiños a su relación con don Juan Carlos I, a la que siempre se ha referido a través del doble sentido y la ironía. “Me llena de orgullo y satisfacción presentar este colchón”, dice la vedette, haciendo gala de un sentido del humor que, sin embargo, se le borra de un plumazo cuando servidor le pregunta si alguna vez soñó con ser una reina, teniendo en cuenta que la publicidad promete con su eslogan dormir como tal.

“Quiero que hablemos de la promoción de los colchones, no de mi vida privada. Me quiero llevar bien con vosotros -la prensa-, estar bien y a gusto. De todas formas, eso no se le pasa por la cabeza a nadie con sentido común, y podría contestar más cosas, pero me las voy a callar…”, responde, visiblemente molesta, a LA RAZÓN.

Resulta contradictorio que convoque a decenas de periodistas para abordar su nueva campaña publicitaria y vete las preguntas sobre su “vida privada”, la misma de la que no ha tenido reparos a hablar cuando se le ha extendido un cheque y que, además, se ha convertido en el eje central de la publicidad de Dormitorum.

Bárbara Rey presume de dormir "como una reina" en la campaña de Dormitorum
Bárbara Rey presume de dormir "como una reina" en la campaña de DormitorumGtres

Los spots, rodados en el regio Palacio de Santoña, están plagados de referencias a su relación con el emérito, la misma que ahora tanto le incomoda mencionar. En uno de ellos, incluso, se ve a un hombre con casco sobre una motocicleta, emulando el sigilo con el que se producían sus encuentros con el monarca. “El amor puede ser efímero, fugaz y fallar cuando menos te lo esperas”, dice ella, que matiza: “No como un buen colchón”. Un juego de palabras al que, por lo visto, solo ella puede jugar.

Quizás consciente de su propia incongruencia, unos minutos después decide relajar el gesto y concederse la licencia de la ironía. Esta vez sí, tira de ese sarcasmo que tanto la caracteriza cuando le insisto en si alguna vez soñó con ser reina: “Yo no, porque me parece que debe ser una vida muy incómoda. No me gusta madrugar, me gusta cambiar de peinado… Hay tantas cosas que hago que no me podría permitir…”. El que quiera entender a quién se refiere, que entienda.

Sin miedo a la repercusión

Apenas unas horas después del estreno de la campaña, el revuelo es ya considerable. Un revuelo que, según ella, ni contempló al aceptar la oferta de Dormitorum. Más bien al contrario: espera que cualquier controversia se traduzca en un mayor impacto para la marca. “Primero estuvimos en conversaciones, negociando lo que sí y lo que no haríamos, pero en ningún momento me preocupó el revuelo que pudiera formarse. Me preocupaba que la campaña estuviera bien hecha y que al público le guste. No me planteo si va a generar polémica o no. Y si la genera, mejor. Aunque espero que sea una polémica buena”, indica a quien esto escribe.

Previendo las críticas por seguir rentabilizando su historia con el Rey, la actriz desempolva su carta más socorrida: su apellido. “No hay que olvidar nunca que yo me llamo Bárbara Rey, y este nombre lo tengo desde 1972. Que yo sepa, en esa época no había monarquía”, sentencia, con un deje de suficiencia.

Y así, con un cheque en el bolsillo y la eterna “clave de humor” como escudo, Bárbara reabre, una vez más, un melón que, para su desgracia -o su fortuna-, sigue sin terminar de cerrarse tras más de tres décadas.