«De Bellum luce»
Aldama y el Pequeño Nicolás
Aldama no miente. Las pruebas de las que habla están ya en su mayoría registradas en el próximo informe policial que conoceremos
Víctor de Aldama, delincuente confeso, ha irrumpido en el «calentamiento» precongresual de los socialistas para hacer de ese personaje que sería una fantasía para un guionista de Los Ángeles en una película de serie B. Cumple con el estereotipo de lo que se espera de alguien que es capaz de enfrentarse, en un pulso de taberna de barrio, con el guapo de la película nada más salir de la cárcel. Ahora, para confundirle con el Pequeño Nicolás ya hay que echarle imaginación o ganas de liar al personal. La habilidad del «aparato» de La Moncloa, que dirige la formación de la opinión pública está más que probada, pero en esto de identificar al comisionista con el timador se puede decir que ni con todos los errores del mundo que pueda llegar a cometer la oposición tienen posibilidad de ganar la partida. Aquel que ha pasado de llamar «señor presidente» a Pedro Sánchez a tacharle de «mitómano», en la acepción de «persona que miente y manipula de forma obsesiva y constante, hasta el punto de llegar a creerse sus propias mentiras», juega en otra liga. Porque «manda huevos», citando al ministro Trillo, que quien ha estado viviendo de las comisiones que se repartían al calor de las entrepiernas del Gobierno tenga las narices de enfrentarse directamente con quien dijo aquello de que la Fiscalía dependía de él mientras negocia con los fiscales. Aldama no miente. Las pruebas de las que habla están ya en su mayoría registradas en el próximo informe policial que conoceremos, y a lo que quizás le está poniendo más adorno es a su pulso con Sánchez porque, como buen «gallo» de serie B, tiene que llevar al barro a su contrincante, aunque en este caso el alter ego también sepa desenvolverse cómodamente en él. La batalla no ha hecho más que empezar y amenazaría con amargarle la existencia al presidente del Gobierno si no fuera porque sus socios tragarán también con la corrupción con la excusa de que la otra parte, el PP, no les promete nada. Aunque hay que reconocerles, en este caso al PNV, que no es muy hábil por parte de quien quiere llegar al Gobierno en solitario, sin la participación de Vox, la decisión de no cogerles el teléfono. Ni aunque fuera sólo para hablar, ya fuera de tiempo, del pacto fiscal tiene sentido este gesto de orgullo. Que el camino es muy largo y hay penitencias para todos.