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Harvey Weinstein, Irvin Welsh y Danny Boyle en la memoria de “Trainspotting”

El productor protagonizó un violento episodio durante la distribución de la icónica película
Lorenzo AgiusLorenzo Agius

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Apartamentos con las paredes maltratadas y el suelo lleno de mierda, cristales, jeringuillas, cojines y cinturones con los que poder engrosar las venas del brazo para no fallar en el próximo chute. Supositorios de opio con bajada gradual a precio de ganga. Calles borrachas de culpa, de paro, de miseria y cucharillas. Destellos electrónicos de Underworld, pinceladas de Blur y centelleos de Iggy Pop sonando en discotecas de los noventa invadidas por la oscuridad y el sudor de cuerpos arrebatados. Cuatro amigos adictos, Renton, Begbie, Sick Boy y Spud, compiten por la autodestrucción de sus propias vidas: la juventud de Escocia se disuelve por el estrecho conducto de un inodoro. Son muchos los que tardarán poco en reconocer la progresiva descripción del dantesco escenario de una historia provocadora y extremadamente cruda que primero fue novela de la mano de Irvin Welsh y más tarde se convirtió en película de culto gracias a la dirección de Danny Boyle.
En “Trainspotting”, el consumo de heroína se proyecta como una elección, como una especie de anhelo inconsciente del silencio cuyo placer no es ni tan siquiera comparable al “mejor orgasmo del mundo” y en ese maniqueísmo punk y difuso de la moral de las drogas encontró su conexión generacional, su incontestable poder de atracción. ¿Apología o denuncia? “El culto de la película ha elevado a sus miserables personajes a iconos, pero, ¿dice o hace algo más fuera de eso? Realmente no y en buena medida esa es la analogía perfecta del consumo de drogas, la cual dirige al adicto por un camino hacia la nada”, aseguró en su día el crítico Roger Ebert.
No es de extrañar por tanto que la conflictividad y sordidez de la temática pronto se trasladara al set de rodaje. Ahora, 25 años después de su estreno y de la reciente publicación de unas imágenes inéditas de la cinta que ayudan a perfilar el anecdotario detrás de las cámaras, descubrimos realidades tan significativas como que el propio Welsh, además de objetar algunos rasgos de los personajes y diálogos como en el caso del desquiciado Begbie; “necesita estar totalmente jodido y ser muy intransigente”, escribió en una carta al director, tuvo un cameo ligeramente narcisista al más puro estilo Tarantino como Mikey Forrester, un traficante de drogas . “Yo era el actor más mierda”, reconoce el escritor, “¡no solo en el set, sino siempre!”. Algo que Boyle salva: “Afortunadamente, Irvine tiene otros talentos”.
Revelador, pero no sorprendente, resulta también el violento episodio protagonizado por Harvey Weinstein, encargado de lanzar con éxito “Trainspotting” en los Estados Unidos: al enterarse de que no obtendría los derechos de “A Life Less Ordinary” (la siguiente película de Boyle y los productores Hodge y Macdonald), Weinstein explotó de rabia. El resultado de tan premonitorios ademanes terminó con Macdonald arrinconado contra una pared, inmovilizado por el brazo de Weinstein sobre su pecho y rociado en saliva. “Era un auténtico matón”, dice Macdonald. “No queríamos volver a trabajar con él, así de simple”, sentencia el productor.
Asimismo, el elemento protagónico de la cinta, encarnado por un Ewan McGregor en estado de gracia, fue motivo inicial de discordia. Después de interpretar a Renton en el escenario durante dos años, Ewen Bremner (el inconfundible Spud) se sintió consternado porque no le ofrecieron el mismo papel en la película y rechazó previamente la oportunidad de interpretar a Spud. “Dejé que mi ego se apoderara de mí pero afortunadamente, recuperé el sentido”. Gracias a esa relativización del divismo que se apropió de él, el escocés fue capaz de regalar la configuración de alguien que, en una reciente entrevista, definía de la siguiente manera: “Creo que Spud tiene un espíritu lleno de esperanza, es alguien que ve lo bueno en la gente. Está en su naturaleza. Es también el personaje más caótico, alguien que no logra enfocarse en nada. En la historia de la película, es alguien que se rinde”. El mundo, como ya advirtió Diane, ha cambiado. También la música, las drogas y hasta la moral. Pero la nostalgia que despierta “Trainspotting” sigue intacta, pasen los años que pasen. ¿Quién necesita razones cuando tiene memoria?