Novedad editorial
Letizia: de los días que le pedían callar a imponerse como reina
Martín Bianchi publica «Letizia en Vetusta», un libro que detalla la desconfianza que causó en España la llegada de una periodista a la Corona. Relata para LA RAZÓN el camino que tuvo que andar
Si Letizia Ortiz hubiese enamorado a Felipe de Borbón en el siglo XIX, habría necesitado la ayuda de Mammy para comprimir su cintura como lo hacía con Escarlata O’ Hara en «Lo que el viento se llevó». Agarrada a un poste de la cama, se habría rebelado mientras la doncella trataría de reducir su contorno al tamaño de una avispa: «¡Agárrese fuerte y aguante el resuello!» Pero no era ese tipo de corsé, que nunca necesitó, lo que a Letizia le haría contener el resuello, sino su lengua irreprimible. Así se entendió desde aquel 6 de noviembre de 2003 cuando la feliz pareja posaba ante la prensa para hacer oficial su compromiso. La novia tuvo la celebérrima ocurrencia de callar a su esposo: «Déjame terminar».
El periodista Martín Bianchi, autor de «Letizia en Vetusta», ha encontrado otro modo de escenificar el descontento en la sociedad española que siguió a aquel momento, reencarnando en su portada la icónica carátula de Sex Pistols en 1977, con una joven reina Isabel con la boca y los ojos vendados. Pura transgresión que el autor ha reproducido con el retrato de la Reina Letizia en un libro escrito a modo de «Episodio Nacional» que presenta coincidiendo con el vigésimo aniversario de la boda real. Hablamos con él de ese camino, «nada fácil y con mucho coste personal», pero certero.
A pesar del traspié, «consiguió cambiar la forma en que todos pensaban y hablaban de ella para convertirse en una de las reinas mejor valoradas por la prensa internaciona», superando incluso a una mujer tan apreciada como Máxima de los Países Bajos. Cuando recibió la propuesta del editor, Manuel Guedán, Bianchi tuvo claro que tenía que estar dedicado a la llegada de la periodista a la Corte de los Borbones. «Fue una revolución. Era la primera princesa plebeya en la historia de España y esa coletilla se repitió hasta el hartazgo. Periodista, divorciada, de clase media, progresista y no especialmente religiosa, su presencia en palacio causó dudas, desconfianza y animadversión en sectores de poder como la nobleza, la alta sociedad y la Iglesia».
También el heredero tuvo que plantarse. Bianchi cuenta que Carlos Falcó, amigo del Rey Juan Carlos, relató en 2014 cómo se enteró el monarca del noviazgo de Felipe y la periodista. «Papá, ya me he decidido. He encontrado a la mujer de mi vida», le dijo mientras le mostraba el telediario de las 9 de la noche que ella presentaba. La reacción de los padres varía según quién la recuerde. Pilar Urbano, biógrafa de la Reina Sofía, dice que las palabras exactas fueron: «Esto es lo que hay. O esto, o lo dejo todo». José Antonio Zarzalejos y José Apezarena coinciden en que «Felipe nunca lanzó un órdago a su padre. No hubo desafío del príncipe al rey».
Todo se precipitó y de la sorpresa inicial se pasó al rechazo generalizado. «En esos primeros meses, la futura esposa del heredero aguantó con una sonrisa y una gran determinación la curiosidad salvaje y el morbo de sus compañeros, el sufrimiento de su propia familia, la indiferencia y el desprecio encubiertos de sus nuevos parientes, el desdén de la vieja aristocracia, los prejuicios de los católicos más fervientes y hasta un acalorado debate político en torno a la reforma de la Constitución», explica Bianchi.
