Crítica de "Los pilares de la Tierra": Una catedral algo endeble
Estrenan en Madrid un musical basado en la novela de Ken Follett


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Obra: Los pilares de la Tierra. Libreto y letras: Félix Amador, apartir de la novela de Ken Follett. Composición: Iván Macías. Dirección escénica: Federico Barrios Fierro. Intérpretes: Teresa Ferrer, Cristina Picos, Javier Ariano, Noemi Mazoy, Julio Morales. Teatros EDP Gran Vía. Hasta el 2 de marzo de 2025.
Después de 7 años, y una inversión, dicen, de más de cuatro millones de euros, ha visto por fin la luz esta adaptación al teatro musical -la primera que se hace desde que se publicó el libro en 1989- del archifamoso best-seller ‘Los pilares de la Tierra’, del escritor británico Ken Follett. Madrid se convierte así en la primera ciudad donde puede verse esta producción original de Beon Entertainment.
Félix Amador firma un libreto en el que ha condensado muy bien las múltiples tramas de un novelón ambientado en la Edad Media, como todo el mundo sabrá, en el que convergen intrigas políticas, grandes pasiones, historias de aprendizaje o superación y pugnas de toda clase -a veces motivadas por la pura supervivencia- en el seno de las clases más desfavorecidas dentro de la rígida sociedad feudal del siglo XII. Y, como telón de fondo, la construcción de una gran catedral que supondrá, en el terreno de la arquitectura, la introducción en Inglaterra del estilo gótico, que ya había empezado a dar imponentes frutos en Francia y España. Todas las líneas argumentales están bien claritas y discurren, bajo la dirección de Federico Barrios Fierro, discurren raudas y tensionadas de principio a fin.
Menos redonda es la labor de escritura de las letras de las canciones, que han quedado a veces demasiado explicativas y, como suele ocurrir en tantos y tantos musicales, faltas de verdadera poesía lírica.
Desde el punto de vista musical, Iván Macías ha sabido plasmar en la partitura, y aun potenciar, toda la épica y la magnificencia del relato, aunque tal vez hubiera sido conveniente desnudar algunas melodías para hacerlas más pegadizas, directas y emotivas; es decir, para lograr, como ocurre en muchos grandes musicales, que el público salga de allí canturreándolas sin ser siquiera consciente de que lo está haciendo, algo que aquí no sucede.
En cualquier caso, son mínimas tachas en una propuesta que sí presenta dos problemas mucho más serios. El primero tiene que ver con la pésima calidad del sonido: radiofrecuencias que se anulan; micrófonos que fallan; mala respuesta de esos micrófonos, o mala ecualización (con un recorte de armónicos y de frecuencias que deja las voces tan opacas y desnaturalizadas como la del tapicero en su furgoneta), inexplicable sobreamplificación (todo suena atronador)…
El otro gran problema es la falta de adecuación de la producción al espacio en el que se está representando la obra. Si no se opta por un lenguaje abiertamente simbólico, recrear la Edad Media sin caer en el acartonamiento es, a día de hoy, bastante difícil en cualquier teatro. Pero muy poco ayuda meter más elementos de los necesarios en un espacio tan pequeño como es, para un musical que aspira a ser suntuoso, el escenario del Teatro EDP Gran Vía. Y menos aún ayuda a conseguir el pretendido lustre la vetusta caracterización de los personajes: algunos, francamente, parecen los Reyes Magos de una humilde cabalgata de barrio.
En cuanto a las interpretaciones, el mencionado problema del sonido impide hacer una justa valoración de los cantantes; pero no es óbice para advertir las carencias de algunos de ellos en el plano estrictamente dramático. El que sí destaca sobremanera en ambas vertientes, la musical y la teatral, es sin duda Julio Morales, que interpreta a Tom Builder
Lo mejor: El arrojo de la productora para aventurarse en una empresa tan arriesgada.
Lo peor: No es muy comprensible que una producción de esta envergadura tenga tan descuidado el sonido