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Sulpicia la Menor, poetisa del placer

Pese a la falta de información manifiesta que sigue habiendo sobre su figura, se sabe que fue una mujer bastante independiente y muy adelantada sexualmente hablando
«El Tepidarium», del pintor Lawrence Alma-Tadema, representa un cálido y sugerente baño romano del mismo nombre con silueta de mujer
«El Tepidarium», del pintor Lawrence Alma-Tadema, representa un cálido y sugerente baño romano del mismo nombre con silueta de mujerArchivo
La Razón

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Cuando logras eclipsar al mismísimo poeta romano Marcial y tu éxito resuena tan fuerte que los autores de la antigua Roma hablan de ti, pero la Historia, con su cruel paso del tiempo, decide sepultar tus versos, enterrando las evidencias de tus poemas y quedando olvidada entre los susurros del pasar de las páginas, es porque probablemente seas mujer. Si no, ¿por qué se conoce tan poco de Sulpicia la Menor, la poetisa romana que brilló a finales del siglo I d. C.? Indudablemente, en la antigua Roma, Sulpicia fue lo que Safo representó para los griegos en la poesía femenina. De los orígenes de Sulpicia disponemos de pocos destellos.
Vivió en el reinado de Domiciano (81-96) y se casó con Caleno, el que probablemente sería mecenas de Marcial. Estos dos hombres trazan el contorno de la vida de Sulpicia, siendo Caleno «la musa» que inspira sus versos y Marcial la pluma que la inmortaliza. Y es que el poeta romano es la fuente de la mayor parte de lo que se sabe de ella. Marcial hace alusiones diversas a esta poetisa y a su marido, señalando que estuvieron casados durante al menos 15 años, hasta que ella falleció.
Dado que los matrimonios romanos se celebraban cuando la mujer era apenas adolescente, Sulpicia probablemente tenía alrededor de 30 años en el momento de su muerte. Es a partir de ese instante cuando Marcial comienza a componer un poema en su memoria. Su partida probablemente ocurrió entre los años 95 y 98 d.C. El alcance de la producción de Sulpicia la Menor llegó hasta el siglo V, siendo mencionada en la misma categoría que figuras ilustres como Platón, Cicerón y Juvénal. Décimo Magno Ausonio, San Sidonio Apolinar o Fabio Plancíades Fulgencio, aunque pertenecientes a épocas posteriores, alaban la obra de Sulpicia, evidenciando que su influencia perduró a través del tiempo.
Curiosamente, resulta intrigante pensar en una mujer poetisa, pero abundan los casos a lo largo de la historia: la primera lírica conocida fue una princesa acadia, Enheduanna (2285-2250 a.C.), que es también uno de los primeros nombres femeninos que se conservan en la Historia (y además escrito por ella en caracteres cuneiformes). Y en la antigua Grecia nos encontramos con una variedad de ejemplos, como la ya mencionada Safo (c. 650/610-580 a.C.) y su amante Alceo de Mitilene (c. 620-580 a.C.), Corina y Praxila (ambas del siglo V a.C.), Nossis (c. 300 a.C.), o Ánite de Tegea (fl. c. 300 a.C.); y ya en época romana destacan Cecilia Trébula (siglo II), Cornificia (160-212), Faltonia Betitia Proba (c. 306/315-353/366) o Melino, siendo esta última una especie de leyenda que se encuentra a caballo entre estas dos civilizaciones.
Pero las «cantoras de versos» han continuado produciendo bellos poemas en etapas posteriores, siendo recordadas incluso en la actualidad. Figuras de la talla de Mirabai (princesa rashput y asceta hinduista, 1498-1546), Gaspara Stampa (1523-1554, patavina en pleno Renacimiento) o Qiu Jin (1875-1907, activista china apodada «la caballero del lago del espejo»), nos recuerdan que la poesía no conoce de sexos. Retomando la biografía de Sulpicia la Menor, seguramente debió ser una mujer muy independiente para poder hablar explícitamente del amor apasionado hacia su esposo, aunque no es un caso particular, porque otras poetisas mencionadas han recurrido a las metáforas para hablar abiertamente sobre el deseo sexual femenino. Pasión, fervor y erotismo abundan como temas recurrentes en su poesía.
No obstante, también es recordado su poema «Sulpiciae Conquestio» que se trata en realidad de una protesta contra el edicto de Domiciano del año 94 por el cual se exiliaba de Roma a los filósofos. Sulpicia veía que, si la razón se alejaba de la ciudad, la urbe comenzaría a ser un estado caótico y descontrolado, donde la barbarie pulularía a sus anchas. Aunque este poema fue hallado en la abadía de Bobbio en 1493, lamentablemente se perdió con el tiempo y no se conserva en la actualidad. El éxito de Suplicia quizá radique en ese anhelo natural que todos los individuos compartimos de ser amados por nuestras parejas. Además, la confusión generada por su nombre, similar al de la única otra poetisa romana de la que sobrevive información sustancial (Sulpicia la Mayor, de la época augustea), posiblemente haya contribuido a su legado. Lo que queda claro es que su obra, aunque envuelta en el misterio, brilló en un momento donde las mujeres, a pesar de las barreras, lograban iluminar el mundo con sus versos.

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