Francia
Vargas Llosa los cadetes de Lima cumplen medio siglo
«La ciudad y los perros». ED. CONMEMORATIVAMario Vargas LlosaRAE / alfaguara768 páginas. 12,90 euros.
A Mario Vargas Llosa no le hacen falta guiones para embolsillarse a un auditorio. Recordada por un maestro de la narración, como si estuviera contando uno de los cuentos de su amada Sherezade, una anécdota reduce un escenario solemne a risas cómplices y da cuenta de su enorme humanidad. Iba ya cerrando su discurso el novelista peruano ayer, en la Real Academia Española, cuando citó una conversación con Gallimard. El editor que publicó en Francia en 1966 «La ciudad y los perros» le dijo que le había encantado el final, con el Jaguar –uno de los cadetes protagonistas– asumiendo un crimen no cometido como suyo para reforzar su liderazgo. Vargas Llosa le corrigió: es que sí que había cometido el crimen. Y el editor arremetió sin dudar: «¡Ah, no, no! ¡Usted no ha entendido su novela!». Calmadas las carcajadas, el Nobel peruano aseguró con modestia: «Desde entonces, siempre pensé que su interpretación era muy interesante».
Cuidada edición
Lo contaba a cuenta de las mil lecturas posibles de una novela convertida en clásico contemporáneo, la primera que publicó en 1962, cuando aún era un aspirante a escritor, con la que ganó el premio Biblioteca Breve de la RAE y conquistó a Carlos Barral, a la crítica y al público de unos cuantos plumazos. Había nacido un novelista, y medio siglo después, la Docta Casa lo celebra con una edición conmemorativa, un volumen editado a fondo –hasta se han incorporado las nuevas normas sobre ortografía– y prologado por estudios y textos de Marco Martos, José Miguel Oviedo, Víctor García de la Concha, Darío Villanueva, José María Valverde y Javier Cercas, entre otros, además de incorporar una bibliografía y un glosario e índice onomástico. A juicio del novelista, «una edición espléndida, cuidada, elegante, presentada magníficamente», y «sin erratas, casi un milagro en el mundo editorial».
El retrato del Jaguar, del Esclavo, de Porfirio Cava, un grupo de jóvenes cadetes de diferentes estratos sociales en el Colegio Militar Leoncio Prado, surgió en Madrid, en 1958, donde Vargas Llosa estaba recién llegado con una beca. En 1962, la obra estaba lista, pero problemas con la censura –siempre absurda; el autor recordó con humor que una frase no colaba porque atribuía a un coronel «vientre de ballena»; pasó la criba al cambiar la descripción por «vientre de cetáceo»– retrasaron su publicación un año. Vargas Llosa aseguró que volver a reeler aquellas páginas, cosa que no suele hacer, «me produjo una gran nostalgia de la época en que se escribió la novela y lo que significó para mí: fue mi primera obra ambiciosa». Pero no por casualidad. Así, subrayó como «para entonces yo ya sabía que lo que me gustaba en la vida era leer y escribir, pero entonces no me imaginaba que algún día podría dedicarme a ser escritor». Ya ven.
La huella de Faulkner
Vargas Llosa enumera con seguridad los autores que han marcado su obra, sobre todo al comienzo: un arco que va de las lecturas de caballerías, en concreto «Tirant lo Blanch», a la nueva narrativa americana, como Dos Passos y, sobre todo, Faulkner (dcha.): «Su influencia fue enorme. Es el primer escritor al que leí con lápiz y papel, deslumbrado por la estructura de sus historias», recordó.
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