Ellas también tienen deseo sexual ¡y hasta lo cantan!
Manifestar de forma explícita en la música sensaciones acerca del placer propio parecía, hasta ahora, territorio exclusivo de hombres, pero cantantes como Tokischa, Nathy Peluso o Rosalía son algunas de las artistas que lideran el cambio de tendencia
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Hemos pasado de las encendidas advertencias de una Emilia Pardo Bazán entregada a las virtudes amatorias de Galdós y sus fulminantes «en cuanto yo te coja, no queda rastro del gran hombre», a la preclara constatación de poder de Nathy Peluso con su «flaco borrate esa cara de caballito, después de probarme te quedaste derechito» o el empeño erótico de Rosalía revestido de balada dulce de trompeta Disney a través de este «yo la batí hasta que se montó. Segundo es chingarte, lo primero e’ Dios».
De la comprensión sexual del fenómeno místico y descriptivamente orgásmico de Santa Teresa y sus «veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios» a la irreverencia disciplinar de las fantasías sexuales que la cantante puertorriqueña Tokischa manifiesta en su última –y previsiblemente– tentadora canción, «Delincuente»: «quiero meterte en mi habitación, quítate los Jordan, quítate el pantalón. Ven, que te espero sin panty. Encima ‘el gabetero te tengo tu condón. Déjamelo lleno de leche y no hagamo’ mucha bulla, que mi hermano no sospeche».
Cambia la sonoridad de lo dicho, la estética gramatical de lo deseado, el manto de códigos culturales sobre el que se sostiene la repercusión de lo manifestado, pero el origen que lo provoca es el mismo: la explicitud del placer femenino. Si nos circunscribimos al terreno musical, resulta curioso observar cómo la última polémica generada por esta determinación a la hora de verbalizar íntimos propósitos o futuribles escenarios erótico-festivos por parte de artistas femeninas, en concreto de la mencionada Tokischa, tiende a suscitar automáticamente una reacción rabiosa por parte de turbas digitales de usuarios escandalizados que tildan de vulgares, vergonzantes y obscenas las pretensiones de la rapera de Santo Domingo y que sin embargo no parecen mostrar una actitud tan punitivista o censora cuando el autor de composiciones como «si tu novio no te mama el culo, pa’ eso que no mame» proceden de un hombre.
«A Tockisha se le puede agotar el recurso de ser explícita, le recomiendo que haga algo diferente», «¿No os da vergüenza cantar esas letras? Vaya herencia estáis dejando a la música y a la juventud», «YouTube no permite expresiones de canciones tan vulgares», «Da asco esta letra, espero que mi hijo jamás escuche esta porquería, si es que se le puede llamar música» o «qué asco de canción y de cantante, tan vulgar y patética por dios. Qué marginalidad», son algunos de los comentarios que se podían leer en redes estos días a raíz del lanzamiento del mencionado tema «Delincuente». Servida la polémica, personalidades marcadamente feministas como la cómica y guionista Henar Álvarez o la escritora Luna Miguel, no tardaron en hacer pública su opinión al respecto arguyendo que lo único que en realidad podía llegar a doler de la canción es ver a una mujer diciendo lo que le gusta que le hagan en la cama o tomando las riendas de su sexualidad. De Miguel por su parte, afirmaba que le parecía estupenda porque «pone su deseo en el centro» y esto, per se, constituye «un gesto profundamente político».
Susceptible de crítica
La lista de peticiones de la joven cantante de 26 años resulta tan infinita como exigente: «Dame lengua, dame dedo, rómpemelo en to’a las pose. Muérdeme, hálame, chúpame, estréllame...», clama desinhibida en el videoclip. Sin embargo el análisis de la letra en cuestión, susceptible evidentemente de crítica cuando hablamos de un producto cultural compuesto para el disfrute colectivo de un público soberano que puede abrazar o denostar lo creado con absoluta libertad, se mueve hacia unas coordenadas discursivas e históricas que presentan un escenario de debate mucho más complejo de lo que pudiera resultar a priori. Entre otras razones, porque muchas de las usuarias que señalan con el dedo la vulgaridad de este ejercicio compositivo son mujeres, algunas de las cuales rechazan la idea de considerar empoderador que una cantante, en este caso, actúe como sujeto deseante y para ello adopte comportamientos, expresiones y gestos destinados únicamente en el fondo a la complacencia y la aceptación del hombre y no a la suya propia, consagrando en cierto modo aquello que matizaba Susan Sontag en un ensayo publicado en la revista «Vogue» en 1975 titulado Women´s beauty: «No es el deseo de ser bella lo que está mal, sino la obligación de serlo».
Consciente o no de su involuntaria cesión ante los caprichos masculinos, convencida o no de la proyección de un mensaje sexualmente emancipatorio que tal vez ni siquiera pretende trasladar desde una perspectiva reivindicativa, el caso es que Tokischa parece estar acostumbrada a desenvolverse artísticamente en un escenario plagado de controversia tal y como volvió a sucederle tras su colaboración con J. Balvin en la canción «Perra» justo después de que numerosos fans percibieran como misógina y racista su producción musical y acusaran a la cantante de formar parte de la maquinaria artífice de semejante circo ofensivo. «Soy explícita, abierta y erótica con lo que digo. En realidad solo soy honesta y expreso situaciones que existen. Una mujer “perra” es una mujer libre, empoderada, una mujer a la que no le importa. Me sentí muy a gusto haciéndola. Es algo creativo», señaló en una entrevista.
Algo parecido, en lo que a explicaciones en demasía se refiere después de haber hablado de sexo en sus letras vivió hace no mucho Rosalía a propósito del lanzamiento del single «Hentai». «Tan rico no puede ser. De cuero na’. Pero estoy encuera’», se escucha en la primera estrofa en clara referencia a lo placentero que resulta tener relaciones sexuales y al estado de excitación en el que se encuentra. Enamorá' de tu pistola. Roja amapola Crash, esa ola. Casi me controla», continúa nuestra artista más internacional loando soslayadamente el miembro de su amante y los envites durante el acto. Para Rosalía, lo sugerente trasciende lo erótico, tal y como afirmó durante la promoción del disco que contenía el tema: «es mucho más erótico lo que es sugerente que lo que es explícito, en el hentai solo por el formato en sí, que es un dibujo, es mucho más sugerente que el porno convencional».
Anitta, Bad Gyal, Karol G o la descomunal Nathy Peluso forman parte entre otras muchas de una corriente de mujeres jóvenes, impetuosas y adscritas a la vanguardia del paradigma musical de su tiempo, que se muestran alérgicas patológicas a los atributos constitutivos de la presunción de decoro y pureza que arrastra históricamente la mujer, (recordemos que no solo disfruta con el sexo sino que también gusta de hacer uso recreativo –que no reproductivo– del mismo) y que en los últimos años, parecen estar cogiéndole el gusto a eso de ser dueñas de su propia sexualidad. También de sus composiciones.