Oda al amor-repetición: vuelven Los Ilusos, vuelve Jonás Trueba, vuelve el romanticismo matritense
Itsaso Arana, Vito Sanz y Jonás Trueba construyen juntos un hermoso canto celebrativo de las rupturas y de las relaciones en "Volveréis", una acogedora comedia-milagro premiada en Cannes
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Existe un vehículo de complicidad involuntaria entre la definición que Alejandro Zambra propone de la felicidad en su libro "Poeta chileno" y la capa balsámica que envuelve generosamente el sustrato del cine de Jonás Trueba y que en último término sirve para definirlo o categorizarlo. "Nunca sentir que sería mejor estar en otra parte, nunca sentir que sería mejor ser alguien más. Otra persona. Alguien más joven, más viejo. Alguien mejor", lanza afilado el escritor. Las películas de Trueba trasudan esa conformidad asumida y espacial hermosa, esa marcada autoría estilística enraizada, desarrollada y desembocada siempre en Madrid, no da la sensación nunca de que sus historias desearían nacer en otros lugares, tener más artificio, más capa, ser otra cosa. Tampoco los protagonistas que las construyen, leídos aquí como trasuntos de su propio entorno personal, sus esperanzas, sus obsesiones, sus miedos, sus pasiones, su incesante y lúdico juego exploratorio de lo humano.
Siempre la dilatación en las conversaciones masticadas sobre filosofía, siempre el envoltorio redondeado del tiempo, siempre la observación íntima de los afectos, los amores, las amistades, las crisis, siempre la órbita del eco generacional que pasea por el viaducto de la Calle Segovia sin pensar en tirarse pero siendo consciente de que cualquier día puede caerse. Al cineasta de "Todas las canciones hablan de mí", "Los exiliados románticos" o "La virgen de agosto" entre otras muchas, le interesa que se vea el truco de construcción del cine, introducir un barniz en forma de subtexto o muchas veces de pequeña trama añadida plagada de rodaje dentro del rodaje, de cámara dentro de la cámara, que nos recuerde que a pesar de todo estamos ante un artefacto de ficción y no frente a la vida misma, por complicado que resulte a veces discernirlo en muchos de sus fotogramas, en la gran mayoría de sus encuadres y localizaciones.
Todos estos elementos definitorios ya no sólo del cine de Jonás Trueba, sino del concepto en términos creativos de su productora independiente Los Ilusos, cocreada junto a Javier Lafuente hace ya más de diez años e integrada por un conjunto de colaboradores asiduos que constituyen en sí mismos el concepto de familia elegida, vuelven a reverberar en su último trabajo con un punto de maduración extremadamente disfrutable. Galardonada como la Mejor Película Europea de la Quincena de cineastas del Festival de Cannes de la última edición, "Volveréis" adopta lo mejor del lenguaje estructural de las comedias románticas del Hollywood clásico para revertir su fondo y ofrecer una vía alternativa de concebir los finales y las rupturas no como algo necesariamente dramático, sino como un posible motivo de celebración.
Itsaso Arana y Vito Sanz –integrantes fundamentales de esa familia que mencionábamos antes y que ya compartieron pantalla en "La virgen de agosto" o en "Tenéis que venir a verla"– firman el guion junto a Jonás y dan vida a esta pareja protagonista formada por Ale y Álex, quienes tras casi quince años de relación deciden comunicar a su entorno más cercano que se separan celebrando una fiesta, festejando el alejamiento, homenajeando la pérdida: una idea ligeramente contestataria en oposición al dramatismo que históricamente ha ido de la mano del amor romántico y las rupturas que nace de un comentario hipotético lanzado por el padre de Ale (Itsaso), y que se basa en realidad en un pensamiento fugaz emitido por Fernando Trueba, padre de Jonás, que en la cinta interpreta en armónica sintonía circular, al propio padre de Ale a través de un cameo magistral y tiernísimo ("El otro día en el Courrier International venía un reportaje a dos páginas con fotos a color sobre las fiestas rituales de separación con bailes y tal en Mauritania pero no estamos en Mauritania", espeta incrédulo y sardónico sentado en el jardín de su casa).