Uno de los activos más valiosos de la Corona
Según avanzan las páginas, deja de convertirse en un libro sobre una reina para descubrir las miserias de una sociedad inquisitiva con una mujer enamorada a la que cree que aún se la juzga desde parámetros «sexistas» por su condición femenina. «Todos levantaron la voz y aplicaron sus juicios, cada cual con su propio moralismo». Con vehemencia, con ignorancia o con el resentimiento de tener que aceptar finalmente a una mujer moderna y profesional de clase media como futura reina. «Letizia se va a cargar la monarquía», decían. Cualquier sobresalto suenaridículo hoy. «Ahora hay cierto consenso en que es uno de los activos más valiosos de la Corona», opina el escritor.
En cuanto a Vetusta, el nombre que dio Clarín a Oviedo en «La Regenta», Bianchi lo tomó inspiraado en el malestar que provocó en la tierra natal de Letizia el anuncio de boda. «Realmente todo un país se transformó en Vetusta, con las mismas pautas de comportamiento y su misma moral rígida».
El autor detalla con detenimiento el rechazo de un exclusivo círculo formado por marqueses, duques, barones y condes que no ostentan mérito «per se», sino por la dignidad conseguida por algún antepasado. «En los toros queremos ver ganado bravo y en la monarquía queremos ver princesas», se oyó decir. Para escenificarlo, nos traslada a un concierto en el Teatro Real de Madrid, celebrado pocos después del anuncio de compromiso. Acogía un concierto de Mstislav Rostropóvich y era la prueba de fuego. Bianchi recuerda que, igual que en la Vetusta de Clarín, la clase alta no va a la Ópera solo para ver la función, «sino también a mirarse y despellejarse».
Esa tarde a Pilar González de Gregorio y Álvarez de Toledo, entonces duquesa de Fernandina, le sorprendió la marabunta agolpada en la Plaza de Oriente. La expectación era máxima. «Venimos de Eva Sannum y ahora esto», comentó una aristócrata. «Qué andares. No camina, da zancadas», añadió otra. «El suyo es un cuento de hadas que no termina con la boda», pensó la duquesa de Fernandina, aunque terminó comentando a los medios que la periodista podía llegar a tener el temple, la energía y la disciplina necesarios para desarrollar su función. Su mayor disgusto era que la boda se celebrase en la catedral de la Almudena, «un adefesio, un templo hortera», frente a Los Jerónimos.
La mayor inquietud venía de quienes creían que Felipe estaba desobedeciendo la Pragmática Sanción de Carlos III, que establecía que tenía que casarse con una mujer de sangre real. «Se habló de la existencia de un manifiesto firmado por la autodenominada Plataforma Anti Letizia Ortiz (PALO), formada por trece señalados nobles que bramaba porque la nieta de un taxista estuviese llamada a ser reina de España», indica Bianchi. Frente a este complot, la Casa Real solicitó apoyo a Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba, para acallar las críticas de la nobleza. Según relató Cayetano Martínez de Irujo en sus memorias, «siempre fiel al rey y a la Corona, aceptó con gusto. La duquesa no dudaba jamás con la monarquía, aunque su opinión sobre ella se la llevó a la tumba».
El tiempo dio la razón a quienes confiaron en Letizia como princesa y reina de España. Bianchi reproduce las palabras de Luis María Anson en LA RAZÓN, que entonces dirigía: «El príncipe ha acertado. Le ha llevado tiempo, pero ha acertado. Y no era fácil. Son tiempos nuevos para las monarquías democráticas. Y ha sabido integrarse en la época que le ha tocado vivir».
La prensa europea le hace reverencia
Letizia es una reina que brilla con luz propia. En el viaje de Estado de los Reyes a Dinamarca deslumbró en la cena de gala que Margarita, todavía monarca, ofreció en su honor en el castillo de Christiansborg. Para la ocasión rescató de su armario un vestido de gala azul noche de vuelo y bordados vegetales de Felipe Varela. Acentuaba su magnífico porte regio con la tiara Flor de Lis, la joya de pasar de 450 diamantes que mejor representa a la Casa Borbón, y unos impresionantes pendientes nuevos de zafiros y diamantes de la Reina Sofía. Por su estilo o por su belleza, a la prensa internacional dedicada a cubrir la actualidad royal le gusta posar sus ojos sobre ella.
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