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'Nada': El salto al teatro de Carmen Laforet ★★★☆☆

Se trata de la adaptación para las tablas de la novela con la que la escritora, entonces desconocida, obtuvo el Premio Nadal en 1945
Un momento de la representación dirigida por Beatriz Jaén
Un momento de la representación dirigida por Beatriz JaénBárbara Sánchez Palomero
La Razón

Madrid Creada:

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Autoría: de Carmen Laforet. Dramaturgia: Joan Yago. Dirección: Beatriz Jaén. Intérpretes: Carmen Barrantes, Jordan Blasco, Pau Escobar, Laura Ferrer, Manuel Minaya, Amparo Pamplona, Júlia Roch, Julia Rubio, Andrea Soto y Peter Vives. Teatro María Guerrero, Madrid. Hasta el 22 de diciembre.

Tras su feliz encuentro en la aplaudida 'Breve historia del ferrocarril español', el dramaturgo Joan Yago y la directora Beatriz Jaén vuelven a trabajar juntos en otra producción del Centro Dramático Nacional. Se trata, en esta ocasión, de la adaptación para las tablas de 'Nada', la extraordinaria novela con la que Carmen Laforet, entonces una joven desconocida, obtuvo el Premio Nadal en 1945 y pasó a ocupar merecidamente un lugar destacado en el mundo de las letras.
Novela de iniciación con fuerte aroma existencialista, la obra, ambientada en la España de posguerra, cuenta en primera persona el despertar a la vida adulta de Andrea, una chica huérfana criada en un pueblo que se traslada a la casa donde viven sus tíos y su abuela en Barcelona, para iniciar en esta ciudad su periplo universitario. El vitalismo y las ansias de libertad de la joven chocarán pronto con un entorno familiar y social dominado por la precariedad económica, la alienación y la miseria moral.
La versión de Joan Yago mantiene el carácter narrativo del original hasta sus últimas consecuencias; y aquí radica el primer inconveniente de la propuesta: se describe absolutamente todo, lo que no aparece en escena y no incumbe a la acción dramática (por ejemplo, la presencia junto a la criada de «un perro que bostezaba ruidosamente») y lo que uno ya está viendo representado y no necesita, por tanto, que se lo describan (por ejemplo, Gloria abraza a Andrea al conocerla y la protagonista, como si de una audiodescripción para invidentes se tratase, le explica al público: «Con un gesto muy rápido se me lanzó al cuello. Era un abrazo»). Es muy probable que se haya querido preservar a toda costa la omnipresente voz narrativa de la protagonista para no mitigar el potente subjetivismo que recorre la novela; pero, en teatro, lo narrativo, si no sirve para acicalar con cierta poesía la acción, o para contextualizarla cuando es necesario, deviene casi siempre en monotonía y desbarata las posibilidades representativas que podrían ofrecer las situaciones.
En la dirección, Beatriz Jaén imprime un ritmo muy vivo en la evolución dramática que sirve para conjurar el conato de monotonía al que hacía referencia; pero se pone trampas a sí misma trabajando con una escenografía, que firma Pablo Menor Palomo, recargada de elementos que apenas tienen utilidad (el ejemplo del automóvil es bastante llamativo) y que no hacen, a veces, sino distraer al público de lo que está pasando y dificultar el trabajo de los actores. En cuanto a estos, destacan Júlia Roch, que cumple muy bien compaginando a velocidad de vértigo lo teatral y lo descriptivo en la piel de la protagonista; Julia Rubio, en el papel de su audaz amiga Ena; Carmen Barrantes y Amparo Pamplona, que no encuentran dificultades para encarnar, respectivamente, a dos secundarias como la tía Angustias y la abuela; y, muy especialmente, Peter Vives, que sabe dar al tío Román esa compleja y equilibrada mezcla de encanto y repulsión que el personaje necesita. (Resulta sorprendente, por cierto, el parecido físico de este intérprete con Jude Law cuando era más joven). Es obligado mencionar, por último, la música de Luis Miguel Cobo, memorable una vez más.

Lo mejor: Una producción vistosa, basada en una formidable novela con buenos actores.
Lo peor: El exceso de las descripciones y la dilatación de algunas escenas algo forzadas.