Intentando aislarnos de la plomiza calima que asola el cielo de un Madrid renqueante que todavía se resiste a despedirse del verano y ubicados en metafórica silueta de predisposición dialogada frente a la emblemática Basílica de San Francisco el Grande, lugar donde se encuentra la productora de Los Ilusos, nos disponemos a conversar sobre la progresión de los finales apoteósicos, cerrados y felices. Itsaso reconoce por su parte cuando preguntamos por una posible lectura de la cinta como una reivindicación en contra de los finales felices que "la película trata de mirar con cierta horizontalidad, madurez, naturalidad, el final de las relaciones ¿no? Creo que a lo mejor eso no es lo habitual. Siempre decíamos Vito y yo que en las últimas pelis que hemos hecho de pareja parecía que estábamos retratando parejas en unos estados intermedios cotidianos y que normalmente el cine se centra en retratar o el principio del amor o el final de éste de una manera muy dramática. Aquí intentamos no dramatizar tanto, aligerar y sin embargo, mantener ese romanticismo. Yo creo que no es una peli tampoco pesimista, sino que cree en el amor-repetición y en el amor en pareja. Tal y como yo lo veo, "Volveréis" está en el fondo desdramatizando los finales", señala la también directora de "Las chicas están bien" (producida además por Los Ilusos) en clara referencia a un concepto filosófico de Kierkegaard que se maneja en la historia.
"El amor-repetición es en verdad el único dichoso porque no entraña, como el del recuerdo, la inquietud de la esperanza ni la angustiosa fascinación del descubrimiento, ni tampoco la melancolía propia del recuerdo. Lo peculiar del amor repetición es la deliciosa seguridad del instante", lee cadenciosamente el personaje de Itsaso en una escena de la película cargada de significado subrayando las ventajas del amor acostumbrado, de ese tipo de amor sabido de memoria que no precisa de la desestabilización de lo nuevo para completarse o consolidarse. Sintonizados con el aire de los tiempos, Los Ilusos vuelven a encomendarse a esa esencia señalada del género clásico pero apostando por una pequeña vuelta de tuerca conceptual, transformando el motor trágico del fin del amor en movimiento cómico y alumbrador tan representativo del comienzo de lo nuevo. Pero sin frivolizar con el proceso de separación, porque sigue habiendo dolor, sigue habiendo herida y sigue existiendo un poso evidenciado de tristeza compartida. Porque como dice el hermano de Ale, "separarse no es divertido, separarse es una puta mierda".
"Hay algo bonito en el que acto de celebrar las cosas que no han salido bien pero han merecido la pena"Vito Sanz
Por su parte, Trueba señala que "es muy difícil dentro del Hollywood de las comedias de amor clásicas encontrar alguna que no acabe bien. Nosotros lo llegamos a debatir y a dialogar mucho construyendo la película porque en el cine contemporáneo de hoy y tal y como lo hacemos nosotros, nos cuesta creernos este tipo de finales felices. Es curioso sin embargo porque yo a lo largo de mis películas siempre he intentado en el fondo que los finales lo fueran, que salieras de la película con ganas de vivir". Y avanza pensativo: "Hay una reflexión ahí interesante que yo me la hago todavía, fíjate. Muchas de estas películas tienen finales, como dice Itsaso, casi orgásmicos, catárticos. O sea, por ejemplo, “Historias de Filadelfia”, tiene uno de los finales más increíbles de la historia del cine, ese momento en el que ellos vuelven para casarse y te da un subidón tremendo. Algo que también se aplica a "La pícara puritana", que tiene también un final feliz muy loco, muy genial, o "La costilla de Eva". Pero no puedes hacer una película exactamente como la hacían en 1940 y es como si ya no pudiéramos o mejor dicho, no nos atreviéramos a permitirnos un final así. Y me da pena. Porque tenemos un exceso como de pudor con respecto a ello".
