Pero, ¿qué tienen que ver con nosotros los mitos de China?
Un libro aborda la gran mitología del país oriental, tan desconocida por el lector medio en España, pero tan reveladora de similitudes
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Mirarnos en el espejo de los mitos chinos es una gran aventura para comprender las profundas raíces compartidas de la gran narrativa patrimonial del ser humano, como lo es siempre considerar la gran sinfonía de la mitología comparada, ya sea desde el punto de vista de los estudios mitológicos de Campbell o de la antropología de Taylor a Malinowski. En el caso de China nos interesa especialmente por revelar la profunda idiosincrasia de un pueblo que es multitud de pueblos y cuya historia lamentablemente ignoramos demasiado, en vez de ocuparnos de ella como merecería, por ser la gran cultura clásica del extremo oriente. Es claro que en el principio estuvieron India y Grecia, dos pares indoeuropeos que simbolizan la sabiduría de los orígenes, y que indefectiblemente tenemos que invocar en el principio. Pero la notable antigüedad de la cultura china es apabullante: aunque la revolución ideológica que vino de la India la cambió para siempre tras la era axial. Indagar en las raíces de la ideología china, antes de que las sucesivas tendencias iconoclastas y biblioclastas que van desde el Primer emperador –brillante administrador y reformador, es famoso en la arqueología por su ejército de terracota y por su legendaria búsqueda de la inmortalidad, en pos de las bienaventuradas islas de Penglai. pero paradójicamente se le debe una famosa quema de libros en 212 a.C., con la ejecución de eruditos disidentes– hasta la Revolución Cultural, es fascinante. Para indagar en la antigua mitología de las dinastías previas a los Reinos Combatientes, antes de la unificación de China en su edad clásica a partir del Huang Di, como tantas veces (en Roma, por ejemplo, también), historia y mitologías se confunden. Podemos hoy dar un excelente y sumario repaso gracias al libro “Los mitos chinos”, de Tao Tao Liu, que publica en una hermosa edición ilustrada la editorial Folioscopio. Es una historia abreviada fantástica, que nos permite conocer a héroes inolvidables como Gun y Yu, que conjuraron las inundaciones semejantes a nuestro gran diluvio – los grandes ríos marcan esta civilización fluvial– o y Yi el arquero, que acabó con las sequías endémicas derribando del cielo 9 de los 10 soles que existían “in illo tempore”. Por los estados diversos hasta la dinastía Zhou oriental (770-256 a.C.) había en circulación tradiciones muy diversas, la mayor parte orales, en los estados y dinastías anteriores, a partir de la dinastía Qin, desde 221 a. C., fueron absorbidas por la gran tradición que quería una estatalidad unificada. La mayor parte de las fuentes sobre las que se basa esta compilación, que son religiosamente citadas, proceden de la época de la dinastía Han, en torno al s. III d.C.
Todo lo rige el ciclo anual de lo agrícola y lo astronómico, que refuerza el papel del mito en la vida cotidiana a través del rito, extendiéndose hasta hoy. El recuento de este libro nos ofrece una panorámica que es a la vez histórica y mitológica, que va desde las dinastías previas a la unificación de China hasta la actualidad, pasando por el budismo, con los dioses más populares, como el guerrero Guandi o la compasiva Guanyin. Curiosamente, la filosofía de la escuela de Confucio, que data del siglo VI a. C., regida por el código moral llamado “tian”, no apreciaba demasiado en los mitos, al estar basada en las compilaciones de apólogos y cuentos de tipo moral centrados en el buen comportamiento y en la piedad filial. En su gran desarrollo y popularidad en la época durante la dinastía Zou, Confucio abogaba por restaurar una edad de oro que remitía a los antiguos reyes sabios y restaurar la moral y las costumbres en su tiempo decadente, por lo que no tuvo mucho énfasis en los mitos. Otro pensamiento que influye profundamente en la ideología en torno a los mitos chinos es el taoísmo, basado en lo numinoso, y en la filosofía natural del tao, con su equilibrio cósmico entre el Yin y Yang, y sus ideas centradas en los cinco puntos cardinales (se cuenta el centro, claro), los cinco elementos, los colores y las metáforas poéticas, con los escritos de Lao-Tse y el énfasis también en una religión de la naturaleza. Gran influencia tendrán también las escuelas budistas, que llegan desde India con el inicio de la era común, y también creencias populares hondamente enraizadas, como las del ciclo vegetal y acuático o las de la adivinación, que se ve en el I Ching. En el mundo numérico y natural de la mitología china las clasificaciones de héroes y dioses –a modo de “ranking”– pueden comenzar con los Tres Maestros Divinos del taoísmo, Yuanshi, Dao Jun y Lao Tse.
