El canto del cuco
Motín contra Pedro Sánchez
La Justicia española y las Fuerzas de Seguridad se convierten en represoras y queda abierta la puerta al control completo del poder judicial por parte del legislativo
La protesta va en aumento. Uno no recuerda un clamor tan general desde el aciago día de Miguel Ángel Blanco, con aquel revuelo de manos blancas. Este fin de semana de noviembre una ingente cantidad de españoles, de punta a punta del país, se han manifestado contra Pedro Sánchez. Muchos con la bandera en la mano. Ningún dirigente político de la etapa democrática ha despertado tanta indignación, tanto rechazo, como él. Ya no puede salir a la calle. A medida que ha ido acumulando poder ha perdido libertad. Suele pasar. Ahora, para seguir de presidente del Gobierno, que es su máxima aspiración, queda rehén de los separatistas catalanes y vascos. La gente le grita «¡Traidor!» a la cara, que es lo peor que se le puede decir a un político en España.
Jueces, fiscales, empresarios, diplomáticos, obispos, guardiaciviles, economistas, dirigentes históricos del PSOE, juristas de prestigio, abogados del Estado, altos funcionarios, intelectuales… han alzado la voz contra la amnistía y demás concesiones a los secesionistas. Estas voces resuenan ya a estas horas en Europa. Sólo los militares y el Rey, defensores de la Constitución y la unidad de España, se ven obligados a guardar silencio. (A Sánchez le quedan Prisa, azote de la derecha y verdadero sostén del sanchismo , y los sindicatos, más verticales que nunca). No tiene sentido atribuir esta airada reacción, como hacen los mantenidos de La Moncloa, a la falta de resignación de la derecha a perder el poder. Eso es una infamia a la vista de lo que está pasando. Fue el Partido Popular el que ganó las elecciones.
A Pedro Sánchez se le acusa de asumir íntegramente la versión del independentismo catalán sobre el «procés» a cambio de lograr la investidura y sin que la otra parte renuncie, en el vergonzoso «pacto de Bruselas», al chantaje permanente durante la legislatura. Se establece de hecho, con la amnistía y el «lawfare», que los condenados y procesados catalanes son presos políticos, que han sido tratados injustamente. La Justicia española y las Fuerzas de Seguridad se convierten en represoras y queda abierta la puerta al control completo del poder judicial por parte del legislativo. La amnistía, rechazada como inconstitucional en el programa electoral socialista y votada ahora por los beneficiarios de la misma, se considera el primer paso hacia la destrucción del sistema democrático vigente. ¡Y se compran votos con dinero público! Pocos se creen que tan descomunal desatino se hace para apaciguar Cataluña. Por lo pronto Pedro Sánchez ha conseguido, movido por su ambición de poder, incendiar España y amotinar al pueblo contra él.
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