
El canto del cuco
No hay tregua en Navidad
Los errores y los abusos del Gobierno de Sánchez se acumulan. Su cena familiar de Navidad –laica, por supuesto– se presenta este año menos relajada que otras veces, con los mastines de la Justicia rozando los tobillos de varios comensales
En la contienda política no hay tregua navideña en España. Ni siquiera es posible ponerse de acuerdo sobre lo que nos está pasando. Nadie atiende a razones. Las posiciones estan enfrentadas. En un bando piensan que el Gobierno de Sánchez es una calamidad pública envuelta en corrupción, sin nada digno ni aprovechable, una verdadera amenaza a la convivencia democrática. En el otro lado echan la culpa de todo a la derecha, manejada por la ultraderecha, que no se resigna a la pérdida del poder y se dedica a acosar al Gobierno utilizando los bulos con la connivencia de algunos jueces «fachas». Lo que para unos es blanco, para otros es negro. No hay grises, no hay matices, no hay diálogo. Desde miles de ordenadores se dictan cada minuto sentencias de culpabilidad contra los que no son del bando propio. Seguimos, pues, a garrotazos entre los árboles iluminados de la Navidad.
El anuncio gubernamental de convertir el año 2025 en una jubilosa celebración de la muerte de Franco hace medio siglo, dentro de la recuperación de la memoria histórica, no ayuda precisamente a la concordia nacional. La descristianización del Valle de los Caídos, tampoco. El propósito oficial de minimizar la importancia de la Transición como clave del histórico cambio democrático no hace más que ahondar las diferencias hasta hacerlas casi definitivas. El hecho de que el Gobierno comparta más las cuestiones de Estado con Bildu, heredero político de ETA, que con el Partido Popular, la fuerza democrática mayoritaria de España y de la Unión Europea, es mucho más que una llamativa anomalía. Es un error. El Duque de Lévis, el de «nobleza obliga» escribió: «Los grandes Estados pueden soportar grandes abusos; son los grandes errores los que los hacen perecer».
Los errores y los abusos del Gobierno de Sánchez se acumulan. Su cena familiar de Navidad –laica, por supuesto– se presenta este año menos relajada que otras veces, con los mastines de la Justicia rozando los tobillos de varios comensales. Desde el Gobierno se niegan las fechorías descubiertas con el argumento de que no hay pruebas, de que se trata de bulos contra Sánchez. Pero el Tribunal Supremo ha pedido el suplicatorio para procesar a Ábalos, el hombre clave en su Gobierno y en su partido, el encargado de llevarle a él de la mano a La Moncloa. Este caso, que presenta múltiples ramificaciones, no se resuelve con un pacto de silencio. Hay una pregunta clave en todo esto: si hay un corruptor, ¿quiénes son los corrompidos? Sin responder a eso no puede haber tregua de Navidad.
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