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El clan de los Viyuela y su miedo atroz a la bomba atómica

Padre, madre e hijos se unen por primera vez sobre un escenario con un texto de De Filippo, “La paura”, que habla del miedo, en el Nápoles de los años 50, a sufrir una Tercera Guerra Mundial
Pepe Viyuela interpreta y produce un montaje en el que se transforma en Don Matteo, un padre que vive con miedo a casi todo
Víctor CasadoEFE

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Eduardo de Filippo (1900-1984) trabajó con sus hermanos Titina y Peppino, aunque esa pequeña compañía no tardó en disolverse. Sin embargo, la separación laboral de la estirpe no le interesa a Luis d’Ors. El director (y aquí también adaptador) prefiere quedarse con ese trabajo en familia de un actor, autor y humorista italiano que había heredado el oficio de un emblema de la actuación napolitana de finales del siglo XIX y principios del XX, su padre, Eduardo Scarpetta, personaje en el que Toni Servillo se introdujo para Qui rido io, que próximamente se estrena en España como Aquí me río yo. Ese ambiente de clan, al estilo de los De Filippo, es el que se vive estos días en el sótano del Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, pese a que de la sangre italiana no quede ni rastro entre los intérpretes. La sombra de Eduardo de Filippo sí está en la palabra, en La paura (Miedo), «una de sus obras menos conocidas», apunta D’Ors; sobre el escenario, el linaje es el de los Viyuela: padre (Pepe), madre (Elena González), hijo (Samuel) e hija (Camila)... Más amigos (Pepa Pedroche y Markos Marín).
Para el director, «era necesario trabajar con un elenco muy cohesionado», y González se emociona al presentar la pieza rodeado de todos los suyos –«me voy a poner a llorar», dice conteniéndose–. Habían cenado y comido mil veces, se contaron los avatares de cada uno sobre el oficio, pero nunca los cuatro habían trabajado juntos sobre las tablas, y lo hacen ahora con una comedia italiana de 1950 sobre la neurosis en la Europa de la posguerra, algo «que guarda correspondencia con la de nuestros días», presentan. «Puede ser muy actual porque el miedo es algo que no pasa de moda. Ya sea por una guerra, una pandemia o, simplemente, con respecto al futuro. Todo el mundo lo ha sentido alguna vez y la mejor manera de enfrentarlo es con humor», comenta Camila Viyuela de unos personajes entre los que es la madre de la función la que guarda las formas: «Todos esos miedos están justificados, pero si no los cortas te vuelves loco».
Durante el proceso de montaje, el equipo reconoce que «el estallido de la guerra de Ucrania cambió la perspectiva que teníamos». Dice D’Ors que cuando la leyó de primeras le pareció «muy divertida sin ser exactamente una comedia. Porque De Filippo es tragicómico, mezcla lo divertido y lo terrible, lo cruel y lo tierno. Pero con lo de Ucrania se perdió parte de esa diversión para entrar en un lado más dramático».
El sufrimiento por el temor al estallido de la bomba atómica en una incipiente Guerra fría y las consecuencias de una posible Tercera Mundial tienen en vilo al cabeza de familia: Don Matteo (Pepe Viyuela) es esclavo de un terror que no le da sosiego. Él, que ha sobrevivido a varias contiendas, al hambre y todo lo demás, vive ahora aterrado por el fantasma de la catástrofe que ha de venir, de la que se oye hablar por todos lados, en la radio, en la calle, en las casas de los vecinos... Ni vive ni deja vivir a los demás. Y Virginia, su mujer, (González), desesperada por la ruinosa situación a la que se ven abocados, decide consultar el caso con su hermano Arturo (Marín). Matteo no trabaja, no se preocupa de la casa, de nada, solo tiene ojos para la devastación. Tampoco deja que su hija, Evelina (Camila Viyuela), se case con su novio de toda la vida, Mariano (Samuel Viyuela).
Incluso tiene esos tics que nos resultan familiares a todos: «Se va a comprar provisiones y se hace con 1.500 rollos de papel, 800 litros de aceite y 500 quintales de azúcar...», enumera González. «Esa desmesura hace reír al público porque lo hemos hecho todos en momentos de crisis –apunta Pepe Viyuela–. El miedo nos lleva a la locura y a brutalidades. Enseguida nos ponemos nerviosos y caemos en excentricidades. Es curioso cómo una función de los años 50 ya hablaba del papel higiénico. Ahora nos da la risa, pero en el momento, no. La humanidad se deja arrastrar por el pánico». Y por ello el director de la pieza subraya «la importancia y necesidad del teatro»: «Nos permite alejarnos de la realidad para reír o llorar», afirma D’Ors.
Esa es la principal razón para levantar un título «oportuno», puntualizan. «De Filippo nos habla del miedo a la catástrofe. No da respuestas, aunque sí nos dice que “somos lo que creemos ser”. Generamos nuestra propia realidad», explica un director que ha tomado una decisión, cuanto menos, llamativa: los actores van con el libreto en la mano. Viyuela senior le echa un capote: «Hay que avisar de esto para que la gente sepa que va a una lectura, aunque vestida de otro modo. Desde el principio Luis pensó en ponerlo así sobre el escenario. Es un terreno fronterizo porque no es una lectura ni una función al uso. Esa presencia del texto es una forma de rendir tributo al dramaturgo. Vivimos un momento en el que el teatro está complicado, pero el deseo de contar historias permanece intacto. Mostramos de una manera particular que hacemos teatro, que se puede realizar de muchas maneras y, aun así, emociona porque es inmortal. Se trata de un montaje levantado como un boceto y donde el público tiene mucho que hacer, que imaginar», termina el actor.
Y D’Ors, por su parte, se justifica: «Es un capricho personal porque me gustan más los ensayos que las representaciones acabadas. No quería que se aprendieran el texto. Tienen más encanto así. Por un motivo artístico, uno puede imaginar su propia puesta en escena si la obra no está terminada, como cuando no te dan la comida masticada», defiende de una función en la que no hay balcones, sino imágenes de Nápoles; ni radio, sino una pegatina; o una mesa que podría ser de la propia sala de ensayos o de la función.
Anomalías que, para la benjamina del clan, suponen un «plus» de complejidad: «No estamos acostumbrados a esto porque no es una lectura habitual, es en acción. Tenemos el texto en la mano, pero también hay que mirarse a los ojos, meter la interpretación, no perderte en la lectura, estar pendiente de la silla que hay que mover...». Incluso el propio director interviene en este «ensayo abierto». Tiene su papel entre los actos y, además, el camerino está entre las butacas, abierto a todos: «Ves cómo se cambian, cómo se convierten en personajes, cómo cogen los objetos... Es una posibilidad de disfrutar de las tripas del teatro y de ver cómo se genera la ficción», dice Luis d’Ors.
  • Dónde: Teatro Fernán Gómez, Madrid. Cuándo: hoy y el 24 y el 25 de mayo. Cuánto: 18 euros.