Benedicto XVI
Benedicto XVI, Santo y Doctor súbito
«En estos tiempos tan inquietantes se necesita la voz firme de Roma para guiar a la Humanidad»
La directora de las Cruzadas de María y presidenta de la Universidad Católica de Ávila, Lydia Jiménez, estuvo muy acertada al recoger el sentimiento generalizado entre los católicos de que Benedicto XVI tiene que subir inmediatamente a los altares y ser nombrado Doctor de la Iglesia. El fallecido Papa no reinante es una figura deslumbrante en todos los sentidos y estos días han servido para que valoremos su legado. Su sucesor tiene una gran oportunidad situándolo en el lugar que le corresponde y supongo que dará satisfacción a los católicos. No hay duda de que es un Pontífice dotado de una notable inteligencia y habilidad política. Ha acertado con el solemne funeral que ha organizado el Vaticano y sienta un precedente para el futuro. Lo que tengo muy claro es que no seguirá el ejemplo de su antecesor hasta que culmine su plan. Ha sometido a las organizaciones que no le gustaban y tiene un control impresionante del colegio cardenalicio. Por ello, podrá controlar la elección de su sucesor.
Es verdad que con Benedicto XVI se cierra una etapa, aunque la continuidad en lo esencial unido a las reformas templadas explica la fortaleza de la Iglesia durante estos dos milenios. El Cristianismo ha tenido un efecto extraordinariamente positivo en la evolución del Mundo. Hay que ignorar los disparates de los enemigos de la Iglesia, las desviaciones de los teólogos de izquierdas o los intentos de utilizar políticamente una institución que es obra de Dios, aunque dirigida por hombres que a veces cometen errores. El papel de los Papas a lo largo de la Historia ha tenido una enorme trascendencia y sus efectos han mejorado la sociedad. Es tan evidente, que solo los ignorantes pueden obviarlo. Por ello, en estos tiempos tan inquietantes y conflictivos, se necesita, una vez más, la voz firme de Roma para guiar a la Humanidad. Las enseñanzas de Benedicto XVI, un hombre santo y un teólogo extraordinario, son ahora más útiles y necesarias que nunca. La fuerza de la Iglesia es la doctrina de Cristo que sigue tan vigente como el primer día. Es otro aspecto fascinante, porque el camino que marcó tiene como horizonte la eternidad. Ni siquiera necesita interpretación, porque el mal sería arrancado de raíz aplicando sus enseñanzas a nuestra vida cotidiana y al gobierno de las naciones.
Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).