Pacientes
Volver a aprender a hablar tras sufrir un ictus: "Hablo muy despacio. Me dicen que parezco extranjera"
Ana, de 41 años, va tres horas y media cada día a rehabilitación desde que salió del hospital. No pensó que le pudiera dar un ictus tan joven: "Escuché a mi bebé llorar. Y al intentar salir de la cama, me caí. Tenía la mitad del cuerpo paralizado»
«Estoy en proceso de recuperación. Es duro. Voy poco a poco. Cada día me pongo en manos de los logopedas durante tres horas y media. Por la noche suelo estar más cansada y no me salen tan bien las palabras», explica Ana Flores. El 31 de agosto de 2023 sufrió un ictus, un accidente cerebrovascular que le ha causado apraxia del habla, un problema neurológico que afecta las vías cerebrales encargadas de programar la secuencia de movimientos necesarios para producir el habla.
En su caso, se la entiende bastante bien, o mejor dicho muy bien, el único problema es que todavía habla muy lento, «como una guiri me suelen decir». Y la verdad es que, aunque parezca raro, suena un poco así, como si Ana fuera una inglesa. «No me importa que piensen que soy extranjera, lo que quiero es hablar bien, no tan despacio».
Tiene 41 años y nunca imaginó que le podría dar un ictus y menos a su edad. Pero lo cierto es que, aunque su incidencia aumenta considerablemente a partir de los 60-65 años, el 27% de los ictus atendidos en los hospitales españoles corresponden a personas de menos de 65 años y el 8% a pacientes con menos de 50, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). De hecho, al menos un 0,5% de todos los ictus se producen en personas menores de 20 años.
Se trata de un trastorno brusco en la circulación sanguínea del cerebro que puede ser producido por oclusión arterial (el 85% de los casos) o por hemorragia (el 15%). En su caso fue por un trombo: «Tenía foramen oval abierto (lesión cardíaca congénita) y por ahí se coló el trombo al cerebro. Me han operado del corazón y cerrado el foramen oval , y ya está cerrado de por vida», precisa.
Se acuerda perfectamente de todo lo que aconteció cuando le dio el ictus. «Me desperté y fui a coger el móvil. Eran las 07:00 de la mañana y al intentar dar al WhatsApp empecé a no ver bien, veía muy borroso».
Ana tiene un pequeño de siete años y un bebé, «que entonces tenía un año y seis meses, y se puso a llorar», recuerda.
«Intenté salir de la cama –prosigue– y me caí al suelo porque tenía la mitad del cuerpo paralizado. Mi marido se asustó e intentó hablar conmigo, pero no podía hablar y llamó a la ambulancia».
"Cuando me desperté en el hospital, no solo no podía hablar, sino que encima me habían atado"
Tenía paralizado todo el lado izquierdo. Cuando la llevaron al hospital, al Clínico San Carlos, en Madrid, se despertó y al ver a su marido e intentar hablar y no poder se asustó, «y encima estaba atada. No me gustó nada, no entendía –y sigue sin hacerlo– por qué encima que tenía que pasar por eso me ataban, no sé por qué lo hicieron, no me lo podía ni creer», dice con notorio agobio.
La primera vez que pudo hablar fue con su hermano: «Me dijo que mientras estuviera en el hospital tenía que trabajar sílabas y me dijo ‘‘di ma-má’’».
Y desde entonces no ha parado. «Lunes y miércoles voy a tres logopedas, y martes y jueves y viernes a dos. En total, voy a cuatro logopedas: uno del Clínico, otro el de la Zarzuela, al CEN por su puesto y luego voy a otro por mi seguro privado».
Es precisamente en el CEN, el Centro de Neurorehabilitación de Aravaca, en Madrid, donde hace la terapia intensiva. «Mi hermano se cogió una semana de vacaciones para estar conmigo y se puso a analizar todos los centros que había de daño cerebral. Al salir del hospital me trajo».
En este centro realiza una terapia intensiva dos horas al día de lunes a viernes con diferentes enfoques. «La apraxia del habla es un trastorno de origen neurológico que lo que implica es una alteración en la planificación o programación motora del habla, es decir, en la planificación de todos esos movimientos que hacemos con la lengua, los labios y la mandíbula para poder articular el habla. Es ahí donde tiene la dificultad. Por eso, trabajamos la repetición y la lectura en voz alta y luego lo trasladamos al lenguaje oral», explica Sara Magallares, la logopeda de Ana del CEN.
