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Libros de la semana: del regreso literario de “Trainspotting” al hundimiento soviético contado por Boris Cimorra

Mientras Irvine Welsh vuelve a dar una lección de literatura trepidante y divertida al retomar a uno de los personajes que le hizo famoso, el periodista y escritor Manuel Calderón apuesta por una novela que arranca con la muerte de Gregori Makarov, acordeonista represaliado y luchador por la libertad
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“La caída del imperio soviético”: dudas y certezas sobre el hundimiento soviético

★★★★
Por Jorge Vilches
El Imperio soviético no se deshizo por voluntad propia, sino porque el comunismo ha sido y es una dictadura contraria a la naturaleza humana. Pero ya lo era en 1917. No hubo que esperar a 1991. La Unión Soviética dividió al mundo en dos, incluida la España republicana en la Guerra Civil. Era el país que apuntaba sus misiles nucleares al resto del planeta, torturaba, asesinaba y diezmaba poblaciones, sobre todo la propia. Era el archipiélago Gulag de Solzhenitsyn que contó con la complicidad de muchos intelectuales occidentales y no pocos partidos, al menos hasta 1956. Fue la dictadura que sostuvo otras dictaduras, como la cubana, a la que aportaba 5 millones de dólares diarios. Sin embargo, en apenas dos años, entre 1989 y 1991, aquel imperio desapareció.
Contar ese hundimiento no es sencillo, como se puede comprobar en la obra de Boris Gutiérrez Cimorra que acaba de aparecer. El autor nació en Moscú en 1944, hijo de Eusebio Gutiérrez Cimorra, estalinista, director de «Mundo Obrero» durante la Guerra Civil, y la voz española de Radio Moscú. Boris fue entonces un hombre leal al marxismo-leninismo y a su país como ingeniero y periodista. Vino a España en 1977 y volvió a Rusia para trabajar a cuenta de una empresa de comercio hispano-ruso, donde fue testigo directo del hundimiento del otrora gigante soviético.
Las tres razones
Las razones que da Cimorra a la caída del Imperio van en consonancia con el nacionalismo propalado por Putin, político ausente en el libro. La primera es económica. El autor sostiene que con artículos de consumo popular el comunismo podría seguir funcionando «como lo hizo durante los 74 años previos». El error fue gastar para mantener la Guerra Fría y los satélites políticos. Pero, de no haberlo hecho, entonces no hubiera sido un Imperio. La segunda fue liquidar al PCUS, pilar de la dictadura, y abrirse a la libertad de partidos. El tercer elemento clave fueron los nacionalismos internos, único error de Lenin, como sostiene Putin, que oficializó el «derecho de autodeterminación» de las «naciones oprimidas» frente a la «nación opresora», la rusa. Cimorra añade a estas causas la rivalidad entre Gorbachov y Yeltsin, como si esto no fuera una seña de identidad de la gerontocracia soviética, y desprecia sin embargo el papel de Reagan y Bush.
Lo mejor
El ritmo narrativo delos hechos históricos complejos que se asemeja a un reportaje
Lo peor
Se acoge a la interpretación nacionalista de Putin sin decirlo abiertamente

“El músico del Gulag”: música contra la tiranía y el autoritarismo

★★★★
Por Lluís Fernández
La narrativa del periodista y escritor Manuel Calderón, con novelas como «Bach para pobres» y «El hombre inacabado», se caracteriza por aunar la pura ficción con el examen de lacerantes conflictos sociohistóricos. Es lo que encontramos en «El músico del Gulag», relato que arranca ante el cadáver de Gregori Makarov, un incierto personaje que aseguraba haber sido un preso en la región de Kolimá, en uno de los campos soviéticos de concentración de la siniestra red del Gulag. Acordeonista, represaliado en la lejana Siberia, sobreviviente a esa calamidad... o no exactamente. La incierta ambivalencia identitaria de este personaje es el conseguido pretexto para reflexionar sobre las utopías totalitarias y el terror con el que asolaron el siglo XX.
Con el referente del Premio Nobel Alexander Solzhenitsyn, tan atacado en su día por una intelectualidad de arraigadas veleidades izquierdistas, se avanza en una historia de suspense político, crítica cultural y deriva sociológica. Entre certidumbres e imposturas, denunciando la taimada construcción del relato, surge el dilema: «Queremos que la mentira sea cierta, que se convierta en una verdad aceptada, y por eso decimos con el alma en vilo: que no acabe este sueño». Denunciando el espejismo de la radicalidad autoritaria, de idealista esencia tiránica, esta novela se adentra en la defensa del racionalismo liberal y la tolerancia ideológica. Cierto amargo escepticismo, alguna esperanzada mirada y la cuidada prosa realista marcan este interesantísimo libro.
Lo mejor
La acertada inserción de la ética civil en un argumento de intrigantes y variadas historias
Lo peor
Nada a destacar en una novela de tan razonada elaboración como esta

