Los puntos sobre las íes

Lalachus, campeona, ahora a por Alá y Mahoma

Les mola más esa religión del amor que lapida a la mujer y cuelga al homosexual, que la del perdón

No soy precisamente un meapilas, entre otras cosas, porque al contrario que la mayor parte de la progresía patria, que mayormente pasó por coles de monjas y curas, yo me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza. Como buen liberal, defiendo a capa y espada la estricta separación Iglesia-Estado y el laicismo como uno de los principios consustanciales a cualquier sociedad moderna. Albergo la firme convicción de que la fe constituye lo más íntimo de un ser humano, lo cual me lleva a concluir también que debe gozar de una sobreprotección legal y moral. Nunca he juzgado las convicciones religiosas de nadie: ¿quién diantres soy yo para hacerlo? Cosa bien distinta es que intenten imponerlas en mi vida diaria a machamartillo, como ocurría en el franquismo o como sucede a día de hoy en los países musulmanes, donde al hereje se le asesina y a las mujeres se las trata levemente mejor que a los perros por mor de la doctrina del profeta. Podré criticar aceradamente una ideología política pero jamás me meteré con un credo, sea del signo que sea, excepción hecha de aquéllos que intentan imponerlo a sangre y fuego a los demás. Por eso no salgo de mi asombro tras la nueva barrabasada de esta autocracia socialcomunista que convirtió las Campanadas en una afrenta a esa más de media España –el 55%, según el CIS de Tezanos– que se declara católica. Lo de TVE destila el mismo odio anticristiano que se estilaba en los albores de la maldita Guerra Civil que enfrentó a los españoles. Tiempos en los que el hobby preferido de socialistas y comunistas era asesinar curas y monjas, violarlos o castrarlos. Esta chusma exterminó a 7.000 religiosos. Ahora no dan matarile a una persona que viste sotana o que libérrimamente va a misa pero se ríen en su cara y, lo que es peor, con cargo a sus impuestos. Es lo que hizo TVE en las Campanadas utilizando a una gilipollas útil llamada Lalachus, que no sé quién carajo es pero que exhibió una estampita en la que se había convertido al Sagrado Corazón en una vaca. Esta pobre mujer fue la marioneta empleada no por el presidente del ente, José Pablo López –ojito, ex jefe de la TV de la Iglesia y de la Telemadrid de Cifuentes–, sino por un Pedro Sánchez que es el que obviamente está detrás de todo esto. Es el asqueroso guerracivilismo que rezuma cada una de las decisiones de un Ejecutivo socialcomunista que en el fondo, de momento no en las formas, nada tiene que envidiar a aquél del Frente Popular que se dedicó al genocidio del adversario político y religioso. Al triministro que asesinó definitivamente a Montesquieu, Félix Bolaños, le faltó tiempo para anunciar que reducirán a la condición de papel mojado el delito de ofensas contra los sentimientos religiosos. La jugada la remató Jordi Évole, blanqueador oficial de Josu Ternera, asesino de las seis niños de la casa cuartel de Zaragoza: «Viva todo lo que significa Lalachus». Consecuencia: vamos a la ley del Salvaje Oeste. A que cada uno responda a las provocaciones como le venga en gana. En resumidas cuentas, al 36. Mientras tanto, yo me pregunto si se atreverán a caricaturizar a Mahoma o a Alá. Me da que no tienen pelotas ni ovarios para ello. Básicamente porque el islamofascismo los haría saltar por los aires o les cortaría el pescuezo. Y, porque qué quieren que les diga, a esta panda de reprimidos les mola más esa religión del amor que lapida a la mujer y cuelga al homosexual, que la del perdón. Purito progresismo.