Sin Perdón
¿España se puede romper?
El problema de España no es el modelo territorial, como defienden algunos, sino la existencia de unas formaciones desleales, como ERC, Junts, PNV y Bildu
Los dirigentes socialistas y sus aliados mediáticos utilizan mucho esta frase para descalificar a los detractores del sanchismo. El argumento es que se ha dicho en otras ocasiones y no se ha producido. La realidad es que España no se rompe, pero es cada vez más débil en las comunidades controladas por las formaciones nacionalistas. Hemos asistido a un proceso de abatimiento institucional por el que la Administración General del Estado ha ido abandonando el territorio para complacer los deseos disgregadores de los nacionalismos vasco y catalán. El problema de España no es el modelo territorial, como defienden algunos, sino la existencia de unas formaciones desleales, como ERC, Junts, PNV y Bildu, que chantajean al Estado imponiendo a Sánchez sus condiciones para desarbolarlo. Por eso, ahora es constitucional la amnistía cuando hace unas semanas no lo era. Montesquieu escribió que «la experiencia eterna demuestra que todo hombre que tiene poder se ve tentado a abusar de él». La teoría de la separación de poderes, que hunde sus raíces en planteamientos sobre su limitación que se remonta a la Antigüedad, encuentra en el sistema constitucional el mejor instrumento para conseguirlo.
El jurista León Duguit afirmó que «el poder político ilimitado conduce al absolutismo de los gobernantes en el interior, y a la política de conquista y expolio en el exterior». En el marco de la UE, el Frente Popular sanchista ha evolucionado hacía el autoritarismo democrático, porque todos coinciden en el radicalismo, el intervencionismo, la marginación de los debates en las Cortes y la utilización de la Administración al servicio de sus ideas partidistas. Es lo que hicieron Puigdemont y Junqueras cuando utilizaron los recursos públicos del gobierno catalán para su rebelión contra la Constitución. Ahora serán amnistiados, junto al resto de sus colaboradores, porque nunca se tendría que haber judicializado un proceso de ruptura institucional y malversación pública. Los sistemas autoritarios, que no hay que confundir con las dictaduras, cuentan con castas encabezadas por los políticos y sus aliados. El odio al PP y Vox responde a que no se someten al sanchismo para ocupar un espacio marginal de un decorado a mayor gloria del líder.
Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)
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