España se tiñe de azul por primera vez con "Blue Man", los únicos del género masculino de quienes podemos fiarnos
La mítica compañía artística fundada en la década de los ochenta en Nueva York visita por primera vez nuestro país recalando primero en Gran Canaria con una estimulante y poderosa propuesta escénica


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Desvinculado de toda justificación funcional, como el azul Klein, suficiente, justo, sobradamente satisfecho con existir por sí mismo sin el condicionamiento impuesto de tener que significar algo, el color de su piel les identifica desde hace décadas como sujetos artísticos pero también les compromete con su identidad masculina y enérgica de seres misteriosos e inescrutables. No sabes lo que están pensando pero sientes que están deseando saber lo que piensas tú. No hablan, ni fruncen el ceño, ni sonríen, ni ríen, ni emiten ninguna de esas reconocibles manifestaciones exageradas de felicidad contemporánea que no siempre muestran lo que prometen. Observan el mundo con genuina fascinación, con la curiosidad infantil y pura de quien está viendo algo por primera vez, desposeídos de cualquier contexto cultural aprendido, casi como la Bella Buxter de "Pobres criaturas" pero con un manejo mucho más desarrollado del cinismo y las desconfianzas derivadas de la vida adulta.
Sus herramientas de comunicación se limitan al cuerpo y a los ojos, que visto de manera práctica y extrapolable a la prosaica realidad de los fracasos cotidianos, se reducen a las mismas que utilizan los hombres que no están pintados, con la única diferencia de que en el caso de los "normales", de los que sí hablan pero no saben escuchar, lo del deseo por saber qué se te está pasando por la cabeza varía, vuelve, fluctúa y casi nunca suele durar más de unos minutos.
"Los ‘‘Blue Man’’ están muy conectados entre sí. A veces se comunican en grupo. Y se mueven al mismo tiempo. Hacen cosas a la vez. Se hablan con la mirada. No tienen la necesidad del lenguaje, ni del lenguaje hablado. Todo este conjunto de características únicas te enseña a trabajar en equipo y a generar un espectáculo íntimo, poderoso y muy colaborativo", explica en entrevista Matt Ramsey, director artístico de esta mítica compañía encabezada por una triada de hombres azules, si acaso la única de la que merece la pena fiarse en estos tiempos atolondrados de apariencias y multiplicaciones innecesarias de máscaras y discursos, nacida en las tripas del ruido y el ajetreo atropellado de las calles de Nueva York en 1987 con un firme propósito de búsqueda, exploración y transgresión performativa que, 37 años después, sigue manteniendo intacto y que por primera vez quieren mostrar en territorio nacional con el idílico y oportuno paraje de Gran Canaria en el que nos encontramos como casilla de salida.
"Nosotros nacimos con la capacidad natural de ser inocentes y curiosos y profundamente humanos, pero a medida que envejecemos, nuestros sentimientos se hieren y nos ponemos una armadura"Matt Ramsey
La carpa del Circo del Sol –histórica productora de la que forman parte desde hace ocho años– en Maspalomas, localidad turística enclavada en el sur de la isla, orillada por una enorme extensión de dunas y coronada por un antiguo faro del siglo XIX que se erige como observador privilegiado demiúrgico de todo lo que sucede en este paradisiaco escenario insular donde igual que en el invierno de Camus, habita durante todo el año una suerte de verano invencible repleto de guiris, karaokes, ausencia de prisa, chanclas, neones, restaurantes y piña colada, refugia el cálido encuentro mantenido con Ramsey horas antes de que empiece el espectáculo y un hermoso manto de estrellas nocturno envuelva el huracán de estímulos sonoros, visuales, percutivos, lumínicos, cromáticos y digitales que está a punto de detonar el imaginario de unos espectadores potencialmente entregados y partícipes.
