Gastronomía
DANA en Valencia: Bares que salvan bares, una movilización sin precedentes y una fraternidad ejemplar y conmovedora
La Federación de Hostelería calcula que la DANA ha destruido mil establecimientos, una marea solidaria quiere ahora ayudarles salir adelante de esta complicada situación
Todo el mundo está tan emocionado como asombrado al ver cómo ha aflorado de forma espontánea una corriente de solidaridad y empatía, como no se recordaba desde otras catástrofes hacía años. Es la respuesta de una sociedad muy afectada y con el corazón encogido por la tragedia sufrida en las comarcas del sur de Valencia.
Un colectivo que se ha revuelto sobre su desgracia y está reaccionando de manera ejemplar es el de la hostelería. Ante la destrucción de unos 1.000 establecimientos entre bares, cafeterías y restaurantes, que se dice pronto, según datos de la Federación de Hostelería de Valencia, son también cientos de colegas de los perjudicados y miles de usuarios, los que se están volcando en ayudarles, generando, en una movilización sin precedentes, una fraternidad ejemplar y conmovedora. Hosteleros de a pie, recaudan dinero, llevan comida preparada y bocadillos a aquellos locales que todavía no disponen de una cocina en condiciones, regalan cámaras frigoríficas, hornos, mobiliario…. se hermanan bares proclamándose padrinos unos de otros… y se preparan menús solidarios cuya recaudación va íntegra a ayudar a pequeñas empresas arruinadas.
Dos de la tarde de un día de esta semana. Nos dirigimos al Bar Júcar, un establecimiento frente al Mercado de El Cabanyal, en la calle Pintor Vilar de Valencia.
Es un bar muy popular por su cocina, en la que manda Pepa, una mujer que lleva toda la vida entre esos fogones; también lo es por sus almuerzos de cada mañana , porque tiene muchos vendedores y vendedoras del mercado entre la clientela y por una solera de 60 años en el mismo local, que le otorga al Júcar un plus de antigüedad histórica. Hoy Pepa está guisando en varias cacerolas un «arròs amb fesols i naps», típico plato precisamente de la Huerta Valenciana. Huele a muy sabroso.
En la terraza de la calle, haciendo tiempo bajo los toldos en un día de sol, va llegando gente que saluda al actual propietario, Geovani Graciano, un hostelero de origen brasileño. Van llegando hombres y mujeres, jóvenes y otros de más edad y casi todos se conocen entre ellos. Con cervezas y refrescos en la mano, hay «bareros», como José Llorens, del bar-restaurante Llorens, de Benissanó, antes El Pouet, y otros de Valencia y de fuera. Hay un dueño de bar que ha comprado 20 menús a 12 euros y medio, pero sin llevárselos ni desvelar su identidad. Hay gente con su propia tragedia y otros que no vienen pero que han pagado el menú. Vecinos del barrio se lo llevan en fiambreras… Y están los organizadores de estas iniciativas, los «almorzadores» esos grupos de amigos que en cuanto pueden salen a «fer comboi» y descubrir nuevos bares para llevar a cabo ese ritual tan valenciano como es el almuerzo, con pan de horno, vino con gaseosa, cacahuetes y olivas, mezclas contundentes, «cremaets» y cazalla.
Así venía haciéndose tanto en los bares de barrio como en polígonos y en localidades cercanas, hasta el maldito 29 de octubre. Un antes y un después de graves consecuencias.
Hoy, en el Bar Júcar, todo lo que se recaude con los menús, plato a plato, menú a menú, en las filas cero y por las donaciones, irán a dos locales arrasados y muy conocidos de Algemesí: «Ca Ximo» y «Anem al lío».
La intención es ayudarles a remontar su ruina, en palabras de Antonio Flores, un alto ejecutivo con miles de trabajadores a su cargo que, sin embargo, está esperando el fin de semana para ir de almuerzo con su mujer Isabel y su grupo, uno de los más conocidos y con más seguidores: «los cuatro magníficos».
«Muchos de los bares a los que solemos ir lo han perdido todo, pero no vamos a dejarles solos» -afirma Antonio-, ahora no. «Estamos entre todos buscando más establecimientos afectados para brindarles nuestra ayuda».
En la mesa, entre unos 30 comensales presentes hay otros grupos representados con las mismas intenciones.
Bares clásicos de almuerzos como La Nueva Terraza, de San Antonio de Benagéber, Casa Quitín, de Burjassot, La Cantina de Ruzafa… se suman a la marea solidaria y abrazan a los compañeros maltrechos, como Els Arcs, de L’Alcúdia, ganadores del Concurso de Puchero y templo de «almorzadores», que ya han abierto sobreponiéndose al aluvión que se lo llevó todo por delante.
La corriente de fraternidad continúa y son y serán muchos más los gestos que irán emergiendo de forma espontánea y sincera desde los bares de almuerzos en pie, a los bares de almuerzos tocados, con otra riada pero ésta, absolutamente positiva y cargada de afecto y empatía.
Los bares salvan a los bares.
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