¿A quién se ofrece Feijóo?

La declaración del comisionista Víctor de Aldama ante la Audiencia Nacional provocó una sacudida política de primer orden, ante la larga lista de miembros del Gobierno, altos cargos del PSOE y personas circundantes que fueron citadas en esa sede judicial.

Pocas horas después, Feijóo compareció en el Congreso para lanzar un mensaje a la nación, ofreciéndose a reparar los desperfectos. Pero no tenía otra opción que reconocer su debilidad aritmética, porque no dispone de una mayoría alternativa a la que sostiene a Pedro Sánchez en Moncloa con respiración asistida.

Feijóo pidió la dimisión de Sánchez, que es tanto como pedir que mañana no amanezca. Y después lanzó un llamamiento, tan inútil como el anterior, a los socios parlamentarios del Gobierno: si alguno de ellos quisiera iniciar una nueva etapa, él y el PP estarían dispuestos a plantear una moción de censura. Era un brindis al sol. Feijóo ha pedido tantas veces la dimisión de Sánchez, que ya nadie le da por ello ni la perra gorda. Y pretender que alguno de los partidos satélites del PSOE cambie de bando es un pensamiento candoroso.

En el PP quieren creer que el PNV es un partido de fiar, aunque nadie mejor que los populares conocen cómo funciona la vena de los nacionalistas vascos. Lo pudieron comprobar en 2018, cuando un día votaron a favor de los presupuestos de Rajoy y ocho días después echaron a Rajoy, al votar a favor de la moción de censura de Sánchez. Ese es el modelo de fiabilidad del PNV.

De la misma forma, cabe preguntarse si cuando Feijóo lanzó esa oferta sin citar a ningún partido en concreto, no descartaba admitir los siete votos de Puigdemont. ¿Aceptaría Feijóo convertirse, igual que Sánchez, en presidente del Gobierno gracias a los siete escaños del prófugo Puigdemont? Llegar al poder con esa mácula haría que Feijóo y Sánchez no fueran tan distintos.

Las prisas son malas consejeras, y hablar de mociones de censura en el vacío suele derivar en situaciones grotescas, como las que ha experimentado Vox en dos ocasiones. La decisión solo pueden tomarla las urnas.