
Patrimonio
El imponente molino de viento como los de "El Quijote" y no es de Castilla-La Mancha
Ideado para moler el cereal, fue en el siglo XVI lo último en tecnología agrícola, y hoy se ha convertido en un importante atractivo turístico

En estas líneas de LA RAZÖN estamos intentando acercar al lector cada fin de semana el rico y variado patrimonio histórico, artístico o religioso pero también el civil existente a lo largo y ancho de las nueve provincias de Castilla y León. Una comunidad formada por dos antiguos Reinos, el de Castilla y el de León, con un legado sin igual forjado a lo largo de los siglos, buena parte del cual ha llegado hasta nuestros días para disfrute de quienes quieran verlo.
Monasterios, conventos, catedrales, basílicas, pero también iglesias y pequeñas ermitas rurales dan fe del extenso patrimonio religioso en todos y cada uno de los 2.248 municipios de la región, al que hay que sumar los castillos, puentes romanos y ferroviarios más recientes, murallas, bodegas, palacios, casonas, e incluso palomares, depósitos de agua o molinos hidráulicos e incluso de viento, testigos de lo que ha sido la vida de nuestros antepasados.
Y es que en una tierra agrícola y cerealista como esta, los molinos, tanto los movidos por a fuerza del agua de los ríos en los que se situaban o los que se acconaban mediante la fuerza del viento, fueron indispensables desde la Edad Media en estos lares, al menos que se sepa por documentos históricos que se conservan, ya que podría tener más años incluso.
La provincia de Valladolid pero también la segoviana son dos de las zonas cerealistas de referencia de la comunidad, donde existía una industria artesanal y alimenticia dirigida, sobre todo, a cubrir las necesidades primarias de los que vivıan y trabajaban en sus pueblos durante la pasada centuria.
Y dentro de esta industria, la harinera y la molinerı́a han tenido desde el Medievo un gran peso, a través de unos molinos harineros que siguieron funcionando para lo que se idearon y se construyeron hasta más de la mitad del siglo XX, que no era otra cosa que para moler el cereal. Y hoy se conservan algunos -otros muchos son ya solo ruinas- y se han convertido en atractivo turístico.
Solo en la comarca vallisoletana de Peñafiel se llegaron a contabilizar durante el pasado siglo hasta siete de estos molinos, aunque en este caso hidraúlicos, que producı́an energı́a mediante piedras movidas por el agua.
Uno de ellos estaba junto al curso del rı́o Duero: la aceña de Curiel, mientras que el resto estaba dispuesto alrededor del curso del rı́o Duratón, que atraviesa la localidad: el molino de San Pablo, el de Arenillas, el de Requejo, el Molino de Palacios, el de San Miguel y, finalmente, el Molino Lobo.
Pero en esta información queremos hace más hincapié en los molinos de viento, uno de los iconos más reconocibles de Castilla-La Mancha gracias a Miguel de Cervantes Saavedra, y su universal obra de “Don Quijote de la Mancha”, escrita en pleno Siglo de Oro, en la que el ingenioso hidalgo se enfrenta en un combate desigual a varios molinos de viento que, en su delirio, confunde con peligrosos gigantes.
Pero no hablaremos de los molinos manchegos, sino de los castellanos y leoneses, algunos de los cuales son tan antiguos como mínimo como tres de los más famosos de Campo de Criptana (Ciudad Real) y que pueden verse en la de Sierra de la Paz (Burleta, Infante y Sardinero) fechados en el siglo XVI.
Es el caso del molino de viento de Cuéllar, localidad segoviana popularmente conocida por las joyas arquitectónicas de estilo mudéjar que alberga en su casco histórico y monumental pero también por los encierros que celebra cada año a finales de agosto en sus fiestas y que están considerados como los más antiguos de España.
