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El bisturí
Mónica García siembra vientos y recoge tempestades
En apenas cinco semanas la ministra de Sumar ha sido desacreditada por su propio Gobierno
Quien siembra vientos, recoge tempestades. Mónica García ha empezado 2025 con muy mal pie. En apenas cinco semanas la ministra de Sumar ha sido desacreditada por su propio Gobierno, se ha echado encima a toda la profesión médica y su falaz defensa de la sanidad pública ha quedado una vez más en evidencia, todo ello con el escándalo sexual de Íñigo Errejón como telón de fondo.
Lo de Muface ha sido, desde luego, una desautorización en toda regla, la muestra más evidente de que ni pincha ni corta en el Ejecutivo en el que entró a formar parte por el mero hecho de ser cuota del comunismo radical. Nada más. En la crisis generada por la continuidad del modelo de atención sanitaria a los funcionarios, Pedro Sánchez ha apostado por Óscar López y no por ella, sabedor de que si caía Muface el ministro de Función Pública no aguantaría ni un asalto en su combate con Isabel Díaz Ayuso en la batalla por Madrid. Al final, el Gobierno al que pertenece García se ha echado en brazos de la gran banca –CaixaBank es accionista de Adeslas– y de los médicos reconvertidos en empresarios –Asisa es una cooperativa de facultativos– para que las pérfidas aseguradoras sigan velando por la salud de los empleados públicos. Ni que decir tiene que el informe bodrio que elaboró Sanidad para dinamitar este ejemplar modelo de colaboración público-privada acumula ya polvo en las papeleras de Moncloa. Pese a esta bofetada en toda regla, la ministra no ha hecho atisbo alguno de dimitir, lo que da idea de la firmeza de sus principios y de la solidez real de sus planteamientos.
El otro bofetón lo ha recibido de la profesión a la que pertenece como anestesista. El chapucero y sectario borrador de Estatuto Marco redactado por Sanidad ha logrado poner en su contra a toda la profesión médica en bloque, algo que no ocurría en España desde los tiempos de Ángeles Amador como ministra en el último gobierno de Felipe González. Que tome nota Sánchez porque la huelga sanitaria que protagonizaron los facultativos en aquella época tuvo un influjo decisivo en la derrota electoral del entonces presidente frente a José María Aznar. La decisión de blindar por ley la exclusividad de los directivos, los jefes de servicio y los especialistas más jóvenes ha hecho que reaccionen a la par todos los colegios de médicos y los sindicatos, incluso los afines a García como Amyts, lo que da idea del colosal despropósito perpetrado. El mensaje que no han entendido la ministra ni su número dos es que para evitar la fuga de talentos hacia la privada no hay que prohibir, sino mejorar las retribuciones y las condiciones de trabajo en la pública, lo que no han hecho ninguno de los dos en los 14 meses que llevan en el cargo, más allá de prodigarse en palabrería vacua y discursos demagógicos.
El otro error mayúsculo que ha puesto en evidencia la inconsistencia de los altos cargos de Sanidad es la decisión, adoptada en la Comisión de Precios y destapada por LA RAZÓN, de no financiar por «criterios de racionalización del gasto público» un medicamento contra la leucemia linfoblástica aguda, el tipo de cáncer infantil más frecuente, y que ya costea toda Europa. ¿Es esa la apuesta por la sanidad pública de la que tanto alardea la ministra?
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