Editorial
Edulcorar el paro no minimiza el drama
La economía española está creando trabajo, pero de baja calidad. Hacerse trampas en el solitario sirve a los políticos de turno, pero no al ciudadano
Pedro Sánchez no pierde la oportunidad de pasar facturas tanto si hay materia para ello como si no. La economía es uno de sus territorios predilectos porque resulta una materia dúctil al sesgo y la manipulación. Ha pasado con los últimos datos de empleo de diciembre y del conjunto de 2024. Los ha ponderado «frente al ruido y el fango». En esa línea, María Jesús Montero ha remachado la faena con que las cifras han constatado «el éxito» de la política económica del Gobierno. Vaya por delante que cualquier avance en el mercado de trabajo debe ser bienvenido en el país líder muy destacado en paro de la Unión Europea. También que estos seis años de sanchismo, referente del supuesto milagro financiero, no han servido para cerrar esta brecha con nuestros socios, de tal forma que doblamos la media comunitaria como una condena a perpetuidad. Así que la cuestión aconsejaría cautela a cualquier gobernante con tal carta de presentación, incluso después de conocer el comportamiento en la recta final del año, pero el inquilino de La Moncloa no lo tiene por costumbre. El número de parados registrados ha bajado en diciembre en 25.300 personas en relación con el mes anterior, pero ha sido la menor caída desde 2013, a excepción de 2020, por efecto de la pandemia. La afiliación a la Seguridad Social ha aumentado en 35.500 empleos, muy inferior a la cadencia de la última década, que había alcanzado la media de 55.000. Con todo, se han sumado más de medio millón de puestos de trabajo (501.952) en los últimos doce meses hasta los 21.337.962 totales, récord en la serie histórica. Es la España del cohete. El trazo grueso del discurso oficial nos dibuja un mundo feliz e ideal, pero la letra pequeña, que es la que embiste sobre los hogares y las empresas, nos devuelve la imagen de la dificultad y la angustia. El diablo, en efecto, está en los detalles y al hurgar en las tripas aparece esa cara oculta de un mercado de trabajo bajo la precariedad, la desaceleración y la temporalidad. La propaganda ha ocultado, por ejemplo, que solo el 14% de los contratos firmados fueron indefinidos a tiempo completo, que se suscriben un 32% menos que antes de la pandemia, que cuanto más pluriempleo, más afiliaciones, no afiliados, que el paro real -los demandantes de empleo entre los que se encuentran los fijos discontinuos en situación de inactividad- no ha bajado del listón de los 3,4 millones de personas o que el empleo público es el sostén del «prodigio» laboral del sanchismo ganando terreno al sector privado, que es un inquietante síntoma. No seremos nosotros los que cuestionemos el éxito del Gobierno en el maquillaje estadístico, que es también opacidad, soslayando, entre otras variables, que se ha destruido trabajo en sectores clave como industria y construcción en favor de los servicios condicionados por la estacionalidad. La economía española está creando trabajo, pero de baja calidad. Hacerse trampas en el solitario sirve a los políticos de turno, pero no al ciudadano. Todo ello a lomos de un endeudamiento galopante y una presión fiscal voraz después de dilapidar el mayor estímulo fiscal y monetario.
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