Mar en calma
Sensacionalismo
Los algoritmos y el empeño de las grandes tecnológicas en que no seamos capaces de soltar los dispositivos electrónicos de nuestras manos, además de conseguir dominarnos, nos llevan a tener menos voluntad, a pensar de forma más superficial y a perder atención
Sin duda, el gran reto hoy en día en materia de educación es tener que lidiar ¡con las pantallas! Limitar el tiempo que pasan nuestros hijos ante dispositivos electrónicos es primordial.
Lo que ha supuesto un gran avance y facilita el trabajo de millones de adultos, agilizando trámites, búsquedas, investigaciones y comunicación, es también el gran riesgo con el que nuestros hijos se dan de bruces sin esperanza ni escapatoria.
Francisco Villar, psicólogo clínico que lleva años luchando en primera línea contra el suicidio adolescente, lo tiene clarísimo: «hay una manera de prevenir el suicidio en la infancia y la adolescencia que necesita pocos recursos. La mejor intervención es la prohibición de los móviles hasta los 16 años, con una regulación de uso restrictiva entre los 16 y los 18 años. Un niño antes de los 6 años no debería tener nunca acceso a una pantalla». Su uso va en detrimento del desarrollo de otras capacidades. De hecho, los colegios están volviendo a trabajar con libros.
Nos llama más la atención lo negativo y lo sensacionalista. Un gran estudio llevado a cabo en la Universidad de Nueva York descubrió que palabras como ataque, malo, culpa… en un tuit, aumentaba considerablemente la tasa de retuiteo. Esto es algo que hace crecer el odio en la redes y los llamados «haters», convirtiendo esa furia recompensada por los algoritmos, en un hábito. Nos hacen sentir que estamos rodeados de la ira de otras personas.
Las redes sociales aprenden cuáles son nuestros puntos débiles en cuanto a distracción y se hacen dueñas de nuestra atención y de nuestro valioso tiempo. Es urgente que limitemos ese tiempo sumidos en una herramienta que nos gana.
Los algoritmos y el empeño de las grandes tecnológicas en que no seamos capaces de soltar los dispositivos electrónicos de nuestras manos, además de conseguir dominarnos, nos llevan a tener menos voluntad, a pensar de forma más superficial y a perder atención.
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