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IU

La persona habladora

Antonio Maíllo presume entre sus iguales del Parlamento autonómico de su formación filológica, con todo el razonable orgullo de clase que le confiere ser monoculo in terra caecorum, estudiosa abeja reina en un enjambre de funcionarios de partido y aparatchikis navajeros. Pero en ocasiones, como el protagonista de «El sexto sentido», ve fachas ahí donde sólo habría hablantes de un español correcto. Sostiene el vicelíder del comunismo bifronte andaluz que a su correligionario –por la parte política, no por su condición de cura exclaustrado– Jesús Maeztu debería sustituirlo «preferentemente una mujer» y eso choca con su condición de hombre culto, aunque se perdona el desliz por tratarse de una de esas supersticiones progres, el feminismo, a la que está asida hoy esta izquierda desprovista de munición ideológica. Mucho peor es el circunloquio que emplea para evitar el uso de sustantivos masculinos, ignorante de que la discriminación (positiva en este caso) se circunscribe al orden gramatical porque las palabras carecen de sexo: para no decir «defensor del pueblo» dijo el tío «la persona titular de la Defensoría», quizá espantado ante la imagen de una descomunal verga pendiendo de «defensor» y también de «pueblo». Es patochada impropia de todo un profesor de latín y, sobre todo, es la prueba de que nada queda de la vieja Izquierda Unida de Julio Anguita, hoy disuelta en el magma ruidoso de Podemos y de sus mareas más o menos nacionalistas. Maíllo, con esa confluencia que más bien fue rendición incondicional, no sólo obligo a muchos votantes a elegir entre el leninismo y la abstención, sino que hizo algo peor: asimiló su discurso otrora ilustrado a la cháchara políticamente correcta y nos privó del placer de escuchar una voz deliciosamente discordante. Ahora sí que son todos iguales.