El trípode
Buen negocio: un palacete en París para comprar 5 votos
Los nacionalistas vascos acababan de pactar con el gobierno del PP los primeros presupuestos de la legislatura y para sorpresa general aportaron los seis votos necesarios para la moción de censura, argumentando que «la corrupción del PP la hacía obligada».
Para poder evaluar en su adecuada dimensión lo que está sucediendo en España con el sanchismo en el Gobierno es preciso tener presente en qué condiciones, cómo y cuándo, Sánchez accedió a La Moncloa. Fue tras haber sufrido dos estrepitosas derrotas como candidato socialista a la presidencia, en apenas seis meses.
La primera en diciembre de 2015 como secretario general del PSOE, cuando fue su candidato por primera vez en unas elecciones generales, obteniendo una severa derrota con apenas 89 diputados, el peor resultado de la historia de su partido desde 1977. Pese a ello, optó a la investidura siendo derrotado y negándose a pactar o facilitar la investidura del PP – el vencedor de las elecciones– lo que obligó a repetir elecciones por primera vez desde la aprobación de la Constitución, que se celebraron seis meses después, el 26 de junio de 2016. En éstas todavía sufrió una derrota mayor, con apenas 84 escaños, incrementando el PP la diferencia con él hasta los 53 diputados. E, insólitamente, en esa patética situación pretendió provocar unas terceras elecciones, lo que le impidió su partido que en un Comité Federal celebrado el 1º de octubre de ese año 2016 le cesó de la Secretaría General. Sorprendentemente, la gestora socialista convocó unas primarias apenas unos meses después, a las que él se presentó con el único argumento de que nunca hubiera permitido un pacto con el PP. La frase «No es No, señor Rajoy. ¿Qué parte del No, No ha entendido?» fue su lema de campaña ante sus radicalizadas bases. Once meses después, en mayo de 2018 junto a Pablo Iglesias, urdió una moción de censura en la que necesitaba del PNV para alcanzar la mayoría necesaria para la victoria.
Los nacionalistas vascos acababan de pactar con el gobierno del PP los primeros presupuestos de la legislatura y para sorpresa general aportaron los seis votos necesarios para la moción de censura, argumentando que «la corrupción del PP la hacía obligada». Desde entonces, han transcurrido seis años y medio de sanchismo gubernamental, y la calidad de nuestra democracia –que Sánchez y sus aliados pretendían garantizar frente a la amenaza que significaba la corrupción del PP– resulta evidente. Sin presupuestos, sin mayoría para aprobar leyes ni convalidar Reales Decretos Ley y cercado por casos de corrupción en su familia, su partido, su Gobierno y su fiscal general, el PNV sigue como fiel servidor suyo. En agradecimiento Sánchez le ha regalado un Palacete en París donde está ubicado el Instituto Cervantes. Una rentable compraventa para las finanzas peneuvistas. Una prueba de la exquisita calidad democrática de ambos socios, Sánchez y el PNV.
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