Como apostilla Sanz (qué nivel tan elevado de identificación con el momento ""Soaring" qué significa?"), "hay algo bonito en el que acto de celebrar las cosas que no han salido bien pero han merecido la pena. Es muy interesante por otro lado ver cómo reacciona la gente, de qué formas tan distintas asume el final. Pienso en mi madre por ejemplo y en su reacción como espectadora cuando se enfrenta a las comedias clásicas de las que estamos hablando, entra en el viaje de la pareja protagonista y cuando llega el final hay algo de catarsis y de necesidad de que acabe bien. Siento que va buscando eso en los libros, en las películas. Hay algo adictivo en ello".
"En el cine se está trabajando sobre un romanticismo más consciente y más maduro"Itsaso Arana
Sumergiéndonos en la evolución narrativa del romanticismo en el cine Itsaso apuntala -aludiendo al final de "Vidas pasadas"- que "yo no encuentro por ejemplo especialmente dramático ese final y creo que en ese sentido, con esta película que comentamos, que sí estamos en el mismo tiempo. Somos cineastas del mismo momento, con todas las distancias evidentemente. Pero pienso que se está trabajando sobre un romanticismo consciente y más maduro. Y también sobre un posromanticismo, en el sentido de pensar que el romanticismo nos ha hecho mucho mal y nos ha generado estas adicciones y estos relatos ficticios frustrantes en la realidad. Es extraño, porque parece como que el romanticismo fuese anacrónico ¿no? Cuando nos ponemos románticos volvemos a ser adolescentes otra vez y se nos olvida toda la civilización, todo lo que sabemos que nos viene mal. Hay algo ahí adictivo y de ensoñación. Pero creo que hay una segunda capa en la que sabemos que eso tiene su cara B y aquí en esta peli no estamos prometiendo un romanticismo ligero sin más, sino uno más maduro, de segunda vuelta, que tiene que ver con el amor tras la decepción. ¿Continúa o no? Siempre hay una decepción en una relación real".
Los 114 minutos que dura la cinta suceden a favor de la resolución del fin. Es decir, en todo momento asistimos a los pormenores cotidianos de gestión de la promesa: en este caso, celebrar la fiesta de su separación y comunicárselo a los amigos y a la familia, interiorizando las diferentes reacciones, desmadejando de una forma muy velada los motivos que han podido llevar a la pareja a tomar esa decisión. "Partíamos de una premisa muy clara, de una idea que me traslada mi padre hace años y que yo sentía que contenía en sí misma una película, sin saber muy bien a dónde nos iba a llevar", indica Trueba sobre el proceso de creación.
"Desde el principio lo viví como un gesto muy generoso por parte de Jonás, un regalo realmente. Pero a mí me daba cierto vértigo también porque aunque llevamos muchos años trabajando juntos no sabía cómo íbamos a entendernos en este área concreta tan imponente de la creación de un guion conjunto. Teníamos un bagaje grande con otras películas construido a base de hablar mucho, de tener muchas conversaciones, pero fue un reto también no simplificar la historia. Conseguir que calara, que no se quedara en la frivolidad de una separación sin más, que no se relativizara y que lográramos llegar a punto en el que se entendiera bien el peso que se esconde debajo de las decisiones que toman los personajes que habíamos escrito", explica Vito, actor que lleva participando en las películas de Trueba junto a Francesco Carril desde el principio, sobre el nivel de implicación personal que lleva inevitablemente aparejado el ejercicio creativo de Los Ilusos: trabajar de forma cooperativa, pensar en colectivo, sabiendo que estás produciendo con amigos, con parejas, con familia, desde hace mucho tiempo, ser consciente de que el set de rodaje puede llegar a parecerse mucho a una prolongación del salón de casa o del bar en el que estuviste el fin de semana pasado. "Nuestra forma de entender el cine es arriesgada pero bonita. Ver las pelis de Los Ilusos para mí es como abrir un enorme álbum de fotos familiar", completa.
