Guerra en República Democrática del Congo

Los desplazados de Goma abandonan la ciudad con una sensación de incertidumbre

El M23 ordenó evacuar los campos de desplazados, poco después de conquistar la capital de Kivu Norte

Los campos de desplazados en Goma, Congo, han sido evacuados
Los campos de desplazados en Goma, Congo, han sido evacuadosAlfonso MasoliverLa Razón

Los hermanos Salesianos acogían hasta hace escasas semanas a 30.000 desplazados en Goma, capital de Kivu Norte, República Democrática del Congo. Una situación que empezó poco a poco. Las primeras familias aparecieron en 2022, apenas un puñado de ellas. Luego fueron más. Y más. La guerra extendía su manto sobre los montes congoleños y vinieron más, más, más, también se asentaron en otras zonas de la ciudad. Más, hasta que las lonas blancas rodeaban el complejo de edificios propiedad de los Salesianos como un cielo nublado e invertido.

El M23 conquistó luego Goma, tras días de intensos combates que tuvieron lugar a mediados de enero. Las autoridades de la ciudad escaparon y los soldados también huyeron, si no se entregaron al M23 o cambiaron el uniforme por ropas civiles para perderse en la enorme ciudad. La ciudad pertenece ahora al grupo rebelde y se impone una nueva realidad. El tráfico se ha reducido. Los famosos atascos de Goma apenas pueden encontrarse en momentos puntuales, cuando un camión calcula mal las distancias e interrumpe la circulación en el sentido contrario. Ocurren unos minutos de caos y vuelve a fluir el río. Los soldados congoleños que patrullaban las calles se han visto sustituidos por la férrea disciplina del M23. Y las lonas blancas que rodeaban a los Salesianos han desaparecido. Ocupa su lugar un suelo oscuro y volcánico, ametrallado de rocas negras.

Goma
GomaA. CruzLa Razón

Un día después de que el M23 tomara oficialmente la capital de Kivu Norte, se dio orden de que todos los desplazados debían abandonar en menos de veinticuatro horas los campos que ocupaban Goma. La guerra había terminado para ellos. Vinieron a Goma huyendo del M23, pero esa huida ya no tiene ningún sentido porque el M23 está en Goma y también controla sus lugares de origen; parecería lógico por tanto que, puestos a vivir en un (creciente) territorio ocupado por el grupo rebelde, vivan en sus localidades de origen en lugar de malvivir bajo las lonas blancas que les hicieron de hogar durante los últimos tres años. Tuvieron veinticuatro horas para abandonar tres años de su vida y rebobinar hacia atrás. Algunos tuvieron dos semanas, especialmente los grupos conformados por una mayoría de mujeres y niños, pero la orden era definitiva y lo era para todos: la guerra ya ha terminado para ellos y deben regresar a casa.

Algunos han optado por quedarse alojados en casas de amigos de la ciudad, diseminados por su cuerpo de chapa y lava sólida. Otros han regresado a sus lugares de origen para empezar de nuevo. Y dicen que otros han regresado a sus casas para encontrar lo que ya temían que ocurriría: que sus viejos hogares tienen nuevos dueños tras años de ausencia. Quien se fue a Sevilla…. Y parece lícito preguntarse qué será de ellos. Desaparecen en la arboleda, ya no se les ve, pero siguen existiendo.

La decisión tomada por el M23 no era fácil. Por un lado, la concentración de desplazados permitía concentrar la ayuda humanitaria en puntos fijos y facilitar así el reparto de los recursos. Con cientos de miles de personas diseminadas ahora a lo largo y ancho de la provincia, muchas de ellas sin hogar, esa ayuda no podrá llegar fácilmente, si consigue llegar. Pero varios trabajadores humanitarios y personas cercanas a los campos de desplazados informaron a este periodista de que fueron encontradas importantes cantidades de armamento en los campos de desplazados, una vez desmantelados. Esto sería porque los militares congoleños y los wazalendo (una milicia local) que vieron acercarse su derrota en enero prefirieron esconder sus armas antes de mezclarse con la población civil… por si acaso llegaba el día de la revancha. Es de sobra conocido que un número indefinido de combatientes se camuflaron con los desplazados, igual que son conocidos los focos de resistencia que se generan en ocasiones en campos de desplazados y de refugiados en todo el mundo.

Controlar el flujo de armas y diseminar a posibles elementos de resistencia se convirtió en lo más urgente para el M23. Además, la guerra ha terminado allí. Todo lo que abarca la vista al norte, sur y oeste desde el volcán Nyiragongo les pertenece. La situación de los desplazados, opinan, no podía prolongarse de forma indefinida (y menos aún cuando se añade el peligro latente). Pero es cierto que se teme una crisis que englobará a los desplazados que no encuentren sus hogares como los dejaron. ¿Dónde irán? ¿Quién les ayudará ahora?

En los terrenos de los Salesianos vivían alrededor de 30.000 desplazados. Muchos niños nacieron allí. Aún pueden encontrarse jirones de tela, pelucas y sacos en el suelo, incluso envoltorios de condones. También quedan pequeñas e inmaculadas planicies de piedrecitas que señalan dónde dormía una persona. Esas planicies son como una sombra en Hiroshima. Cuando las lonas lo ocupaban todo, era imposible ver las dos porterías que ahora destacan sobre la piedra y que sirven hoy de diversión para un puñado de niños que pegan puntapiés al balón.

La vida cobra formas extravagantes cuando un campo de fútbol (un rectángulo de polvo y dos porterías oxidadas) se convierte en un campo de desplazados para volver a convertirse en un campo de fútbol. Nada es para siempre. Ni siquiera el propio hogar. Ni siquiera su sustituto.