Esgrima
Primos y tíos
El día después sólo podemos recoger los cascos, fregar, despertar a los que se han quedado amodorrados en el rincón de la historia y sus historias y sacudir el mantel. Este 12 de octubre nos ha traído la lluvia, que es la mejor noticia para esta España que boquea. El día ha discurrido como en las mejores familias, como en las peores, como en todas. Se han recordado episodios no vividos para buscar antes del segundo plato una bronca intensa. Hablamos a gritos buscando la razón en los decibelios. Los hay que resucitan a Brassens en cuanto ven por la tele un uniforme y cuentan la batallita de mayo del 68 en el que no estuvieron. Hubieran preferido Perpignan a París. Otros acuden, 80 años después, al discurso de Unamuno ante Millán Astray, aquel «venceréis, pero no convenceréis», epílogo vital del hombre que retrató España con sus castigos y contradicciones. Apuntan de aquel testamento público del filósofo «que los extremos no sirven como norma»... nadie les escucha. El volumen sube. Los adolescentes, que «surfean» el eslogan, han decidido explotarse los granos de pus en la mesa. Dos señoras se espantan buscando respuesta en unos padres que arquean la ceja. Es la edad, en el espejo se ven raros y por eso abren los ayuntamientos los días de fiesta, «¡viva la gente!». Nunca les han interesado las comidas familiares, solo esperan que la abuela «suelte la gallina» y a correr. En realidad con la Transición solo se había marcado una regla básica: todos sentados hasta el café. Cuando se empezó con las infusiones, los gin-tonics como piñatas, se reclamaron las herencias y se arrancaron con el «Asturias patria querida», se acabó. Espantada. La familia no se elige, se disfruta, se conlleva y se la quiere, en conjunto o por partes. El lugar de nacimiento tampoco se elige. El sentimiento de pertenencia se trabaja o se abandona pero en el carné, con o sin identidad, pondrá España. Aquí hemos pasado de «300 millones» y el festival de la OTI al indigenismo de balcón y por eso nos atragantamos. El cambio en las costumbres requiere mucho uso, mantelería neutra y respeto. Sabemos que la historia es maleable y que el peligro son los cristales rotos entrada la noche. Algunos están en ello, pero de este 12-0 nos quedamos con el paraguas de Cifuentes, el rojo reventón de Susana sobre fondo gris silencio y el deseo de que siga lloviendo.
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