Pero conviene comenzar con los mitos de los orígenes: hay variedad de cosmogonía, que tienen que ver con la correlación entre las fuerzas cósmicas de lo femenino y lo masculino, la luz y la oscuridad, el Yin y el Yang. De una especie de caos primordial, que era vago y difuso, se extienden estos dos principios en los inicios y se va creando el mundo sin que haya un dios específico, sino más bien una energía vital llamada Qi. Otros mitos de la creación hablan del gigante Pangu, que nace, entre otros elementos, del huevo cósmico a partir del cual se separan Yin y Yang. Del cuerpo del gigante, al morir, surge el universo. También hay mitos sobre los orígenes del sol, luna y estrellas: a veces, la esposa del mencionado arquero Yi, Chang’e, es la luna que alcanza la inmortalidad al robar un elixir. También hay un conocido mito astronómico, el de la tejedora y el arriero, amantes separados, que son la estrella Altair y sus dos acompañantes y la estrella Vega. La creación de la humanidad sucede a través de Nuwa, la madre de todos, que va creando los seres humanos a partir del barro: imprime ciertas diferencias sociales, pues a los nobles los crea individualmente, pero a los vulgares los crea a destajo arrojando pedazos de barro con una cuerda También arregla el cosmos con las patas de una gran tortuga y con los restos de un dragón negro, que fundan el contexto geográfico de China. Aparte de ella, hay otras grandes matriarcas míticas que, mediante concepciones virginales, originan poderosas dinastías arcaicas: Jian Di concibe al fundador de la dinastía Shang tras comerse el huevo de un pájaro divino (no queda lejos de Leda y el cisne), o Jiang Yuan queda embarazada al pisar la huella de un dios gigante, engendrando al primer emperador de la dinastía Zhou, el semidiós Houji.
Los antiguos dioses de China cuentan con Tres Soberanos Divinos (“sanhuang”), otro grupo de tres – junto al cinco y los grupos de ocho expresan cierta armonía cósmica– compuesto por Fuxi, Shennong y Sureinsi. El primero, Fuxi, es el patriarca de la dinastía Han y por extensión de toda China, un gran héroe cultural que inventa la caza, la música y la adivinación. En algunas fuentes es pareja de Nuwa, la gran madre, y con ella sobrevive a la gran inundación, como Noé en la Biblia o Deucalión en Grecia, para fundar la humanidad. El segundo, Shennong, con cabeza de buey, patrocina la agricultura y el tercero, Suirensi, es el hacedor del fuego y se vincula a la producción de alimentos. Casi a la par que estos están los Cinco Emperadores Augustos, figuras también mitad divinas y mitad históricas, que empiezan con el mítico Emperador (o dios) Amarillo, Huang Di, la importante figura que vincula la realeza y la divinidad. Es célebre como inventor de muchas cosas (su asesor Cangjie, una suerte de Thoth o Hermes, inventó los pictogramas al fijarse en las huellas del ave Fénix). No citaré a los otros augustos, sino que pasaremos a los dioses y héroes de la edad de oro (s. IX-III a. C.), los llamados Tres Reyes Sabios, que son Yao, Shun y Yu. Vinculados a las ideas confucionistas, ninguno será sucedido por su hijo, sino por muy nobles y morales sucesores (siguiendo relatos folklóricos de piedad filial): especial mención merece Yao, inventor del famoso juego de Weiqin o Go, uno de los juegos más antiguos del mundo, con el Backgammon y el Ajedrez.
En fin, las historias de la mitología china son inagotables, como bien se resume en este estupendo libro. Me interesan especialmente las historias de geografía mítica: los ríos sagrados están por todas partes, como el dios del Río Amarillo, Hebo, o las diosas del río Xiang, hijas del legendario rey Yao. Luego hay montañas sagradas como el monte Kunlun, morada paradisíaca de la diosa Xiwangmu, y cinco grandes montañas con los cinco puntos cardinales. Y por supuesto, las diversas islas de los bienaventurados, situadas en el mar lejano del Este, que aparecen y desaparecen. Si quieren saber más, por cierto, no se pierdan los seminarios de mitología china que organizan en la UCM los expertos profesores Consuelo Marco, David Sevillano y Zhang Lan, y sus publicaciones derivadas. Nos recuerdan que no debemos de mirarnos constantemente en el espejo chino: el avance de nuestras respectivas culturas le debe muchísimo a esas miradas recíprocas.