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Granada
«El monta tanto es un mito»
Un ensayo arroja luz sobre la figura de Isabel I, la reina Católica
No fue una reina cualquiera: culminó la reconquista de la Península, jugó un papel importante en el descubrimiento de América y dejó cimentada la España futura. La figura de Isabel I (1451-1504) sigue siendo una de las piezas fundamentales de nuestra historia. La profesora de la Universidad Rey Juan Carlos Teresa Martialay (Madrid, 1963) recorre su vida en el ensayo «Isabel I» (editado por Homolegens), un texto que arranca subrayando su peso en los «cambios decisivos que tuvieron su proyección mucho más alla de las fronteras de Castilla».–¿Cuál es hoy en día la importancia de Isabel I?–Hay muchos reyes que pasan sin pena ni gloria por el escenario político de un país. Sin embargo, la figura de Isabel I nos tendría que marcar en todo momento. Es la que configura la España moderna, la que todos conocemos, y está de plena actualidad.
–¿Hay muchos tópicos en torno a ella que conviene revisar?–Hay demasiados. La historia que heredamos, que está escrita en el siglo XIX, hace limpieza de lo malo y exalta lo bueno. Eso ha hecho que la figura de Isabel haya quedado contrapuesta a la de Fernando el Católico. Es como si ella hubiera formado España y Fernando pasara por aquí y poco más. Habría que revisar eso y la imagen de ella creada desde la política, ese aspecto de santidad que algunos postulan, para eliminar interpretaciones en muchas ocasiones sesgadas y cargadas de tintes políticos.
–El franquismo utilizó a Isabel I como estandarte. ¿El efecto péndulo le afecta de forma negativa? –Sí, a ella ahora se la está perjudicando. No sé si se la intenta arrinconar pero hay partes de la historiografía y de las voces políticas que tratan de hacer limpieza de su papel y menosprecian su actuación política.
–Fue una mujer inteligente: aunque era la tercera en la sucesión, supo moverse en el terreno político.–Desde antes del ascenso al trono, ya era un animal político. Con 16 o 18 años estaba capacitada para lo que ella considera su misión. Además, creía que era la única opción, la mejor y legítima. Y se esforzó en hacer su papel lo mejor que pudo. Ahí, y en saber rodearse de las personas más interesantes de su época, radica su inteligencia.
–¿Hasta que punto era ajustado el famoso «monta tanto»?–El sentido del ripio, como si diera lo mismo un rey que otro, es falso. No hay una actividad política clara por parte de Fernando dentro de Castilla, tan igualitaria en ese aspecto. En Aragón ese «monta tanto» no se dice tanto, en cambio la Reina allí sí tuvo su pequeño papel político en momentos puntuales. La frase debería matizarse. Pero son mitos.
–¿Fue una Reina hábil en la política matrimonial de sus hijas?–Sí, muy importante: tuvo un enorme sentido de Estado y eso se lo inculcó a sus hijos, que son peones en esa política de alianzas a través de matrimonios. Otra cosa es que salieran bien.
–A la larga fueron la base de la forma que tomó España...–Y del marco europeo general. Configuró alianzas posteriores y nuestro papel en Europa. Eso nos va a generar la enemistad europea a lo largo del siglo XVI y XVII.
–¿Qué tal prensa tiene en Europa?–Es una reina muy conocida, entre otras cosas porque inicia un juego de diplomacias que después adoptan Inglaterra y Francia. Es conocida por hechos felices y otros no tanto, como el descubrimiento de América y la expulsión de los judíos. Pero, a pesar de los esfuerzos de negativizarla, es una reina respetada.
–¿Habría que revisar su figura sin tópicos?–Hay que hacer una relectura de toda la Historia escrita a lo largo de los siglos XIX y XX porque hasta los años 70 y 80, se nutría no sólo de la documentación, sino de escritos cargados de política, nacionalista sobre todo. Habría que purgar ciertas apreciaciones subjetivas.
Escenas de...Cuenta Teresa Martialay sobre el papel de Isabel I en el descubrimiento de América que «no fue tanto como se suele creer; para empezar, porque no sabían que iban a descubrir algo. Su papel en la campaña no es más que la oportunidad que se le brinda de, con muy poco esfuerzo y dinero, o sea, con poco que perder, ganar mucho. Supo ver la oportunidad del negocio y tuvo suerte, sin más». Aunque algo sí arriesgó, allí donde su marido no lo tenía tan claro: «Fernando era una persona mucho más pasional y drástica que Isabel. Debió de haber sus más y sus menos. En el libro no entro mucho en cómo se llevaba el matrimonio, pero ya había habido una locura económica en su momento, que fue la conquista de Granada. Y Fernando debió de pensar: esta mujer ahora dónde se mete».
«Isabel I»Teresa Martialayhomologens ediciones 200 páginas 18 euros
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