El comunismo según Antonio Gades, veinte años después
El escritor Julio Ferrer presenta una biografía que delata que en América el recuerdo político de este «Che» Guevara del baile prevalece sobre el artístico
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De Antonio Gades nos quedamos con su legado como bailarín y coreógrafo, vivo veinte años después de su fallecimiento. Como hombre que abrazó el comunismo, con todo lo que este tiene de represión y regresión, el recuerdo se vuelve perverso. Esa doble dimensión que marca su figura está presente en la biografía que ha escrito el escritor argentino Julio Ferrer con un título nada persuasivo: «Antonio Gades: arte y revolución». Con su fuerza creadora, este obrero del arte que empezó a bailar por hambre antes que por vocación dejó una huella indeleble, y en eso nadie en España replicaría al autor. Pero su revolución, esa para quien la quiera.
Que Gades fue un embaucador tampoco cabe la mínima duda. Es una cualidad que se aprecia desde las primeras páginas del biógrafo. «Me fascina el personaje en todos los sentidos, desde lo humano hasta lo artístico. De cómo pudo superar los obstáculos de la pobreza y el hambre, a base de sacrificio, estudio, pasión, talento y mucho trabajo. Me fascina cómo no pudiendo terminar los estudios primarios logró tener una formación política e intelectual sólida. Consiguió ser admirado por Alberti, Picasso, Dalí, Vittorio Gassman, Castro, Nuréyev o Laurence, entre otras figuras de la cultura y la política mundial del siglo XX», cuenta a LA RAZÓN desde su tierra.
La historia de superación y de pasiones intensas, sumada a su encandilamiento por el artista, es lo que le llevó a Ferrer a indagar en su vida, en su comunismo y en esa revolución que llevó a escena. «Fue revolucionario en todos los sentidos. En el plano artístico, sus cuatro obras principales y coreografías son su testamento artístico y político donde la libertad y la rebeldía son ejes fundamentales de la vida humana». Él lo ve desde «Don Juan», tragicomedia de Molière «donde el personaje cuestionaba los dogmas religiosos e hipócritas de la nobleza. Gades la adaptó con libreto de Alfredo Mañas, con un concepto marxista de transformación social». Recuperó «Bodas de Sangre», de García Lorca, «el poeta asesinado por el franquismo, con el fuego artístico flamenco y gitano». En la adaptación libre de «Carmen» , con música de Bizet, observa su filosofía sobre la emancipación de la mujer. Y en su última gran obra, «Fuenteovejuna», clásico teatral del Siglo de Oro español, «los principales ejes giran sobre el abuso de poder, la organización y rebelión popular frente a las injusticias de los poderosos, el rol de la mujer en la sociedad y el honor».
Ferrer vino a España a recabar información sobre Gades y tuvo ocasión de conocer en la Fundación que lleva su nombre a la hija mayor , María Esteve, nacida de su matrimonio con Pepa Flores, y a Eugenia Eiriz, la última compañera de vida. Entrevistó a más de 50 personas vinculadas con él, como Cristina Hoyos o José Mercé. «Pude comprobar que Antonio vive en el imaginario popular como artista irrepetible y necesario para un mundo en crisis».
No pudo contar, sin embargo, con Pepa Flores. Le habría gustado, pero respeta su silencio. «Por su hija sé del gran amor que se tuvieron. Se despidió de ella antes de comenzar su última travesía a Cuba, en noviembre de 2003». Frente a los que opinan que fue un amor desigual, Ferrer lo niega. «Compartían en su ideario la libertad como condición necesaria del ser humano. A ambos les marcó la ruptura, pero nunca desapareció entre ellos el cariño».
Las crónicas de la época van por otro lado y en lo que sí coinciden con este autor es en que el arte fue su único amor incondicional. Ferrer lo menciona citándole: «Los poetas y los artistas son los primeros que llegan a la luz. Después, los filósofos la analizan y elaboran sus doctrinas. Luego llegan los científicos y la materializan. Los primeros son los artistas».
Siguiendo la deriva política hacia la derecha de otras figuras o teniendo en cuenta el desaliño del comunismo en países como Cuba y Venezuela, preguntamos a Ferrer si Gades, comprometido de por vida con la causa de Castro, hoy apoyaría regímenes como el de Nicolás Maduro. «Gades -responde-, el último Quijote de su tiempo, encontró en la tierra de Martí los sueños y enseñanzas que le había inculcado su padre. Un lugar sin la explotación del hombre por el hombre y la dignidad y la ética fueran valores insobornables de la condición humana».
Su testamento político fueron sus cenizas esparcidas en la isla, petición que se cumplió. «Desde marzo de 2005 se encuentran en Sierra Maestra, cuna de la revolución. Y como comunista consecuente, estaría acompañando los procesos políticos tanto en Cuba como en Venezuela, reivindicando la soberanía y autodeterminación de sus pueblos». Han pasado dos décadas y su embriaguez comunista queda demasiado lejos para hundir la memoria en ella.