Aquí estamos de paso
Cancelar el pasado
Como él mismo dice, hay que proteger la Cultura de la injerencia de la política
La música suena bien. Parte del texto de la canción se ajusta a la melodía y resulta armonioso y grato. Pero hay en sus versos aviso de voluntades que invitan a enarcar la ceja y prestar atención más allá de la actuación del intérprete. ¿Y eso?, es la pregunta que se hace el observador alerta.
El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, diplomático, ex eurodiputado, pasó esta semana por el Congreso para dar cuenta de sus intenciones y propósitos como responsable de la política cultural del gobierno de Pedro Sánchez. De entrada, es de agradecer que la tenga. Política cultural, digo. No estamos familiarizados con la percepción de un ministro de Cultura que exponga criterios propios y avance intenciones. La Cultura, que es espacio singular, libre y delicado, suele ser alérgica a intervenciones oficiales y mucho menos orientaciones gubernamentales, pero sí exige una suerte de distante atención. Que un ministro de la cosa cultural insista en el respeto y el impulso a la libertad creativa, y desenvaine la espada contra cualquier tipo de censura, y que lo haga en el tono y la convicción con los que habló Urtasun, es un buen síntoma de salud política. Que hable de cine y valore las lenguas, también. Que además ponga sobre la mesa el difícil maridaje entre creación e Inteligencia Artificial, y su determinación en frenar los daños que pueda ocasionar ésta a aquella, y que lo haga en la misma semana en que una escritora japonesa, Rie Kudan, admitiera que una parte de su novela ganadora de un prestigioso premio literario era obra de ChatGPT, refuerza la sensación de que hay alguien al frente del barco. Ahora bien, ese volver a airear el viejo prejuicio de la España colonial dejando en el aire la sospecha de que estamos otra vez ante el umbral de la exigencia de perdón o el mea culpa por nuestros terribles actos en América, lleva inevitablemente a torcer el gesto y dudar de la intención. Dijo el ministro, literalmente, que quiere revisar las colecciones en los museos públicos para «superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas que han lastrado, en muchas ocasiones, la visión del patrimonio, de la historia y del legado artístico». ¿Qué significa eso? ¿No estamos hablando de libertad cultural? ¿A qué lastres se refiere y qué inercias menta el ministro?
Revisar forma parte del proceso cultural. No hay creación sin esa herramienta de volver sobre lo creado y buscar su excelencia. Pero el anuncio del ministro despierta necesariamente el viejo recelo de la resurrección de la España negra, la del supuesto genocidio, la de la supuesta y violenta colonización americana. ¿Está el ministro insinuando que los museos, sus obras, deben reflejar conceptos contemporáneos e ideas políticas dominantes en nuestro tiempo? Ya ha deslizado Urtasun en alguna ocasión que es de los que cree que lo nuestro en América fue como lo de los belgas en África (quizá porque no ha leído a Conrad o lee la historia con el filtro de la ideología), pero que en su exposición de intenciones insinúe que esa va a ser la mirada oficial de la Cultura española son ya palabras mayores.
Como él mismo dice, hay que proteger la Cultura de la injerencia de la política. También la Historia y su reflejo en el arte. Cancelar el pasado también es censura.
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