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Mao en ópera 1972
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Recientemente, en el Teatro Real de Madrid, se representó una ópera de indudable originalidad, y también de histórica remembranza: la visita que Nixon hizo a Mao Tse-t ungen 1972. Una pieza del teatro lírico de gran éxito en Nueva York en su día, y con más moderado resonar en España.
Henry Kissinger, en su libro «On China» (Penguin Books, Nueva York ,2011), hizo una relación de ese viaje, cuando actuaba como Asesor de Seguridad Nacional de Nixon; a quien consideraba como el político estadounidense más perspicaz, y con mayor conocimiento del escenario mundial. Aunque su vida pública se vio quebrada por el episodio Watergate, que le llevó a la dimisión de su cargo en 1974.
Así las cosas, en medio de la inacabable guerra de Vietnam, se preparó el viaje secreto de Kissinger a Pekín, que se produjo el 9 de julio de 1971 –en el avión del Presidente de Pakistán –, y que permitió un primer encuentro con Chu Enlai. Para Kissinger fue el personaje más fascinante de la corte imperial de Mao: «En los 60 años de vida pública, nunca encontré una figura tan importante como Chu. Su cara era expresiva, tenía ojos luminosos, y una inteligencia excepcional».
Ese viaje secreto de Kissinger posibilitó que Nixon fuera a Pekín un año después, el 15 de julio de 1972, para mantener su célebre entrevista con Mao, que se tradujo en el trascendente Comunicado de Shanghái, con un doble compromiso: rechazo de cualquier propósito de hegemonía en la región Asia Pacífico, y aceptación, por EE UU, de que Taiwán era y seguiría siendo parte de una sola China. Fue un cambio sensacional respecto a las anteriores relaciones entre las dos potencias continentales, que desde entonces no cesaron de ampliar sus intercambios. Y es cierto que hoy, con el aumento del poderío de Pekín, las relaciones con Washington DC son casi de tú a tú, con una serie de consecuencias que afectan a toda la economía y la sociedad mundiales.
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