Don Juan, el mito que resiste a la cultura de la cancelación
Xavier Albertí vuelve al anfiteatro del Grec 27 años después para reivindicar al protagonista de “El burlador de Sevilla”
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Xavier Albertí va de un lado a otro de la península. Acaba de estrenar dramaturgia en Almagro en el homenaje a Adolfo Marsillach que abrió el festival de teatro clásico y ya mira a Barcelona, al Grec, a una plaza que bien conoce, pues la dirigió de 1996 a 1999; sin embargo, hace mucho mucho tiempo que no se ve en estas, en las de estrenar en el anfiteatro griego: «Desde 1995 no piso esas tablas [sí algunas otras dentro del mismo festival]», asegura. Veintisiete años han pasado para generar la «ilusión», dice, de volver. Lo hará con «una enorme obra maestra del Siglo de Oro»: El burlador de Sevilla atribuido a Tirso.
Le duele al director ese término de «atribuido» porque «el concepto de autoría del siglo XVII no tiene que ver con el de hoy. En la tradición inglesa hay muchas obras de Shakespeare en las que hay manos externas, pero hay una serie de pactos», cuenta. Albertí, estudioso y enamorado de la historia del arte, asegura que las fronteras entre el Tan largo me lo fiais de Claramonte y el Burlador de Tirso están muy difusas, «es una autoría compleja. Quizá, algún día aparezca un documento que aclare todo, pero, mientras llega, lo que está claro es que estamos ante una pieza clave de la cultura occidental». Así lo demuestran las 3.000 obras que han surgido «bajo la sombra del Burlador», como el Don Giovanni de Mozart. «Solo comparable al Quijote o a La Celestina. Poco ha aportado más en la cultura ibérica», continúa de un montaje interpretado por Jonás Alonso, Miguel Ángel Amor, Cristina Arias, Mikel Arostegui Tolivar, Rafa Castejón, Antonio Comas, Alba Enríquez, Lara Grube, Álvaro de Juan, Arturo Querejeta, Isabel Rodes, David Soto Giganto y Jorge Varandela.
Es con esta oda a la importancia del texto primigenio con la que el director se sumerge en el mito del Don Juan, apunta, «siempre controvertido... y hoy más». Inevitables fueron los debates «vivos» que surgieron durante los ensayos: «De todos los colores. No deja de haber posiciones sobre cómo trabajar la violencia en el cuerpo de la mujer y si se puede redimir desde la belleza del arte».
A Albertí no le gusta el teatro con una sola lectura, por lo que su preocupación en esta puesta en escena ha sido «dar los hechos claros para que el espectador haga su propio viaje». Llega así al Grec (y después continuará con la gira por España; empezando por el Festival de Almagro los días 9 y 10 de julio) con una función que se debate entre la tensión sexual y ética que pone de manifiesto la moral de la tradición cultural cristiana y, a su vez, «se anticipa a Nietzsche con su Zaratustra y su convulsa frase sobre la muerte de Dios». ¿En qué corsés morales se vería constreñido hoy un libertino como Don Juan? ¿Cuáles serían hoy los poderes morales que perseguirían a nuestro libertino? ¿Con qué límites se encontraría en sus aventuras?, se preguntará.
«Aquí se habla de un pacto filosófico/social sobre que la idea antigua de Dios ha muerto, la cultura del Renacimiento ya no está y se entra en un siglo científico y más aristotélico que platónico», cuenta sobre un siglo, el XVII, que, entre otros, «vio nacer la banca, la bolsa y una nueva filosofía en la que el pueblo da el poder al soberano, pero para que piense en el pueblo. Es un momento de la historia muy moderno en el que también se rompe la estructura conocida sobre el cuerpo femenino»: «Tirso habla de la sexualidad de las mujeres, mujeres que desean, como la Duquesa Isabela que lleva a su novio a las posesiones de los reyes. Luego aparece la suplantación de Don Juan, pero eso es un engaño al margen porque lo que está en el fondo es que ella quiere sexo. Muy diferente a lo que ocurría con Shakespeare y su Ofelia, que tuvo que volverla loca y ahogarla en un río porque esta otra opción no estaba contemplada», ensalza el director sobre la libertad teatral en la España del Siglo de Oro. «También ocurría así en Francia, donde el Don Juan de Molière [herencia del de Tirso que le llegó a través de la cultura italiana] estuvo décadas prohibido. Aquí no».
Siempre oportuno
El propio Don Juan es, para Albertí, un «terrorista de Estado» porque quiere romper los pactos establecidos para alcanzar un nuevo nivel de libertad, «aunque sea de una forma tan trágica como la violación». El burlador es una pieza llena de reyes, duques y marqueses que comercian con la sexualidad femenina. Según interese, se casa o no a la doncella. Y ahí aparece este Don Juan para «oír esas voces silenciadas y darles un espacio, eso sí, lleno de dolor, pero para que rompan con todo, como un jubilado que se quema en plena Primavera Árabe. Es muy metafórico que solo “burle” a vírgenes».
¿Es Don Juan un personaje digno de ser salvado? «Por supuesto», responde Albertí, «fue oportuno hace cuatro siglos, lo es ahora y lo será dentro de otros cuatro»: «Hay una parte paradigmática, cuando el comendador lo está matando y pide tiempo para confesar sus pecados. Pero le responde que llega tarde. Es ahí donde Tirso se carga la teología cristiana porque no es una obra cristiana. Dios en su infinita misericordia lo hubiera acogido en sus brazos tras el arrepentimiento».
Sabe el director de lo complejo de un personaje expuesto a la cultura de la cancelación en cualquier momento, algo que le irrita y le hace pensar. Se va a un vídeo sexual que se ha filtrado recientemente, aunque «sin dar nombres», dice: «La idea de fidelidad sigue estando manipulada por unos prejuicios que no han sido contemplados por la moral del ciudadano. La sociedad debería saber discernir entre la fidelidad y la sexualidad abierta». También hace alusión a la nueva cinta del universo Toy Story, Lightyear, una polémica que «debe ser trampolín para pensar y crear identidades. Una oportunidad para generar pasión», reflexiona.
- Dónde: Teatre Grec, Barcelona, y Festival de Almagro. Cuándo: 3 y 4 de julio; y 9 y 10. Cuánto: desde 18 euros.