Escrito en la pared

Sesgo de confirmación

Algunos creen que las universidades son sólo centros de formación profesional y pretenden vincular su financiación a ese sesgado indicador del empleo de sus egresados

Las comparaciones son odiosas, pero algunas, basadas en datos estadísticos a los que se atribuye una objetividad fuera de toda duda, lo son más que otras. Ello es así cuando entre los elementos comparados existe algún sesgo de confirmación, sencillamente porque se confrontan conjuntos no homogéneos en cuanto a su composición. Un caso típico es el de la inferioridad salarial de las mujeres frente a los hombres, lo que refleja sustancialmente la diferente distribución profesional y sectorial del empleo entre ambos colectivos. Pero para los interesados en difundir la idea de la desigualdad de género esto último se obvia y se toman los datos de la manera que confirmen su prejuicio. Es cierto que establecer los elementos que son comparables porque carecen de ese sesgo es una operación estadística que requiere el empleo de técnicas más bien sofisticadas, lo que no siempre es fácil.

Señalo esto porque hace unos días se han difundido los datos más recientes del Sistema Integrado de Información Universitaria, dependiente del ministerio del ramo, según los cuales los alumnos formados en los centros privados están mejor remunerados que los egresados de los públicos. Este resultado procede de una comparación global de las cotizaciones a la Seguridad Social entre ambos tipos de titulados a los dos años de su graduación. Sin embargo, un examen desagregado de los datos muestra que tal diferencia carece de significación entre los que han estudiado humanidades, ciencias o carreras sanitarias, lo que enseguida apunta a la existencia de un sesgo de confirmación en este asunto. Ello es así porque la variedad de titulaciones ofertadas en las universidades públicas es muy superior a la de las privadas y ello hace que se comparen churras con merinas. Además, resulta que tal diferencia se difumina a partir del cuarto año de la carrera profesional de los universitarios. Y lo mismo ocurre con otros aspectos de la empleabilidad, como las tasas de contratación indefinida o a tiempo completo.

Lo malo de todo esto es que algunos creen que las universidades son sólo centros de formación profesional –obviando su papel crucial en el progreso de la ciencia– y pretenden vincular su financiación a ese sesgado indicador del empleo de sus egresados. Un error que habrá que rechazar.