El canto del cuco
¡Feliz año nuevo, España!
Al finalizar este año del fango y de la bronca, hay un deseo mayoritario de cambio, aunque no falten resistencias poderosas. También Franco cuando murió tenía millones de entusiastas seguidores
El 31 de diciembre es una fecha cargada de sentimientos enfrentados. Es especialmente visible este año en el terreno de la política. El conflicto político ensombrece hasta el reencuentro navideño de muchas familias. En el tránsito de un año a otro se siente además con más intensidad el paso del tiempo, y, por supuesto, brillan más las ausencias en la mesa familiar. La tragedia de la dana entristecerá más que en ningún otro sitio el fin de año en Valencia. Todos compensamos el implacable paso del tiempo procurando aprovechar el dudoso tiempo que nos queda. De ahí que la última noche del año sea la más desaforada y pasional. En mi pueblo esta noche se sorteaban los novios; ahora el pueblo está vacío. Y en todas partes se brinda alegremente por la felicidad que nos traerá el año nuevo, sabiendo que será casi seguro una continuación del año anterior sin demasiadas variaciones. La continuidad es lo que desean en La Moncloa.
Es día de balance y examen de conciencia. Los políticos están más obligados que el resto porque cobran de los contribuyentes para hacer su trabajo procurando el bien común, como les acaba de recordar el Rey. No parece que vayan a hacerle caso. Seguirán, si esto no cambia, tirándose los trastos a la cabeza en 2025. El año acaba con la sensación de que así no se puede seguir. La Justicia está llamando a la puerta del Gobierno y en el Gobierno se revuelven contra la Justicia. Será una constante del año nuevo. El enfrentamiento ha bajado ya de los partidos a las redes sociales y a los medios de comunicación. Y el desasosiego está en la calle.
Al finalizar este año del fango y de la bronca, hay un deseo mayoritario de cambio, aunque no falten resistencias poderosas. También Franco cuando murió tenía millones de entusiastas seguidores. Desde su muerte en 1975, hace justamente medio siglo, (que el Gobierno pretende celebrar ruidosamente, manejando a su favor el saco de la memoria histórica), no recuerdo un momento con más deseo de cambio político que el de ahora. Con esa esperanza despertarán el 1 de enero millones de españoles.
La caída de Adolfo Suárez, obligado a presentar la dimisión al Rey, fue turbulenta y derivó en el 23F. También fue estruendosa la de Felipe González en 1996, con el GAL al descubierto y el PSOE envuelto en corrupciones. Pero nada que ver con esto. El final del sanchismo es la noticia más esperada desde la muerte del dictador. No queda más que desear a España un feliz año nuevo.
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