«Para mejorar la velocidad y el ritmo del habla –prosigue–, lo que hacemos es entrenar con señalización rítmica o métrica como con un golpeteo de manos o un metrónomo para aumentar poco a poco la velocidad».
20 segundos más rápido
Y los resultados empiezan a hablar por sí solos. La población general dice 208 sílabas por minuto de media. Ana, que lleva dos-tres meses yendo a este centro, «ha logrado ya hacer 173 sílabas por minuto». Antes del ictus, Ana, que «hablaba muy rápido», decía 246 sílabas antes del ictus (lo han medido por los vídeos que tenía Ana suyos grabados en el móvil). Es decir todavía le queda, pero «va mejorando», asegura la especialista.
Lo que sí han medido desde el principio del ictus es «el tiempo que tarda en leer un texto estandarizado y se ve un cambio con la terapia muy rápido. Así, en enero tardaba en leer el texto 98 segundos y en marzo 56. Ha reducido el tiempo casi a la mitad. Y no es porque se lo haya aprendido, porque le pasa lo mismo con otros textos, incluso con textos en otros idiomas», aclara su logopeda.
También ha mejorado en el lenguaje espontáneo: «Para describir una lámina ha conseguido reducir el tiempo en casi 40 segundos. Antes tardaba 130 y ahora 93», destaca Magallares.
"Con mi bebé es muy fácil hablar. Él no tiene prisa. Me agobio cuando tengo que hablar con extraños"
Pero aún así, Ana sabe que sigue hablando lentamente y eso le pone nerviosa, lo que hace que le cueste en ciertas situaciones todavía más expresarse.
«Con mi bebé, por ejemplo, es muy fácil hablar porque él no tiene prisa. Pero me agobio bastante cuando tengo que hablar con extraños porque pienso que están esperando que diga lo que tengo que decir y me pongo nerviosa y no me salen las palabras. Fatal...», explica.
"El otro día me dijeron ‘‘habla más alto’’. Pero es que no me salían las palabras"
«El otro día, por ejemplo, tuve que hacer una fotocopia y me puse nerviosa y la chica que me atendía no me escuchaba y me decía ‘‘habla más alto’’ y no, el problema no es el volumen, es que me pongo nerviosa y no me salen las palabras», cuenta Ana, que insiste en que todavía «me queda mucho trabajo por delante».
Es difícil saber cuánto tiempo de rehabilitación le queda. «Lo que sí sabemos –afirma Magallares– es si conseguimos que vaya mejorando o no, y analizando la tendencia vemos que Ana está consiguiendo aumentar la velocidad del habla en 20 segundos cada mes, con lo cual, si sigue así el próximo mes hablará 20 segundos más rápido».
«No todos los pacientes con problema de habla tras haber sufrido un ictus se recuperan. Hay muchos grados de afectación. Ana tiene un grado de afectación de la praxia del habla ya más moderado-leve. Tiene muchos pronósticos positivos: es joven, va a una terapia intensiva, está muy motivada y eso nos da esperanzas de que se pueda recuperar cuanto antes. Además, habitualmente la praxia del habla suele ir asociada a una afasia (problema del lenguaje) y en su caso eso ya está resuelto. Solo tiene problemas con la planificación motora del habla», detalla su logopeda del CEN.
"El problema sigue siendo el tiempo que se dedica a los pacientes: 30-45 minutos no son suficientes"
La rehabilitación precoz tras un ictus «resulta crucial. Los tres primeros meses son los más importantes cuando está afectada la parte física (el brazo, la pierna), porque es cuando más se progresa. En el caso de Ana también. Luego hay otros procesos de aprendizaje en los que se producen cambios, pero no tan llamativos como los primeros meses», explica José López, director del CEN.
Ahora bien, no basta con hacer media hora de rehabilitación. «Cada vez hay más centros de rehabilitación y más recursos que hace 24 años cuando yo empecé en este campo. Pero el problema sigue siendo el tiempo que se dedica a los pacientes: 30-45 minutos no son suficientes. Necesitan mucho más», incide.
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