
Letras líquidas
Feminismo mágico (II)
El «caso Monedero» parece una extensión, con sus matices y diferencias propias, del «caso Errejón»
Hace unos meses, en octubre, escribí un artículo que se tituló «Feminismo mágico». No sabía entonces, claro, que me sentaría a preparar la segunda parte, rechazando de nuevo esas exaltaciones de igualdad teóricas que no van acompañadas de comportamientos paralelos. Como una curiosa continuación, en una especie de círculo que se va cerrando, el «caso Monedero» parece una extensión, con sus matices y diferencias propias, del «caso Errejón». Comparten, al menos, algunas de las características que, cuando estalló el asunto del portavoz de Sumar, llamaban la atención. Resulta curioso (o irónico o quizá, más bien, revelador) que estos dos #MeToo se produzcan en el ámbito de la izquierda, en esa parte del arco parlamentario que regalaba lecciones de feminismo y que blandía los derechos de las mujeres como si hasta ese momento nadie los hubiera defendido. Es evidente que, en materia de igualdad, no se ha llegado a la meta, que aún falta mucho por hacer, pero esa irrupción en la vida pública, vista con el paso del tiempo, resulta esperpéntica. Y, desde luego, incongruente, aunque, si lo pensamos y volvemos la vista atrás, ya había suficientes pistas de comportamientos inspirados en ese patriarcado que decían venir a combatir: el testosterónico (¿o era machirulo?) cartel de «VuELve» o la rueda de prensa de Iglesias, Errejón y Monedero en la que anunciaban que el partido se declinaría a partir de ese momento en femenino y se llamaría Unidas Podemos. Reflejos, todos ellos, de un estilo político que queda retratado en las múltiples denuncias de mujeres por acoso a lo largo de los años que no trascendieron y se ocultaron entre los pliegues de unas siglas. Y, frente a las poses interesadas y los eslóganes vacíos, la pedagogía de la Justicia que, en una sentencia, la que condena a Rubiales por agresión sexual, marca los límites en las relaciones y se suma a los esfuerzos colectivos por un feminismo real y no mágico.
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