Editorial

Estado de excepción contra la democracia

Si el poder orilla las leyes, las vacía de contenido, horada su espíritu, lo que queda no es un estado de derecho ni sus autores servidores públicos leales con la democracia y el pueblo

Pedro Sánchez ha dado por descontado que no habrá nuevos Presupuestos Generales del Estado. Carece de los apoyos precisos y ha preferido ahorrarse el mal trago y otra dosis de quebranto institucional y electoral ante el envite de nuevos chantajes. Como sucede con todas las anomalías democráticas que jalonan su Presidencia, ha naturalizado la circunstancia. Hasta tal punto que su ejército de asesores ha elaborado el correspondiente argumentario que han manejado los ministros con desparpajo y que en síntesis viene a decir que las Cuentas no son indispensables y que la óptima marcha de la economía del país, conforme al relato oficial, lo demuestra. Tanta evidencia empírica dentro y fuera de nuestras fronteras sobre el imprescindible papel de la planificación presupuestaria para que ahora el sanchismo nos venga con que es una herramienta superflua, casi sobrevalorada, de la que se puede prescindir sin daños colaterales. En este ámbito, el presidente lleva camino de alcanzar otro hito en la historia de la democracia como el mandatario que más prórrogas presupuestarias ha acumulado con la tercera en ciernes, y sin disimular ya que por su parte una cuarta o una quinta no supondrían mayor contratiempo. Ni que decir tiene que llegados a este punto de una legislatura muerta pero no enterrada el artículo 184 de la Constitución que establece el deber de presentar ante «el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado al menos tres meses antes de la expiración de los del año anterior» no angustia ni perturba en Moncloa. Lo que en cualquier otro gobierno democrático habría provocado no ya fatiga y desasosiego, sino la certidumbre de que el tiempo se había agotado por carecer de una mayoría parlamentaria, el sanchismo lo ha metabolizado sin incomodidad. Es otra prueba más del estado de excepción democrática al que nos ha conducido el régimen cuyo único sentido y propósito es salvar el poder y arribar como sea y a costa de lo que sea a las elecciones generales de 2027 con todos los ases que pueda acumular bajo la manga, que ya son unos cuantos. Pero el desgaste, en todo caso, es colosal para los implicados. Incluidos los socios que mantienen La Moncloa. Su declive demoscópico lo constata. Puede que por ello han decidido marcar alguna distancia, aunque sea retóricamente. Sumar, Podemos e IU instaron ayer al PSOE a presentar Presupuestos como «obligación del Gobierno» incluso sin contar con los votos necesarios. Alberto Núñez Feijóo también lo hizo y sumó la demanda sobre el debate del estado de la nación. Sánchez los ignorará y gobernará al margen del Parlamento, como adelantó. Si el poder orilla las leyes, las vacía de contenido, horada su espíritu, lo que queda no es un estado de derecho ni sus autores servidores públicos leales con la democracia y el pueblo. El telón caerá tarde o temprano y no será un dulce final.