Lluís Pasqual toca el cielo en Almagro
Con Núria Espert y Rosana Torres como teloneras, el director recogió anoche el Premio Corral de Comedias que abrió la 45 edición del festival manchego
![Lluís Pasqual toca el cielo en Almagro](https://imagenes.larazon.es/files/image_1600_900/uploads/2022/06/30/671410adbddaf.jpeg)
![Julián Herrero](https://imagenes.larazon.es/files/image_64_64/uploads/2019/11/19/671fa549295f6.png)
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Almagro recuperó anoche uno de sus emblemas, el Corral, que entre pandemias y aguaceros hacía años que no se convertía en escenario de su premio, el Corral de Comedias. Este año sí, este año el turno era para un Lluís Pasqual que visitó esta plaza por primera vez en 1981. El mismo lugar “que utilizaron las gentes de la escena de hace 400 años para imaginar”, comentaba Ignacio García durante la presentación del acto. Sobre estas tablas y rodeados de esos pilares tan característicos, en el Corral se podía ver y oír “lo que estaba prohibido de muros para fuera”, continuaba el director del Festival de Almagro: “Ofrecieron a la sociedad de su tiempo un modelo de convivencia que tardó años en instalarse”; un modelo “igualitario, feminista y plurilingüe”, como la cita que quiere García, “con todos los acentos del español” a este y otro lado del Atlántico.
Comenzaba así una ceremonia de entrega en la que Núria Espert escoltaba al homenajeado sobre el escenario y en el que las autoridades, siempre tan difíciles de digerir en los discursos de este tipo de actos, hacían cola para sumarse a la foto.
Como lema, un endecasílabo de Ida Vitale: “Ser en la noche un ser como en el día”. “Un poema feminista que habla del derecho de las mujeres de no ser intercambiadas por cabras y ser libres”, explicaba el director. Sirvió todo de cabecera para que la actriz tomara pronto la palabra y pudiera irse antes de tiempo para preparar la función de las 22:45, Adolfo Marsillach soy yo. Espert se remontó a los orígenes de su relación con Pasqual, a cuando le conoció “siendo casi un niño”, un chaval que batallaba por levantar el Lliure. “Quién iba a ser Lluís ya lo llevaba escrito en la frente”, aseguró.
![Iceta (izda.) y Page, junto al protagonista de la noche en Almagro, Pasqual](https://imagenes.larazon.es/files/image_672_378/uploads/2022/06/30/679439127fb28.jpeg)
Repasó fugazmente su CV y destacó la Espert que su amigo “nunca cortó la relación con Cataluña” y que su pasión por el teatro “no ha parado de crecer”, “siempre con el espectador como protagonista”. Tampoco pasó por alto su “fuerte”: “La dirección de actores. Te acompaña a las profundidades, donde reside el verdadero ser de los grandes personajes”.
Rosana Torres fue la otra teatrera que escudó al director. La informadora habló como “la otra parte del teatro, la del patio de butacas”, aunque sus palabras también eran las de los críticos: “Con menos de 30 años nos dejó patidifusos. En Madrid teníamos a Narros, pero Lluís nos trajo lo que había fuera, eso que teníamos que irnos a ver por ahí”. El riesgo, la modernidad, el rigor, el talento y la vanguardia “nos cautivó”, continuaba la periodista. “Nos hizo conocer todos los Lorca que hay”; con especial atención a Diálogo del amargo de cuatro minutos y medio: “El más corto y el que más me ha impactado”. Para Torres, Pasqual ha sido, y es, “la luz y el brillo” dentro del teatro. 148 obras ocupan la carrera de un director que ha “tocado el cielo” y que “en los años 80 nos descubrió el siglo XXI”.
Miquel Iceta, ministro de Cultura, y Emiliano García Page, presidente manchego, también subieron al atril para dedicarle unas palabras a Pasqual. Mientras el primero celebró la “normalidad” y aseguró que “la cultura no pide, ofrece” y se le debe “corresponder” desde las instituciones; el segundo optó por parafrasear a Chaplin (“la vida es una gran obra de teatro...”) y también hacer hincapié en la parte más económica: “Merece la pena poner los focos en quien aporta (…) porque la falta de cultura tiene un coste elevadísimo (...) El presupuesto esconde ideas, como el cemento y el ladrillo”, apuntaba Page.
![Natalia Huarte en un momento de "Adolfo Marsillach soy yo", en Almagro](https://imagenes.larazon.es/files/image_672_378/uploads/2022/06/29/67943913772ff.jpeg)
Y, al final, llegó el momento: Lluís Pasqual, “abrumado”, tomó la palabra. Tras escuchar a las instituciones tiró de ironía para “no pedir más dinero ni oportunidades para los jóvenes porque es obvio” y para señalar a los problemas endémicos de la profesión, cada vez más arraigados. Como ya adelantó en su entrevista con LA RAZÓN, volvió a instar al Ministerio de Hacienda a hacer bueno eso de la cultura como una prioridad que se dijo durante los meses más duros de la pandemia. Puso en valor la labor del director, su profesión: “Es un acto de amor físico y espiritual que requiere de una sensibilidad para conectar con el intérprete y su sensibilidad y objetivarla. Los directores realizan un trabajo intangible que se basa en hacer circular la energía que se lanza en forma de teatro en un tiempo y espacio determinado. Nada más, nada menos”, apuntaba el protagonista del Corral.
De esta forma, Pasqual quiso poner de relieve el “conjunto de oficios” que supone ser director de escena, algo que “tal vez no se pueda enseñar”, pero que “como cualquier otra disciplina, se puede aprender”. También tiró de anécdotas y agradeció a Espert sacarle de su “cajita del Lliure”, pero tenía un nombre, por encima de todos, en el centro de los agradecimientos: “Rosa María Sardá”, dijo mientras miraba al cielo de Almagro.