
Tribuna
Guerras y fronteras
En las dos guerras actuales más seguidas por la opinión pública todo apunta que se cumplirá el precedente. Ucrania perderá territorio, Israel lo ganará

Quizás no siempre lo tenemos presente, pero todas las guerras acaban con cambios de las fronteras. El perdedor cede territorio, el ganador lo contrario, pero también países terceros pueden beneficiarse. Estos cambios de fronteras pueden ser definitivos o no, en este caso son la simiente de una próxima guerra. Conflagraciones grandes o pequeñas, mundiales o regionales, la ganancia o pérdida de territorio define los resultados para los países enfrentados. Siempre ha sido así. Hoy lo será también.
En las dos guerras actuales más seguidas por la opinión pública todo apunta que se cumplirá el precedente. Ucrania perderá territorio, Israel lo ganará. Esto ya lo sabemos. Para empezar, la guerra en Ucrania empezó por una invasión rusa, que había sido precedida por la anexión de Crimea en 2014, junto con una guerra en las cuatro regiones ahora anexadas. Sin embargo, el motivo principal esta vez no era solo aumentar territorio a las zonas de población de habla rusa, sino sobre todo evitar la incorporación de Ucrania a la Unión Europea y a la Alianza Atlántica. En estos extremos no es claro que Rusia resulte ganador, de momento al menos.
Efectivamente, en esta guerra de momento la OTAN ha incrementado territorio. Finlandia, Suecia y el mar Báltico eran territorios neutrales antes de febrero del 2022. Hoy son territorio OTAN. Rusia tiene ahora más de 1.500 kilómetros de frontera con la Alianza que antes no tenía. A lo que hay que añadir un considerable aumento en gasto militar por parte de la Unión Europea, que acaba de anunciar 500.000 millones de euros adicionales en los próximos años, a los que tendrán acceso empresas norteamericanas, que ya se beneficiaron de la venta de gas perdido por Rusia. Un ganador claro de lo sucedido hasta ahora.
Todo esto hace muy complejo el final estable de esta guerra. Por un lado no es fácil que Ucrania recupere mucho territorio ahora ocupado por Rusia. En estos momentos son estos últimos los que están avanzando, con clara superioridad en el número de tropas y en la capacidad aérea de ataque. Como hace 60 años en Vietnam, Estados Unidos ha aplicado el concepto de guerra limitada, con los mismos resultados. La Unión Europea ha seguido esa misma estrategia.
Por otro lado, resultaría muy difícil para la UE aceptar una capitulación total ante Rusia, independiente de lo que pretenda la nueva Administración de Trump. Tampoco será fácil para Rusia aceptar una Ucrania más pequeña pero dentro de la UE y mucho menos dentro de la OTAN, quedándose a cambio con unos terrenos devastados, que en parte ya controlaba antes de 2022, una economía duramente castigada y con más de 700.000 bajas entre muertos y heridos. El esfuerzo económico ha situado su gasto militar en el entorno del 8% de su producción nacional, que le genera inflación y devalúa el rublo, a lo que hay que añadir una creciente dependencia de China. No es fácil anticipar un final estable y constructivo a esta guerra, aparentemente con los dos contendientes peor que al comienzo.
Al otro lado del Mediterráneo, Israel ha ganado militarmente en los tres frentes: Gaza, Líbano e Irán. Esta guerra con un ataque de Hamás, en una situación próxima a la asfixia de los dos territorios palestinos. Ahora es claro que Israel ocupará una parte adicional de Gaza y de Cisjordania, que acabará con nuevos asentamientos judíos. La viabilidad material de un Estado Palestino se ha reducido, con más del 80% de la infraestructura en Gaza destruida, sin perspectivas de recuperación. La pretensión de tropas internacionales en esos territorios para garantizar la convivencia resulta de momento una quimera, que ni siquiera los países del Golfo contemplan.
En el Líbano, es posible que Hizbulá sobreviva como ente político. Otra cosa será su capacidad militar. Israel mantendrá una presencia en ese territorio que antes no tenía y una posible influencia política en el Líbano, no distinta de la que durante años tuvieron Siria e Irán. Este último no ha perdido territorio, pero sí sus más importantes aliados: Hamás, Hizbulá y Siria. Veremos qué les pasa a los iraníes, chiitas, rodeados de sunitas y una economía comatosa.
Israel además ha reaccionado a los recientes cambios en Siria aumentando su ocupación, incluso más allá de la zona desmilitarizada. Así, no hay duda de quién ha ganado y perdido en esta guerra. Otros jugadores como Turquía, los kurdos e incluso Arabia Saudí, todos ellos más o menos enfrentados a Irán, pueden ganar algo con la nueva Siria, que nadie sabe si será viable o no. Rusia no ha podido jugar un papel en estos acontecimientos, un coste más de su aventura en Ucrania.
Por desgracia, el pueblo palestino es el gran perdedor una vez más, con Tel Aviv victoriosa y más nacionalista que nunca. El riesgo es una situación ingobernable en los Territorios Palestinos. Aunque queda por ver si eso no es lo que se busca para producir un éxodo masivo, que afectaría sobre todo a la UE, que carece de relevante influencia en la zona. Al contrario que en Ucrania, Israel ha actuado sin límites desde sufrir el ataque del 7 de octubre de 2023. El respaldo norteamericano tampoco los ha tenido. El único pasivo será el prestigio internacional del Estado judío. Pero como decían los romanos «¡Ay del vencido!».
Rodrigo Ratofue vicepresidente del Gobierno y director gerente del FMI.
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