Yerma solo quiere ser libre
Con esta “Yerma”, el Teatro Lliure produce por primera vez un Lorca, una pieza que dirige Juan Carlos Martel y protagoniza María Hervás
Creada:
Última actualización:
La última pieza que puso en peligro a María Hervás fue Jauría. Un viaje en el centro de La Manada del que le ha costado año y medio recuperarse. «Al final estuvimos más de tres años girando y me pasó factura». La actriz se repetía que estaba «bien», reconoce, pero la recreación de aquel juicio y meterse en la piel de la víctima una noche, otra y otra le «traspasaba» más de lo imaginado. Las cervezas con las que celebraba cada función eran placebos que no podían neutralizar la «mochila de oscuridad» que llevaba encima. Y ha sido todo ello lo que ha llevado a Hervás a aplazar su vuelta a los escenarios hasta ahora, hasta coger fuerzas, «hasta que he encontrado otra historia que me ponga en peligro, que me haga temblar los huesos», explica de la Yerma que presenta mañana en el Teatro Lliure de Barcelona (del 13 al 22 de enero estará en el María Guerrero de Madrid) de la mano de su director, Juan Carlos Martel.
Anticipa la protagonista que va a ser una función «incómoda», con momentos «en los que el espectador querrá mirar a otro lado», comenta Hervás de unas escenas en las que la violencia machista le ha conectado por momentos con aquel acoso de Jauría. Pero el idilio de la actriz con Lorca, su primer Lorca, es capaz de sobreponerse a cualquier dolor: «Estoy “lorcaholic”. Estoy enamorada de Federico, casi como quien tiene una religión o un gurú». No para de leer sobre el poeta. «Ya no quiero decir otras palabras que no sean suyas». En este caso, las de Yerma, «una flor abierta, pero también una herida que no cierra y que supura. El grito urgente por vivir. Es férrea y no se adapta, es cabezota, temperamental... Un toro bravo», afirma de su personaje, epicentro de un reparto que se completa con Joan Amargós, David Menéndez, Bàrbara Mestanza, Isabel Rocatti, Yolanda Sey y Camila Viyuela.
Es el elenco que ha reunido Martel para levantar a cuatro bandas a un autor que le «revuelve el pensamiento»: «Tiene las palabras que a mí no me salen, pero que describen lo que sientes y piensas. Me reconozco en él. Hasta en sus silencios. Y, en “Yerma”, proyecta cada uno de nuestros miedos». El director confiesa que siente la cercanía con Lorca en que ambos se enfrentaron «a un sistema que va más allá de mi comprensión y que, a nivel macro, te lleva a unos parámetros que terminan ahogando la posibilidad de crear de una manera libre. Todos estamos sometidos en este momento a una gran crisis que va de la sanitaria a la climática, económica o al canibalismo del capitalismo».
Martel encontró en la conferencia de Las nanas infantiles (1928), señala, el primer resorte de este montaje, que, como Hervás, supone su primer Lorca (sí había ayudado en direcciones de Bernarda Alba y Doña Rosita), además de convertirse también en la primera vez que el Lliure produce un montaje del poeta (sorprendentemente). «He querido bajar a la ribera de los juncos. Por debajo de las tejas amarillas. A la salida de las aldeas, donde el tigre se come a los niños –exponía Lorca en esa intervención en la Residencia de Estudiantes–. Estoy en este momento lejos del poeta que mira el reloj, lejos del poeta que lucha con la estatua, que lucha con el sueño, que lucha con la anatomía (...)». El poeta rompía con la creencia de las nanas como canciones para calmar. «Todo lo contrario», señala Martel, «eran composiciones que advertían de las tragedias que se vienen encima. En esa época recorría España con La Barraca y su alerta era sobre un país visceral, analfabeto y en el que nacer en un lado o en otro era crucial para el futuro de cada uno. Todas esas advertencias terminan sumándose a la genética española y así se justifica que vivamos a la defensiva».
Una lucha necesaria
La canción de cuna inicial, ¿De dónde vienes, amor, mi niño?, es el punto inicial de una función que traslada a hoy la batalla de Yerma, que, en palabras del director, «tiene todo el sentido del mundo». «En un momento como el actual, lleno de luchas medioambientales, feministas y socioeconómicas que el sistema reprime, conviene mirar a una mujer que brota vida por todos los poros y no encuentra más que muerte», zanja Martel de una pieza que se aleja de la idea que recientemente Ernesto Caballero ha expuesto en Madrid, donde se muestra a una Yerma totalitaria: «Aquí no, aquí es el centro de nuestras proyecciones más personales».
Así, el poema trágico no cambia, se conserva el original, ese conflicto interno de una mujer que quiere ser madre, pero no puede, y que vive esa frustración en un entorno en el que la maternidad es indispensable para una mujer casada; sin embargo, Mestanza reconoce haber cambiado su percepción de la historia: «He descubierto que busca un hijo como podría buscar otra cosa, busca una vida para no morir. Habla de la revolución, de lo que pasa cuando no nos conformamos». «El suyo es un combate por la libertad dentro de una atmósfera asfixiante. Quiere un niño para que viva la vida que ella no puede tener», añade Hervás.
- Dónde: Treatro Lliure, Barcelona. Cuándo: hasta el 16 de diciembre. Cuánto: de 10 a 29 euros.