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La nueva normalidad de Pepe Viyuela: «Soy pesimista con el humano. Cuando superemos todo esto puede que vayamos a peor»

El actor asegura que el confinamiento hizo saltar toda su agenda por los aires y ha sido «muy complicado» volver a organizarla
Daniel PérezEFE
La Razón

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Pillamos a Pepe Viyuela entrando a un hotel de Teruel, donde está rodando «García y García», que protagoniza junto a José Mota. Compagina este trabajo con las representaciones de «Esperando a Godot», que regresa el 3 de septiembre al Teatro Reina Victoria de Madrid. Asegura que el confinamiento hizo saltar toda su agenda por los aires y ha sido «muy complicado» volver a organizarla.
¿Cómo pudo seguir con todo lo que tenía planificado y cuadrar agendas?
Hubo un momento en el que parecía que no sería posible compatibilizar los proyectos. Y en algunos casos no ha sido posible atender a todo lo que ya estaba planeado antes del estado de alarma. Yo, por ejemplo, he tenido que pedir favores a la producción de este «García y García» para poder volver a Godot en Madrid. Pero esa es la parte buena de las dificultades, que ves que la gente está dispuesta a ayudar.
¿Se le está haciendo raro trabajar con las medidas de seguridad?
Se me hace muy extraño. Ha cambiado mucho en cuanto a la precaución, a las relaciones con los demás o en las distancias que tenemos que guardar. Muchas veces no nos vemos las caras antes de entrar al set o salir a escena. Y no me refiero solo a los actores, sino también a los técnicos, la dirección... Nosotros, los intérpretes, basamos nuestro trabajo en la comunicación. Y yo, en concreto, me caracterizo por mi gestualidad, y en eso la mascarilla es un obstáculo. Por otra parte, hay mucho miedo porque a la gente le está costando ir al teatro y no sabemos lo que va a pasar. Vivimos en un momento de caos. Nos hacen pruebas PCR por lo menos una vez por semana. Y en cada segundo te la juegas porque si un miembro del equipo da positivo el resto también tendríamos que aislarnos.
Es muy creativo, ¿alguna vez podía imaginar una situación como la actual?
Reconozco que cuando todo esto empezó no tenía ni idea de lo que se nos venía encima, ni en la duración ni lo que suponía. Pensaba que las cosas iban a ser muy diferentes y no creía que fuese a vivir lo que estoy viviendo ahora. Era inimaginable. Y aún me sorprendo mucho. Hay gente que dice que el confinamiento no volverá porque, por ejemplo, destruiría la economía del país, pero yo pienso que puede pasar de todo. ¡Quién nos iba a decir que un ser microscópico iba a darle una vuelta tan grande al mundo que conocíamos!
Usted es filósofo, una profesión que estaba «dormida» y la pandemia ha «despertado».
Creo que la filosofía siempre ha jugado un papel en la sociedad en la que ha hecho un llamamiento a la reflexión y a la calma, para no dar pasos en falso. En esta situación su valor se redobla para que no andemos como un pollo sin cabeza. El confinamiento ha permitido que tengamos tiempo para pensar y mirarnos como individuos e integrantes de la sociedad. Podríamos ser optimistas y creer que nos va a servir para que, una vez pasado el trago, vivamos mejor. Pero, lamentablemente, soy muy pesimista porque al ser humano incide en sus errores y no pienso saldremos reforzados. Incluso cuando superemos todo esto puede que el mundo vaya a peor.
¿Cuál es el peor comportamiento que ha visto durante la pandemia? Bueno, y dígame también el mejor para tener algo positivo
Para bien, creo que la ciudadanía ha demostrado una gran madurez a la hora de enfrentarse en una situación durísima. Nos hemos mantenido en casa, aunque luego nos hemos relajado un poco. Lo peor, quizá, y me duele decirlo, que la clase política no ha sabido estar a la altura. Ha habido un momento muy difícil y en las instituciones hemos vivido enfrentamientos muy gratuitos, e incluso cainitas, que no servían para dar la impresión de que todos remábamos en la misma dirección.
Ahora que está a punto de terminar el verano, ¿cómo ha sido el suyo?
Con mucho trabajo. Los proyectos que tenía antes del confinamiento se retomaron una vez acabado el estado de alarma. Ha sido muy entretenido, y he estado muy contento porque en mi entorno no hemos tenido casos graves de coronavirus.
Uno de esos proyectos, el de «Esperando a Godot», guarda ciertos paralelismos con la situación actual.
Cuando paramos la gira por el estado de alarma estábamos en Zaragoza. El mismo día en que suspendimos las actuaciones dimos una rueda de prensa y planteamos precisamente eso. En la función se habla de la vulnerabilidad del ser humano y la necesidad de inventar cosas para hacer menos tediosa la vida. Además, los personajes esperan a Godot y ahora hacemos lo mismo con una vacuna o algo que nos saque de esta situación. Ahora la lectura de la obra es bastante distinta que antes de la paralización.

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