
Pandemia
Qué fue la enfermedad mortal del «sudor inglés»
Una enfermedad que asoló el norte de Europa y provocó, de alguna manera, el Cisma de Inglaterra

Echamos la vista atrás y nos atemorizamos e inquietamos por todo lo vivido -y padecido- durante la pasada pandemia del Covid. Madrid, como el resto de España y el mundo tuvo que enfrentarse a una enfermedad desconocida y mortal con las pocas armas que la ciencia y la investigación iban proporcionando.
Nuestros avances científicos no fueron suficientes y millones de personas fallecieron... Frente a ello, ante otras pandemias padecidas en el mundo, los gobernantes y los pueblos se encontraban mucho más indefensos. Algo similar sucedió hace relativamente poco tiempo, a principios del siglo XX con la mal llamada «gripe española», pues en realidad el nombre le viene por el buen hacer de los médicos españoles, que la identificaron frente al desconcierto y mala investigación fuera de nuestras fronteras. Respecto al mal que nos ocupa, una situación similar tuvo lugar en otros territorios, con esta enfermedad conocida como «sudor inglés». Una pandemia, apuntan algunos, que comenzó en Milford Haven a principios del reinado de Enrique VII, entre su ascensión al trono, el 7 de agosto de 1485, y antes de la batalla de Bosworth, el 22 del mismo mes. Miles de personas fallecieron en todo el reino por una pandemia que muchos relacionan con las aguas fecales y la falta de higiene, además de con las ratas que crecían por doquier.
En la capital, Londres, estalló la epidemia con la llegada del rey el día 28, provocando una gran mortandad. A ellos se unió la falta absoluta de medidas sanitarias. incluso de salud pública, pues la ciudad era poco más que un estercolero sin medidas de higiene en sus barrios más allá de la fuerza el río Támesis para alejar la inmundicia. Mientras, en otros territorios meridionales, algunos respiraban tranquilos. Buen ejemplo de ello es la poca incidencia que tuvo en la capital del Imperio, Madrid, que seguía su vida ajena a esa debacle sanitaria inglesa.

Esta alarmante enfermedad, que pronto se conoció como «sweating sickness» (enfermedad del sudor), era muy diferente a la peste conocida entonces, no solo a causa de sus síntomas, sino también por su muy rápido y a menudo mortal curso. Muchos se acostaban con calor y sudor y morían durante la noche.
El brote de 1528 pasó del Reino Unido a Hamburgo, donde provocó más de un millar de muertes en una semana. Se extendió a Suiza, hacia el norte a Dinamarca, Suecia y Noruega y hacia el este a Lituania, Polonia y Rusia. También apareció en Bélgica y los Países Bajos, probablemente por transmisión directa desde Inglaterra, puesto que apareció simultáneamente en las ciudades de Amberes y Ámsterdam. En cada lugar la infección no duró más de un par de semanas y antes de finalizar el año había desaparecido, excepto en el este de Suiza, donde permaneció hasta el año siguiente. Después, no volvió a aparecer en la Europa continental, donde se la conoció como «peste inglesa».
Una enfermedad que tuvo también consecuencias históricas. El «sudor inglés» acabó con Arturo Tudor, heredero al trono de Inglaterra por delante de su hermano Enrique VIII y primer marido de Catalina de Aragón. Es pura fabulación, pero cabe pensar que el futuro de la Iglesia católica y la iglesia de Inglaterra no habrían sido como fueron, cismáticas, si el «sudor inglés» no hubiera trastocado el tablero de la historia.
España, por esta vez, se mantuvo a salvo de esta enfermedad conocida también, en su última réplica, como «sudor de Picardía» por tener su origen en esta región de Francia. En esta ocasión se extendió por Italia y Alemania con unas características parecidas al «sudor inglés», aunque afectaba durante un período de una a dos semanas y era menos mortal. Un mal que los cronistas, al menos en Madrid, se saltaron.
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