"Nosotros nacimos con la capacidad natural de ser inocentes y curiosos y profundamente humanos, pero a medida que envejecemos, nuestros sentimientos se hieren y nos ponemos una armadura. Por eso tienes que saber escuchar a tus compañeros como comentábamos y esta es la parte divertida: llevamos a gente del público al escenario con nosotros. El público es parte del espectáculo. Llega un momento en el que los ‘‘Blue Men’’ abandonan el escenario y se adentran en el público para que suban y por eso, es muy impredecible lo que sucede. Así que tenemos que improvisar y adaptarnos sobre la marcha y eso es difícil para mucha gente pero también estimulante", subraya el también artista. Los fundadores primigenios, cuenta, "buscaban formas de expresarse diferentes a las que ya se daban en la ciudad de Nueva York, así que usaban la música, la pintura, participaban en la creación de obras de arte, pero también se burlaban de ellas. Para ellos era una forma de explorar un tipo de representación que querían ver y que no existía".

Esas primeras actuaciones a las que remite Ramsey, originario de Idaho aunque ahora viva cerca de Nueva York con su familia, consistían en la actuación de los tres "Blue Men" -que han ido cambiando a lo largo de estos años ("creo que hay unos 70 de los nuestros alrededor de todo el mundo ahora mismo", indica)- en la calle, actuando con y para la gente, experimentando en vivo la ruptura con la realidad que suponía acercar su propuesta sin la estructura parapetada de un escenario o un teatro hasta que fueron creciendo en forma y ambición para terminar debutando en el Astor Place Theatre neoyorquino.
A partir de ahí su dimensión se ha ido ampliado de manera progresiva a otras residencias situadas en Boston, Las Vegas y Orlando, una residencia internacional en Berlín y múltiples giras norteamericanas y mundiales, llegando a la nada desdeñable cifra de más de 50 millones de personas en todo el mundo que ahora se engrosa con este aterrizaje deliciosamente marciano en la isla. "Creo que este es el lugar perfecto para presentarle a España el personaje que constituye el Hombre Azul como figura, porque es un sujeto que cambia con cada lugar. Es nuestra primera vez aquí y Gran Canarias es idóneo no solo para conectar con los españoles, sino también con gente de todo el mundo, porque es un lugar precioso y acoge a personas de distintos lugares todo el tiempo. La cultura en la que actuamos nos transforma y nos afecta. Así que estamos emocionados por ver cómo reaccionará este público ante los "Blue Man" y cómo conectarán con los españoles", admite.
Los chubasqueros colocados en la hilera de personas que integran las dos primeras filas predicen que mojarse -literal y figuradamente- se va a convertir en ejercicio obligatorio. Dos pantallas situadas en los extremos del escenario a través de las que se suceden advertencias cómicas traducidas ("no recomending, no sexting, no pishing (ataque informático), no aburrending"), introducen el comienzo de un show particularmente disfrutable y sobreestimulado que no entiende de edades aptas y que a pesar de su aparataje externo circense no cae en la limitación de adaptar sus dinámicas creativas de forma exclusiva a los más pequeños. Ríe el niño pero sobre todo, el padre.
La extraordinaria e inteligente utilización de la digitalización escénica a la hora de establecer agudas críticas sobre la desesperanzadora deriva contemporánea de las sociedades hiperconectadas –cada vez más solas, más individualistas, más manipuladas y manipulables, más absorbidas por el tiempo acelerado y exigente del que el capitalismo se adueña–, la homogeneización actual que provocan los teléfonos, la invasiva aceptación de las cookies y las condiciones que no conocemos, el bombardeo publicitario en redes sociales e internet en general sumada al contagio de las ganas de jugar, a un vivísimo manejo del ritmo y de la emisión de sonidos musicales rockeros con tuberías de PVC fusionada con esa viveza humorística física tan propia del "slapstick" confieren al show una gozosa estructura de desatascador mental. De pretexto liberador para preguntarse tal y como matiza el propio director, "¿cómo creamos arte? ¿Cómo lo criticamos? ¿Qué es el arte? ¿Es bueno el arte? ¿Es malo el arte? ¿Cómo saberlo?". Tal vez, nos proponen nuestros auténticos hombres de confianza, la respuesta siga estando en algo tan poco viciado, tan exento de contaminación mercantilista, como la mirada.