Se trata del molino de "El Cubo", llamado así por su forma circular, del que se desconoce su fecha de construcción aunque sí que se sabe que al menos ya existía en el siglo XV, o lo que es lo mismo, en la época de los Reyes Católicos, según se desprende de un antiguo documento que se guarada en el cuellarano Archivo de la Casa Ducal de Alburquerque, que ha permitido conocer la existencia en dicha Villa de este molino de viento. Fue una carta de venta otorgada en Cuéllar el 14 de junio de 1496 por don Gómez de Rojas, regidor del concejo cuellarano, en favor de don Francisco Fernández de la Cueva, Duque de Alburquerque, señor de la Villa, en la que sale a colación dicho molino de viento.
"...nos los dichos gomes de rojas e maría de torres, su muger, juntamente vendemos por juro de heredad para siempre jamás al ylustre e muy magnífico señor el señor don francisco ferrandes de la cueva, duque de alburquerque, conde de ledesma e de huelma, nuestro señor, el molino de viento que nos tenemos e poseemos en término desta villa de cuéllar, que es en el arraval desta dicha villa de cuéllar e con fasta dos obradas de tierra, poco más o menos, que están juntas con el dicho molino, las quales dichas tierras están dentro en el bosque que el dicho señor duque tiene fecho junto con el dicho molino... ".
Y en el año 1535 el concejo de Cuéllar entregó a Juan de Agüero una tierra concejil sita en el término de Vallelado, a cambio de otra "tierra que dexó a la villa al molino de aviento".
Por ello, podría decirse sin ánimo a equivocarse que este molino de viento es más antiguo, como mínimo de Castilla y León, y podría decirse también que de España a la par que los manchegos pero siempre con permiso de algunos de los existentes en la provincia de Valladolid en lugares como Castromembibre, Aguilar de Campos, Valduncillo Moral de la Reina, Palazuelo de Vedija, Villagarcía de Campos, Medina de Rioseco, Villabrágima o Villardefrades, entre otros, o como el de Campaspero, también tierras vallisoletanas pero muy cerca de Cuéllar.
Si bien en el caso de este último se dice que más que un molino de viento fue en su día una construcción hecha con piedra de la zona que stenía como misión sacar agua de un pozo. Como una bomba de agua que se movía gracias a la fuerza del viento.

Y es que, según se puede leer en un artículo de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, el hallazgo de este documento del siglo XV en la localidad segoviana de Cuéllar permite constatar por primera vez la existencia de molinos de viento en la provincia de Segovia, lejos de los famosos molinos de viento de La Mancha.
[[H2:Una singularidad única]
El molino de El Cubo perteneció ininterrumpidamente a los sucesivos duques de Alburquerque, hasta el año 2007 en que su entonces propietario, Juan Miguel Osorio y Bertrán de Lis, XIX duque de Alburquerque, hizo donación a la villa de Cuéllar de la Huerta del Duque, y actualmente es un jardín y una zona de recreo, que en otro tiempo fue el bosque del castillo de Cuéllar, en el que se encuentra integrado el molino, según se informa desde el Ayuntamiento cuellarana en su web turística.
De planta circular y con una única puerta de acceso, algo singular y característico en los molinos de viento de Castilla y León, tiene seis metros y medio de altura y cinco y medio de diámetro, de los que 1,70 metros corresponden al grueso de los muros, dejando un espacio interior de 3,70 metros.
La puerta de acceso es de arco de medio punto y se compone de hasta siete dovelas de piedra caliza procedentes de las cercanas canteras de Campaspero. Posee dos pequeñas ventanas, abiertas en época posterior, y en el segundo piso aún conserva los cuatro mechinales de las vigas de soporte de las muelas.
La parte superior está desmochada, además de que falta el tejado y las aspas que accionaban el mecanismo de molienda. Pese a ello, se trata de una magnífica construcción que se ha convertido en foco de atracción turística, testigo mudo de las labores agrícolas, la tecnología punta de la época en estos lares castellanos así como de la historia viva de nuestros antepasados.
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