Un pulso muy complicado
Carlos III amenaza con cortarle el grifo a su hermano okupa, el príncipe Andrés
El rey se ha cansado de las negativas del duque de York a abandonar su casa para trasladarse a otra. Está estudiando dejar de pagarle su privilegiada vida
El príncipe Andrés ha supuesto un quebradero de cabeza para su madre, la reina Isabel II. Sin embargo, tras su muerte, tampoco le está poniendo las cosas fáciles a su hermano, el Rey Carlos III de Inglaterra. El considerado ‘oveja negra’ de los Windsor sigue copando titulares con regularidad, acrecentando su oscura leyenda. Así sucedió al verse envuelto en feas acusaciones de abuso de menores en su estrecha relación con Jeffrey Epstein –salvándose a golpe de talonario-, o numerosos desmanes financieros que le han valido un veto por parte de su propia familia. Quieren que deje de hacer ruido y que se mantenga en un discreto segundo plano, pero él se resiste a alejarse del foco, aunque su intención no sea la de llamar la atención. Todo lo contrario, sus movimientos siempre vienen acompañados de grandes dosis de polémica, muy a su pesar. Así sucede de nuevo, cuando se niega a cumplir las órdenes de su hermano, convirtiéndose con ello en un molesto okupa difícil de expulsar.
La relación entre ambos hace aguas desde hace muchos años. De hecho, le tienen prohibida la entrada en algunos acontecimientos destacados de la familia, e incluso en el homenaje que se realizó para honrar a sus padres tras su fallecimiento. Pero parece que el tono se está elevando cada vez más ante la negativa del príncipe Andrés de abandonar la residencia en la que vive junto a su exmujer, Sarah Ferguson. Se trata de Royal Lodge, la que ha sido su casa desde 2004. Ya no es bienvenido ahí y su hermano Carlos le ha pedido en infinidad de ocasiones que deje de ocupar sus estancias, para trasladarse a una vivienda más modesta, pero bajo las mismas privilegiadas condiciones. Su nuevo hogar le espera, se trata de Frogmore Cottage, donde vivieron el príncipe Harry con Meghan Markle hasta que rompiesen lazos con la Corona británica e iniciasen una nueva aventura al otro lado del charco. Andrés no quiere vivir aquí bajo ningún concepto, al considerar que perdería poder y estatus.
El soberano, que se encuentra inmerso en una batalla contra el cáncer que le fue diagnosticado el pasado mes de enero y con la agenda oficial aparcada, tiene un problema añadido por culpa de su díscolo hermano. No sabe cómo gestionar la situación sin generar un escándalo mediático, pero su condición de okupa debe ser solventada cuanto antes. Así, le ha pedido encarecidamente que abandone su actual vivienda en Windsor para trasladarse al que fuese el hogar de los duques de Sussex. No hay entendimiento, se niega a plantearse tal posibilidad. Esto está tensando tanto su relación, que están al borde de una guerra civil dentro de palacio, como así han destacado desde el diario ‘The Times’.
“Desafortunadamente, si Andrés se niega a irse dentro de un plazo razonable, el Rey podría verse obligado a reevaluar todo el paquete de apoyo que le proporciona y el duque se vería obligado a financiar la mayor parte del dinero de su propia seguridad, alojamiento y estilo de vida, algo que, dadas las sumas involucradas, es muy poco probable que sea posible a largo plazo”, destaca una fuente consultada por el citado diario. Se trataría de un amigo íntimo de Carlos III, que mantiene que sobre la mesa está la amenaza de cortarle el grifo a su hermano: “Todo el mundo es consciente de su bienestar y se preocupan por sus mejores intereses, pero la paciencia y la tolerancia tienen un límite”.
Lo único que tienen a su alcance el rey Carlos III para conseguir que el príncipe Andrés abandone Royal Lodge es amenazarse económicamente. Si le deja sin presupuesto no podrá mantener el alto tren de vida del que disfruta, pero también ampliará las tensiones entre ambos: “Tal y como están las cosas, la vida en Royal Lodge será cada vez más fría e incómoda para el duque”, asegura otra fuente consultada. Además, se recuerda que el duque de York tiene el usufructo de esta residencia familiar por 75 años, aunque también se fijó en su día su compromiso a asegurar su buen mantenimiento y realizar reparaciones que no se han producido 20 años después de comenzar a vivir ahí. Es más, también le fijaron un alquiler simbólico de 300 euros semanales, pues Carlos le entrega anualmente a su hermano 300.000 euros para su uso y disfrute. Si no cede y continúa en su empeño de ser okupa, amenaza con retirarle esta asignación. Los problemas crecen…
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