“El artista de la cuchilla”: Irvine Welsh regresa a “Trainspotting” de la mano de Begbie

★★★★
Por Diego Gándara
Se ha puesto de moda que los escritores vuelvan. Que vuelvan a la novela, que vuelvan a la ficción, que vuelvan al relato o que vuelvan, como lo viene haciendo Irvine Welsh desde hace algunos libros, a revisitar algunos de los tantos personajes que aparecen en sus otros libros. En este caso, especialmente en «Trainspotting», la novela con la que el escritor escocés se estrenó en 1993 y que supuso todo un triunfo literario (y cinematográfico), y a la que ha regresado en dos ocasiones: en la secuela «Porno», publicada en 2002, y en posterior la precuela titulada «Skagboys», publicada diez años después.
Ahora lo hace con «El artista de la cuchilla», una novela que gira alrededor de Begbie, uno de los personajes de «Trainspotting», aquel que, al final del libro, se escapa a la ciudad de Ámsterdam con un montón de dinero que ha robado en un sucio negocio relacionado con las drogas. Pero Begbie, ahora, es un hombre distinto, diferente. Ya no es el mismo psicópata de antes. Ahora se hace llamar Jim Francis y es un escultor reconocido por esculpir bustos distorsionados y mutilados de rostros famosos. Vive en California, en una hermosa casa frente al mar, junto a su mujer y sus dos hijas, aunque su apacible vida, sin embargo, cambia notablemente cuando se entera de que Sean, un hijo que tiene en Edimburgo, fruto de una relación anterior y al que apenas ha visto, ha sido asesinado.
Reencuentro
El pasado, parece decir Irvine Welsh en esta breve y atrapante novela, siempre vuelve. Y cuando vuelve, lo hace en forma de destino. Porque Begbie, después de aterrizar en Edimburgo y de investigar por su cuenta qué ha ocurrido con su hijo, empieza a reencontrarse, poco a poco, con su propia historia y con un pasado empeñado en querer volver de la peor manera: a través de una espiral de violencia que incluye incendios, muertos, la destrucción de importantes obras de arte. Un regreso a las drogas, al sexo desenfrenado y a una realidad que es, en partes iguales, cruel y terrible, expresada, además, con un lenguaje directo, sin fisuras. «El artista de la cuchilla», en ese sentido, más que una novela sobre el pasado, es una novela sobre el destino o la tragedia que, tarde o temprano, siempre se alcanza. No es extraño que Begbie, de todos los miembros de aquella pandilla de «Trainspotting», fuera el único que no consumía heroína y fuera, en cambio, un adicto a la violencia, una sustancia tan poderosa como cualquier otra, tan fina como la hoja afilada de una cuchilla.
Lo mejor
Despliega una historia trepidante, de ritmo vertiginoso, que deja sin aliento al lector
Lo peor
La novela no tiene desperdicio. No hay nada que reprochar. Se lee sin sobresaltos gracias a la traducción

“El dilema”: los matrimonios perfectos no existen

★★★★
Por Lluís Fernández
La famosa autora de «Al cerrar la puerta», B.A. Paris, vuelve con otra de sus intrigas familiares, esta vez corta de aliento novelístico. El argumento trata de la ansiada celebración del cuarenta cumpleaños de la protagonista, súbitamente alterado por un suceso que atormenta a su marido a lo largo de esas 24 horas maravillosas de la celebración de la fiesta. Nudo de una intriga que llega a hacerse angustioso. El lector sufre identificado con ese marido que prefiere no aguarle la gran fiesta a su mujer antes que confesarle el secreto que oculta, descargando sobre el lector su desesperación y las responsabilidades morales de su actitud a medida que aumenta el suceso. La trama daba para una buena «nouvelle», Pero B.A. Paris ha querido alargar esta intriga psicológica confiando en su maestría para mantener el suspense y poner de lo nervios al lector.
Como siempre, detrás de las apariencias del mundo familiar perfecto que retrata, de las relaciones amorosas idealizadas, típico de esas mujeres obsesivas, bulle un universo doméstico conflictivo. Ese lado siniestro que Ava emergiendo en el relato hasta desequilibrar emocionalmente tanto al lector como a los protagonistas. B.A. Paris sigue siendo una estupenda novelista de intriga familiar cuyas virtudes se le han vuelto en contra. Con la mitad de extensión esta novela alargada habría rozado la perfección.
Lo mejor
La forma magistral que tiene de mantener la tensión a lo largo de este angustioso relato
Lo peor
La extensión desmesurada para un relato que, en realidad, no pasaba de una «nouvelle»