Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

Declan Donnellan: “La vida no es un sueño”

Treinta años después de su “Fuenteovejuna”, el inglés vuelve a Madrid con otro clásico del Siglo de Oro, aunque esta vez elige la obra cumbre de Calderón y se estrena con un elenco español
Javier Naval

Creada:

Última actualización:

Afirma Declan Donnellan (Mánchester, 1953) que tiene «muchas razones» para llevar La vida es sueño al escenario de la Compañía Nacional, a la Comedia. «Cuando te atrapa ya no lo puedes dejar ir. Está siempre ahí, te posee. No es ni malo ni bueno. Pueden ser las dos cosas al mismo tiempo». Vuelve así el director y autor británico a Madrid para levantar otro clasicazo patrio tras aquella Fuenteovejuna que trajo en inglés en 1989. Aunque, antes de llegar a la capital este jueves, el montaje ya pisó tierras sevillanas para abrir la temporada del Lope de Vega, como ya ocurriera hace más de tres décadas; además de haber visitado Valencia, Avilés, Valladolid y Gerona. «Parece que Nicky [Ormerod] y yo hacemos aquí una obra del Siglo de Oro cada treinta años. Como nos fue bien, hemos vuelto», ríe quien toma «vitaminas» y está «perdiendo peso» para «volver dentro de otros treinta años».
Habla el director como el que se sube en una montaña rusa de sentimientos. Comienza risueño, bromista, haciendo gracietas, y, pronto, una lágrima se descuelga poco a poco de su ojo. Se emociona, emociona a los presentes, divaga, cuenta historietas, reflexiona. Vuelve a la ironía, a las risas... Va y viene por sus propios pensamientos teatrales, pero, ante todo, sobre la vida misma. Mientras, Ormerod, a su vera, trata de ponerle de nuevo en el sendero de lo que había comenzado: «Soy muy interesante cuando me salgo del camino», refunfuña con una sonrisa.
El «mundo perdido»
Mismos nombres en el liderazgo de la función de antaño, pero diferentes protagonistas en el texto, la autoría y sobre las tablas (Alfredo Noval, Rebeca Matellán, Ernesto Arias, Prince Ezeanyim, David Luque, Manuel Moya, Goizalde Núñez, Antonio Prieto e Irene Serrano). También cambia el idioma; esta vez, los ingleses sí se han atrevido con una versión en castellano. Primera vez que trabajan con actores españoles para honrar a todo ese «mundo perdido» que encuentra en sus visitas a la península: «Me recuerda a lo que había antes de que la Ilustración se llevara a los fantasmas y nos lanzara al momento en el que estamos enredados», cuenta Donnellan o, como el mismo se define, el «devoto del Siglo de Oro».
Para el británico, Calderón de la Barca nos lanza «grandes cuestiones», aunque destaca una por encima de todas: «¿Qué es la existencia?», repite. Como el autor áureo, se acerca a la pregunta «desde la niñez, porque son los niños a quienes más preocupa esta cuestión. Quieren ser vistos porque quieren existir: “Mami, mírame”, “papi, mírame”... “Ser o no ser” es un gran argumento». «Calderón sugiere que nuestro principal terror no es la muerte, sino la existencia –prosigue–, que es algo completamente diferente. También nos pregunta si quizá la única razón por la que hacemos las cosas, no es tanto porque queramos hacerlas, sino para demostrar que estamos aquí».
Y es en toda esa peripecia en la que Calderón, dice el de Mánchester, «no quiere que habitemos el mundo de la lógica en el cual damos todo por sentado». Es en ese mundo de la razón en el que Segismundo (Noval) descubre quién es: «Lo extraordinario de este personaje es que no tiene experiencia en las cosas y, consecuentemente, muy poca experiencia sobre sí mismo. Por eso es muy interesante lo que ocurre con él cuando es llevado a la civilización», explica un director que «ama», cuenta, «las relaciones entre el individuo y la familia, y el individuo con el Estado». Para el inglés, que llega de la mano de su compañía Cheek by Jowl, lo más importante son las personas. «No hemos hecho esto antes porque estábamos esperando a los seres humanos adecuados, que el mundo en el que vivimos hace que esto sea cada vez más difícil».
Como en otros clásicos, continúa Donnellan, los personajes no son lo que aparentan ser. «Los humanos estamos obsesionados con nosotros mismos y los grandes clásicos son siempre sobre el “ahora”, como hicieran otros como Shakespeare o Sófocles. Por definición, no versan sobre el “después”», sostiene. «Comparten vida a través del tiempo. Indagan en nuestros autoengaños y en nuestras victorias; y nos ayudan a descubrir qué es ser nosotros mismos». Y lo hacen, como en el caso de Calderón, señala, sin delirios de grandeza: «Habla sobre cosas, pero no intenta enseñarnos nada. Es demasiado listo como para enseñar, porque tan pronto se empieza con eso, nos convertimos en superiores. Él sabe cómo evitarlo. En el momento que levantas los pies del suelo estás perdido. A un buen profesor no le pasaría porque mantiene el sentido de la igualdad y no el de la popularidad».
Envidias y odios
Donnellan expone y los presentes no pueden más que escuchar. Dispara al Hola! (y sucedáneos de la prensa del corazón) para contraponerlo a su Vida es sueño: «Eso no tiene que ver con nosotros y sí con las envidias y los odios a la gente que es más que nosotros», zanja. Los clásicos, añade, «quieren despertarnos de expresiones modernas que dan tanto miedo como el “ganar sí o sí”. En toda suma hay una resta y nadie quiere que pensemos en eso. Los grandes autores sí buscan eso. Si paseas por las tiendas o si pones Netflix todo son sueños, más ahora que es Navidad...». Se detiene el británico a mitad de su discurso porque la voz no le alcanza. Iba a tomar un nuevo camino por el que profundizar, «pero es complicado...». Frena y vuelve a la Navidad, «un tiempo peligroso. Da pavor, terror. Hemos sido educados con la televisión, donde vemos tantas familias felices... Cuando se habla de una familia “shakespeariana” es porque es disfuncional o tiene problemas. Y eso es porque estos autores se atrevían a mirar la verdadera vida. Decidieron mostrar la sociedad como era. Por eso Calderón es maravilloso. Nadie le castigó diciendo que su trabajo era el de hacer del mundo un lugar mejor. La vida no es un sueño», termina el director.
  • Dónde: Teatro de la Comedia, Madrid. Cuándo: hasta el 26 de febrero. Cuánto: de 6 a 25 euros.