Mundial femenino
Mujeres ganando no, mujeres víctimas
Jenny tiene un insuficiente, como víctima, en el cuaderno de notas de la Ministra Rottenmeier.
Jenny hermoso no es una campeona fuerte y poderosa, Jenny, para el régimen chupón, es una víctima de violencia sexual, víctima incompetente que no reconoce ni quiere aceptar el trauma, que no lo entiende. Un momento, ¿se ha reído en los vestuarios? Jenny se está tomando muy a la ligera la agresión sexual que ha sufrido, debería poner una demanda por lo penal, como indica nuestro rabioso Echenique (cuanto amor y cuantos besos le han faltado a Echenique….). Jenny tiene un insuficiente, como víctima, en el cuaderno de notas de la Ministra Rottenmeier.
Como es costumbre, el gobierno español, sus catecúmenos, neófitos y aspirantes y su agenda turbo mojigata no nos quieren ganadoras a las mujeres, no nos pueden ver triunfales, fuertes, felices, exultantes, nos quieren víctimas, apocadas, confusas, para vivir de nosotras, dado que su verdadero e indisimulado quehacer es el parasitario.
Por eso, y con el objeto de llevar a cabo el nuevo santo oficio sablista, se ha normalizado la figura autoritaria de las neomonjas, una suerte de liendres chupopteras (y sus aliades) donde una ubicua policía del pensamiento, siempre hiper alerta, practica la vigilancia masiva y la represión .
Esta semana, le toca el turno al fútbol femenino ¡Hemos ganado el mundial! Pero, lejos de celebrarlo como se merece y de hablar de las brillantes jugadas, del arte, los pases, regateos y de los innumerables tecnicismos futboleros (que imagino y aplaudo, pero desconozco porque me interesa más el celo y el cortejo del ornitorrinco en Tasmania)… Lejos de alimentar la sana afición al deporte en la sociedad, estas chinches patrias sólo se aplican al espontáneo y festivo pico de Rubiales…
En efecto, por decisión garrapática, en este caso no importa el futbol, ni la victoria, y no importa nada lo que Jenny Hermoso (la afectada, agredida o simplemente besada) diga. Me temo que pronto, la presión sobre la deportista será tan grande, que tendrá que adherirse al delirio colectivo, reclamar sus derechos como víctima, clamar contra el agresor imaginario y pedir la quema…
O eso o pasar a formar parte de los insurgentes, y pedir perdón por ser una víctima de baja calidad. Yo, que no estoy de acuerdo con casi nada de lo que se escribe o se dice en la majaderísima España de hoy, oscurantista y medieval como nunca antes, de antemano les pido perdón.
¿Y qué me dicen de Casillas y su histórico beso mundialero celebrado por el mundo entero? Querido Iker, es tiempo de abjurar, de desdecirse, arráncatelo como una rémora si quieres ser considerado un individuo civilizado… Y, entonces, pide perdón. Y ya que estamos, que pidan perdón todos los hombres blancos heterosexuales, depredadores a reducir, Natural Born Killers. ¡Discúlpense todos, manada presunta!.
Y el resto de insurrectos, como yo, pidan perdón o serán aniquilados, nadie podrá estar en desacuerdo con el sistema y cuestionar la hegemonía, que pertenece a aquellos a los que principalmente les mueve la indignación. Mostremos pues la debida contrición.
La indignación, hermanitas, esa emoción que además de aburridísima es peligrosa para las sociedades porque despierta la irracionalidad de la masa desinformada y crédula. Y, con ella, la autoridad paternalista, el poder omnímodo y la disciplina dictatorial…”No importa que no te ofendas, Jenny, yo me ofendo por ti”
Y luego el filtro Goebbels. Repita una mentira diez veces: las redes sumisas y los medios revientan de contagiada indignación hacia Rubiales… ¿Quién podría justificar semejante monstruosidad? Ese zafio pelón, que se menea los testículos como bolas chinas en público (eso sí que es imperdonable e incluso guillotinable) y a escasos centímetros de la infanta Sofía…Y luego… A dar la mano a la Reina…Un gesto despreciable y poco deportivo. No así el beso…
¡Rubiales! ¡rectifique, aflíjase, laméntelo y pida, junto a nosotros pecadores, perdón!.
Sí, Rubiales ha pedido perdón por el beso (no por los huevos), y no a Jenny, que está encantada con él, sino a Irene Montero, la solitaria intestinal, a sus sacerdotisas, a sus chambelanes estirabragas y a la máquina imparable del puritanismo parasitario impulsada por tontos, como bueyes. ¡Mal hecho!
Que me corrija Jenny, la única, pero yo no osaría calificar el acto ni siquiera como inapropiado (¿qué es lo inapropiado?¿y qué sabemos de la relación de confianza entre las partes?). ¿Está feo? No lo creo. ¿Es improcedente? Quizá, nunca he ganado un mundial ni he alcanzado un triunfo que me precipite a semejante estado de euforia en ningún ámbito y, algo peor, algo imperdonable: ningún hombre me ha robado nunca un beso…
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