"Siempre he confiado en la idea de que cuanto más personal te pones en tu forma de asumir el trabajo como actriz, ya sea en el teatro o en el cine, más reverbera todo en los demás. Confío en eso. Hay una tecla de lo humano que si la tocas y lo haces con honestidad, es muy difícil que no llegue. Y en ese sentido creo que hay como una frecuencia que tocamos siempre nosotros que es muy expuesta, porque nos transparentamos mucho y ofrecemos ahí una parte de nuestro corazón por si alguien lo ve", añade lúcida Itsaso. "También estaba el reto de estar retratando a una pareja que no entiendes bien por qué se separan y sin embargo, al poner el cuerpo -y eso es lo hermoso que tiene la actuación, que no puedes separar lo humano- lo comprendes. Eso creo que en general, en todas tus pelis hemos trabajado a ese doble nivel de aparente ligereza y temas hondos. Aquí esa balanza estaba en la epidermis de la historia, ese doble nivel. Acabo de pensar que nunca lo he dicho en ninguna de las entrevistas, pero yo reconozco cuando recibo tu invitación sentí mucho miedo, no por el trabajo de guionista, que ya lo habíamos hecho en "La virgen de agosto", no por volver a rodar con Vito que ya es la tercera vez que lo hacemos como pareja, sino por el tema de la separación. Muchas veces el cine que hacemos nosotros es un "cine güija", un cine premonitorio. O haces las cosas para espantarlas y que no te pasen o haces las cosas y acaban pasando. Entonces reconozco que hablar de la separación me daba bastante vértigo. Luego fui entendiendo que la película es era mucho más que eso. En el fondo habla más del cine, habla más de la herencia cinematográfica, de la familia, del amor, de Jonás".
"Quiero no envilecerme, saber mantenerme fiel a la costumbre de hacer películas"Jonás Trueba
Y de la crisis, también de la crisis. Concretamente la de los 40 y esa nostalgia digerida desde un punto de no retorno de la etapa adulta. No volveremos a ser jóvenes ni a querernos con la misma intensidad que depositamos cuando lo éramos. "Se han diversificado los modelos de vida y también de relación, pienso. Y al mismo tiempo creo que todo el mundo sigue necesitando ser amado, ser visto, ser reconocido por otra persona y que es un privilegio crecer con alguien y la vida en pareja, si está bien llevada, creo que te lleva más lejos que haciéndolo solo. Con los demás siempre llegamos más lejos. Y también creo que sigue habiendo un reloj social que marca nuestros actos y que en el caso de las mujeres sigue siendo más fuerte todavía a la hora de hacer las cosas cuando se supone que tocan", afirma la intérprete navarra. Asimismo Trueba, defiende la idea de que "ahora en la sociedad española ya no hay ese peso del matrimonio visto desde un punto de vista católico. Ha perdido relevancia para bien, creo yo. Hilando con esto que estamos comentando yo intento pensar que no pasa nada por estar "llegando tarde" a las cosas, que no es malo. Mismamente al cine. Hay que relativizar los ritmos, porque todos son válidos. Pero aquí en esta película sí que éramos conscientes de que la pareja es hoy algo que en nuestra generación vemos claramente que duran menos, que se han cuestionado mucho los modelos relacionales y lo entiendo. Pero yo todavía me emociono profundamente cuando me encuentro con una pareja de toda la vida, que lleva muchos años juntos y que aunque habrán tenido sus problemas, siguen unidos y discuten apasionadamente y se reencuentras en las discusiones y en las conversaciones. Para mí es un ideal".
El cine, sigue operando para los tres, como un gran depositario de esperanzas y anhelos, como un lugar de conquista eminentemente salvífico y redentor que arde sin quemarse, un pequeño espacio protegido y asimilado de manera sensible e independiente alejado de la intoxicación de la industria. "Quiero no envilecerme, saber mantenerme fiel a la costumbre de hacer películas y saber cómo reciclarme a mí mismo y a los materiales de mi propia vida", remata el director. Cuando suena la última canción de "Volveréis" que anuncia el final de la fiesta y van apareciendo los créditos de manera sucesiva, quieres seguir dentro. No sientes que sería mejor estar en otro lugar, ni ser alguien distinto. Y tal vez eso sea lo más parecido, lo más próximo, a un final feliz.